Vivo, pero que muy vivo
ARTURO ESPINOSA FERNÁNDEZ
Me refiero a nuestro queridísimo nieto Ignacio. El panorama era desolador, angustioso. Ya sabíamos desde la primera ecografía que la criatura venía con serios problemas. Una malformación hacía posible que el niño naciera sin pared abdominal, o sea, con el hígado, el intestino y el ... estómago al aire. Hoy, diez años después, no es que esté vivo. Más bien está muy vivo, gracias a Dios y, cómo no, a los cirujanos y neonatólogos del Hospital La Paz que lograron sacarle adelante. En este mismo periódico nos publicaron unas líneas, a través de las que agradecíamos el inmenso esfuerzo que pusieron en danza, entre otros, los doctores Cortés y Cabrilllo. Y también, desde el principio y el posterior seguimiento del doctor Luis Lassaleta, cirujano pediátrico, sobrado de experiencia y máster en humanidad. Ignacio, claro está, no es un portento físico, pero he de reconocer, que nadar, lo que se dice nadar, lo hace bastante mejor que yo. En el mar y en la piscina. Y lo digo con total satisfacción. Con mi moral por las nubes, vengo diciendo a mi familia y a mis amigos que este chico llegará a ser algo grande. Yo quiero verlo, pero debido a mi avanzada edad no sé si llegaré a tiempo para disfrutarlo.
Y no se equivoquen, queridos lectores de ABC, no es pasión de abuelo. Y si no, a las pruebas me remito. ¿Abundan los chavales que desde su más tierna infancia, en público, cantan, por un lado, y tocan el violonchelo, por otro, en importantes escenarios de Madrid? Pero hay más. ¿Se imaginan la felicidad que supone para un abuelo escuchar cantar a su nieto Carmina Burana , de Carl Orff, en el Auditorio Nacional de Música, de Madrid? ¡Una gozada monumental! Pues eso, activistas de Femen. Ustedes no podrán disfrutar jamás en un caso semejante, puesto que habrían impedido el nacimiento de esta criatura.
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