Michael Pettis: «Las cuatro fases del crecimiento chino»
El catedrático de Finanzas de la universidad de Pekín señala que para evitar la caída de su crecimiento, el gigante asiático «debe controlar el aumento del crédito y, con él, el incremento de inversiones» pese a la oposición
michael pettis
Las reformas económicas de Deng Xiaoping, que se introdujeron a finales de la década de los setenta , llevaron a China a cuatro décadas de espectacular crecimiento del PIB, sólo superadas por las cuatro décadas de Argentina a principios de la década de 1870. Los ... economistas suelen considerar este período como el origen de un conjunto coherente de políticas, a las que con indolencia se refieren como el «Consenso de Pekín».
Sin embargo, no existe tal «Consenso de Pekín». Considerar las últimas cuatro décadas como un conjunto único y consistente de políticas ha llevado a confusión tanto sobre el crecimiento de China como sobre los riesgos a que se enfrenta. También es el motivo por el que durante muchos años los analistas restaron importancia a la necesidad de reajuste económico de China y la dificultad de poner en marcha las reformas necesarias.
Lo cierto es que ha habido cuatro etapas muy diferentes desde que las históricas reformas de Deng Xiaoping entraran en vigor. A finales de la década de los setenta, las políticas maoístas habían distorsionado la producción y distribución de bienes y servicios hasta tal punto que la economía china se encontraba en serios problemas. La situación tenía que cambiar o China se vendría abajo.
A finales de esa década, Deng Xiaoping emprendió la primera fase del período de crecimiento chino poniendo en funcionamiento una radical serie de reformas de apertura que eliminaron muchas de las limitaciones que tenían a China encadenada. Pekín relajó leyes que impedían la actividad económica no planificada, libró a trabajadores y agricultores de sus unidades de trabajo, eliminó prohibiciones sobre iniciativas privadas y redujo el papel de la planificación central en favor de la local.
El efecto en la productividad fue enorme, pero la eliminación de las limitaciones maoístas también debilitó tremendamente el poder de la élite política china, por lo que no resulta sorprendente que las reformas encontraran una importante oposición. Sin embargo, el poder estaba increíblemente centralizado en un pequeño grupo de seguidores de Deng, quien contaba con la lealtad del ejército. Incluso cuando Deng pudo imponer las reformas a pesar de la oposición , en una fecha tan tardía como 1992, se organizó su famosa Gira por el Sur, más que nada para acabar con la persistente resistencia de las provincias.
Esta oposición no debería resultar sorprendente. Las reformas de apertura a lo largo de la historia casi siempre han minado restricciones que benefician a las élites, por lo que siempre se ganan el rechazo político de los grupos de poder. Los pocos países en los que se han puesto en marcha con éxito reformas económicas de tal magnitud siempre han sido o democracias liberales establecidas o autocracias altamente centralizadas, como la China de Deng Xiaoping.
A medida que las reformas de Deng desencadenaban un sensacional crecimiento de productividad, a principios de la década de 1990 era patente que China necesitaba construir infraestructura y capacidad de producción para mantener el crecimiento. Con esto comenzó la segunda fase de crecimiento chino, que consistió en políticas cuyo fin era elevar la tasa de ahorro del país y encauzar los crecientes ahorros a las inversiones que el país necesitaba.
China no fue el primer país en seguir este tipo de estrategia de crecimiento basado en la inversión. Como China en la década de los noventa, la Unión Soviética en los cincuenta, Brasil en los sesenta y Japón en los ochenta volcaron enormes cantidades de inversión en infraestructura, bienes inmuebles y capacidad de producción. Como con sus predecesores, la riqueza china se disparó durante muchos años. Como estas políticas exigían que los recursos nacionales se acumulasen y distribuyesen a los grupos privilegiados, la mayoría de los cuales eran miembros de la élite, un poderoso grupo nuevo se desarrolló al calor de las políticas chinas de crecimiento basadas en la inversión, justo como había sucedido en los países que le precedieron.
Pero esto no acaba aquí. Cada uno de los otros «países milagro» alcanzó un punto en el cual la inversión resultó excesiva, pero seguía inyectando dinero en proyectos cada vez más derrochadores, quizás en parte por la poderosa estructura política construida alrededor de la distribución de recursos y capital. Cuando sucedió esto, la deuda creció a mayor velocidad que la capacidad para cubrirla y, por consiguiente, cada uno de estos países sufrió o una crisis de deuda o un largo período de crecimiento estancado y una elevada deuda.
China ha mantenido el patrón. La tercera fase de crecimiento chino, que probablemente comenzó a finales de los noventa, se caracterizó por un exceso de inversión y un continuo y rápido crecimiento del PIB. Pero este crecimiento lo generó una deuda exorbitante, y para 2009 la deuda china ya empezaba a preocupar de manera evidente a los analistas.
Ahora China está probando la cuarta fase de su período de crecimiento. Debe controlar el crecimiento crediticio y, con él, el crecimiento de inversiones. Para evitar la caída de su crecimiento, debe también poner en funcionamiento reformas de apertura que, en muchos aspectos, tendrán el mismo efecto que las reformas del primer período de crecimiento chino. Para desatar la productividad de los trabajadores chinos medios y las pequeñas empresas, Pekín debe, una vez más, eliminar los monopolios y privilegios legales, reformar el sistema bancario y reducir las restricciones que habían favorecido a las élites a costa de los chinos de a pie y del crecimiento total. El tercer pleno del año pasado mostró las directrices para la cuarta etapa del crecimiento de China.
Pero una vez más estas reformas han encontrado la oposición frontal de lo que la prensa china llama «intereses creados». Xi Jinping y sus asesores entienden la resistencia política al reajuste de la economía china. Sus primeros pasos al frente del país han sido consolidar el poder y debilitar y atemorizar a la oposición potencial. Pero no va a ser fácil. Bajo Deng Xiaoping fue necesario un fuerte poder centralizado para poner en funcionamiento las reformas de apertura de los ochenta, y probablemente será necesario un fuerte poder centralizado para poner en marcha la nueva tanda de reformas de apertura. Este es el gran desafío al que se enfrenta el presidente Xi Jinping.
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