José Luis Gómez contagia la emoción del teatro a la Academia
El actor y director ingresó ayer en la RAE: ocupa el sillón Z, que dejó vacante Ayala
p. m. pita
El actor y director teatral José Luis Gómez (Huelva, 1940) leyó ayer su discurso de ingreso en la Real Academia Española, y comenzó poniendo en evidencia que, aunque sí hay y ha habido académicos dramaturgos, como Francisco Nieva y Fernando Fernán Gómez , « ... cómicos, lo que se dice cómicos a secas, no los hubo antes», e ironizó: «Mi presencia aquí y ahora, por lo tanto, puede deberse a un error y en ese caso, que puedo imaginar, no sabría bien dónde meterme».
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Acudió al acto una nutrida representación del mundo del espectáculo, como Nuria Espert , Julia Gutiérrez Caba, José Sacristán , Carmen Machi, Ángeles González Sinde, Helio Pedregal, Pilar Bardem, Natalia Menéndez y Aitana Sánchez Gijón ; y políticos, como Javier Solana, Miguel Ángel Cortés y Jaime Lissavetzky.
El defecto y el exceso
Casi todas las palabras de José Luis Gómez mostraron su pasión, defensa y profundo conocimiento del arte escénico: «El teatro es un juego, uno de los grandes juegos que ha inventado el ser humano en su búsqueda de la supervivencia y la salud común: un formidable juego simbólico, especular, que devuelve o suscita en el espectador imágenes de la vida, de sí mismo, de la sociedad; imágenes del defecto y del exceso, del pasado y del presente».
Pero antes de entrar en el meollo de su discurso, el nuevo académico lamentó que «el uso del español en nuestro país sufre deterioro; nos asombra, por comparación, la justeza del habla de las gentes de Latinoamérica; la alocución escénica de nuestros escenarios no está a la altura de otras grandes tradiciones análogas europeas; el manejo de la lengua hablada en la política nos lleva, a veces, a parpadear con estupor».
Además, recordó a su antecesor como ocupante del sillón Z, Francisco Ayala , a quien conoció «hacia 1976», para encargarle la traducción de la obra «Wozyeck», de Georg Büchner. Sin embargo, decidió finalmente no utilizar el trabajo del escritor, porque «eché en falta el tremendo impacto de emoción verbal que conocía del original», a pesar de que, «como no podía ser menos, estaba escrito en un español espléndido».
El eje del teatro
A continuación, desgranó el proceso que se desarrolla desde el momento en que una historia es imaginada hasta que es representada, ya que «nos han deparado ustedes una ocasión privilegiada a las gentes de mi oficio a través de mi persona; la de hablar en esta sala del hacer del teatro». Gentes que «dejamos la actividad de escribir a los autores, y reservamos para nosotros la labor de dar vida a sus palabras».
Advirtió en contra de los «agentes públicos» que ofrecen una visión del teatro como «diversión, entretenimiento, distracción», cuando en realidad tiene un efecto «purgador, sanador, catártico», y pone al espectador «contra sí mismo, enfrentándolo a emociones y conflictos que comparte, en una u otra medida, con sus semejantes». José Luis Cebrián fue el encargado de contestar su discurso.
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