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feria de santander

«Paquetillo», un boeing de Victorino

Fernando Robleño le corta la única oreja en un variado broche

«Paquetillo», un boeing de Victorino serranoa rce

rosario pérez

Un boeing 747 arribó en Cuatro Caminos. No venía de Chicago, sino de tierras extremeñas. «Paquetillo» desfiló en un precioso envoltorio cárdeno oscuro, que escondía en su interior calidades para exprimir e incluso disfrutar. Pero los pilotos de la terna andaban con el chip de quien embarca rumbo a la guerra, producto de esa psicosis que genera a veces verse anunciado con los toros de Victorin o. De todo hubo en la variada corrida, entretenida siempre, con la virtud de meter la cara y moverse con sus distintos ángulos y matices. Y con la mitad con opciones de triunfo.

Lo mejor, el sentido de la medida, sin esos largomentrajes que aburren a las ovejasAl mencionado «Paquetillo» se le adivinaron sus condiciones desde el saludo. Fernando Robleño se dobló con él y se centró en la diestra, concediendo distancias en todos los sentidos... Algún día van a tener que abrir las puertas para que un matador saque el «gachetobrazo» y toree con la muleta en el Sardinero. Todo lo demandaba por abajo este albaserrada, que más que humillar, planeaba por momentos, pero no como un boeing bombardero, sino con bravura cuasi comercial (ojo, de la cara y no de restos a un euro). Como su querencia era la de besar la arena, en los pectorales se revolvía presto. Con la cantidad de remates que hay, ¡qué hartura de pases de pecho! A izquierdas resultó andarín y mirón, y el madrileño dijo que una tanda y no más. Cuando regresó a la derecha brotó una ronda de más intenso ajuste, con el hocico husmeando el castaño ruedo y sus delicias de nobleza. Demasiado esforzado y batallador con un lujoso «Paquetillo», al que cazó de un estoconazo que desencadenó la pañolada y una oreja que supo a poco.

Robleño saludó con brillo al cuarto, con media genuflexo. Se derrumbó en el principio de obra, en la que no asentó las suelas. Claro que el toro embestía con genio, especialmente en los cierres por alto. Zapatillazo a zapatillazo, extrajo los pases, con «Matemáticas» queriéndoselo llevar por delante cuando no resolvía la ecuación perfecta. Lo mejor, el sentido de la medida, sin esos largometrajes que aburren a borregos y ovejas.

Al segundo, que recibió un feo puyazo, se le hundió una banderilla en el sitio de ídem. Con habilidad la quitó la cuadrilla tras un corriente tercio. Javier Castaño tuvo la virtud de llevar tapado al victorino, que humillaba pero le observaba de reojo. Valeroso, aguantó con altibajos y sin total convicción. Ganó terreno en los lances de recibo al serio quinto, con el que ovacionaron a sus hombres de plata. Marcos Galán perdió pie y se libró del percance porque el de la A coronada así lo quiso. Castaño, con la montera calada a lo Esplá, pespunteó una labor basada en la derecha frente a un ejemplar que la tomaba por abajo aunque se despedía a media altura. Hubo pases al por mayor, de todo tipo, con dos cambios de mano que calaron. La espada abortó el premio.

El tercero sangró tras un extenso puyazo, pero su posición encampanada no mermó. Mansote y a su aire, a los banderilleros les costó una barbaridad pillar presa. Nada más coger Bolívar la muleta, pegó un gañafón pero le empujó e incitó a embestir con su técnica especializada en esta casa. Escarbaba «Mirandés», con problemas pero sin romper en alimaña. El colombiano se desesperó y lo despachó malamente a la última. Con el sexto anduvo profesional y más entregado, pero sin terminar de dar al paso al frente con el acero. La terna, con todos sus méritos, se quedó ayer por momentos tras la trinchera.

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