Susana Díaz o el retorno del PSOE a la casilla de salida
La presidenta andaluza forja un nuevo liderazgo esgrimiendo el modelo anterior a Zapatero
manuel contreras
Cuando Felipe González ganó sus primeras elecciones generales el 28 de octubre de 1982, Susana Díaz acababa de cumplir 8 años. Cuando abandonó la Moncloa, en 1996, la actual presidenta andaluza sólo llevaba algunos meses en el PSOE. Su carrera política, por tanto, apenas ... se desarrolló en aquel partido que lideraba González y administraba Alfonso Guerra . De hecho, fue en la etapa de Rodríguez Zapatero cuando encadenó cargos públicos y orgánicos en una fulgurante ascensión. Así, no es de extrañar que el día de su toma de posesión como presidenta de la Junta de Andalucía Susana Díaz se definiera como «heredera» del PSOE de Zapatero.
La filiación de Díaz con el «neosocialismo» gaseoso del ex presidente del Gobierno se hizo patente en febrero de 2012, en el congreso extraordinario de Sevilla , cuando se alineó públicamente con Carme Chacón frente a un Rubalcaba que representaba un cierto retorno a la «vieja guardia» del «felipismo». Susana Díaz estaba destinada a ser la secretaria de Organización en el PSOE de Carme Chacón, pero 22 votos le separaron de aquel atajo que le llevaba directamente a la cúpula del partido.
Tras este fracaso, la joven dirigente sevillana centró su labor política en Andalucía, adquiriendo peso específico en el entorno del entonces presidente andaluz, José Antonio Griñán , hasta convertirse en su sucesora tras unas primarias que, controladas por el poderoso aparato andaluz del partido, nunca llegaron a celebrarse. Así, solo año y medio después de salir derrotada del congreso federal, Susana Díaz volvía a asomarse en el escenario nacional convertida en la dirigente socialista con mayor poder del país. Y lo hizo con agresividad, discrepando con Rubalcaba en materias que sólo competen a éste y marcando el paso sin reparos a su secretario general.
«Nuevo tiempo»
Lo más llamativo es que ese incipiente regeneracionismo que lidera Díaz, y que ella denomina «nuevo tiempo», se basa en la negación de la doctrina territorial de Zapatero, el dirigente de quien ella misma se declaró heredera. La presidenta andaluza ha afirmado, con Pere Navarro sentado frente a ella , que Zapatero se equivocó al asegurar que aceptaría cualquier estatuto que viniera de Cataluña y ha negado rotundamente el derecho a decidir. Díaz defiende, en definitiva, el retorno a la casilla de salida, al PSOE original de Felipe González: un partido español y cuyo modelo territorial cabe, si acaso con mínimos ajustes, en la Constitución. La votación del pasado martes en el Congreso, cuando la presidenta andaluza lideró el levantamiento para forzar a Rubalcaba a votar junto a PP y UPyD contra el PSC, ha consolidado ese rol redentor.
La epatante irrupción de Susana Díaz y su ruptura con los postulados recientes del PSOE en materia territorial supone una contradicción con su procedencia «zapaterista», pero sobre todo demuestra su exquisito olfato para decir aquello que la gente espera oir. Esta facultad, demostrada reiteradamente en su exitosa carrera, le ha llevado en sólo unas semanas a erigirse como un poder alternativo y latente dentro del partido. Mientras los «candidatables» a oponerse a Rubalcaba en unas primarias escurren el bulto y ocultan sus bazas, Susana Díaz, quien en ningún caso dará ese paso, va asumiendo poco a poco el liderazgo que demanda la base del partido. Con esa baza y el control de la federación más importante del PSOE, es difícil desligar su futuro del futuro del partido.
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