Batasuna tiene en España la patente de los escrache

El «modus operandi» consistía en que un grupo de simpatizantes proetarras se concentraba frente a las sedes de partidos políticos democráticos, sobre todo del PSE y PP, pero también del PNV, o ante los domiclios particulares de dirigentes de estas mismas formaciones, con pancartas en las que se les acusaba de ser «cómplices de la represión». Allí permanecían durante un prolongado espacio de tiempo profiriendo gritos amenazantes y, de la misma forma que ahora, sin reparar en la posibilidad de que dentro de las viviendas se encontraran en esos momentos menores de edad.

En diciembre de 1996, esa estrategia intimidatoria la extendieron a los medios de comunicación no nacionalistas, especialmente los de difusión nacional, entre ellos ABC, El País y Diario 16. De esta manera, pasaron a concentrarse tanto frente a sus respectivas delegaciones en el País Vasco como ante los domicilios particulares de algunos profesionales. «No estamos aquí para amenazar -afirmó en una de esas concentraciones el entonces responsable de comunicación de Herri Batasuna, Luis Castañesa-; no estamos aquí para dictaros a ninguno y a ninguna qué es lo que tenéis que escribir, sino para denunciar unas prácticas concretas, como el insulto y la manipulación». Y se quedó tan ancho.