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El salto de longitud o el fútbol siendo ciego

Los guías, dentro y fuera de la pista, describen el mundo de los deportistas con discapacidad visual

El salto de longitud o el fútbol siendo ciego afp

laura marta

Cristiano Ronaldo no encuentra portería. El balón no encuentra el hueco en la red que sí ve su ojo. A Antonio Martín Gaitán , el «niño» , le sucede lo contrario. Sus ojos no saben exactamente dónde está la portería, ni tampoco el balón, que suena a sus pies, pero marcó el gol de penalti que dio la medalla de bronce a la selección española de fútbol 5 para ciegos en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012. Su sentido de la orientación, un campo adaptado y los guías, contribuyen al éxito.

Tres son las personas que distribuyen el juego en el campo de fútbol 5. Tres pares de ojos que suplen, en una mínima parte, las carencias de los verdaderos protagonistas. En la portería, el guardameta que sí ve, pero que se come las uñas en su minúsculo metro cuadrado. La impotencia de no poder salir a por el balón, de que sus compañeros no puedan despejarlo y de que el contrario pueda disparar en cualquier momento hacen de su trabajo un verdadero suplicio. Álvaro González lo sabe y lo sufre. Despejar y parar los goles son sus metas, y aunque ve, no es fácil adivinar la intención del delantero, cuándo va a disparar, por qué lado, todo es sorpresa.

Para dirigir el centro del campo, el entrenador, que les sitúa en sus posiciones y busca tapar los huecos que dejan las carreras, los balones sueltos y los pases mal medidos. Y en la línea de ataque, José Francisco Urbano, sin voz detrás de la portería contraria. Él es el que incita al ataque, al gol, el que se desgañita cuando los suyos pierden el balón y están tan cerca del gol que a veces duele. «Todo se basa en la confianza, en la que le das al jugador, en la que has entrenado durante tantos y tantos días», asegura. Todos los ejercicios se basan en la orientación de los futbolistas, en su adaptación al terreno de juego, al rombo, al balón y a la voz del resto del equipo . «Es imprescindible tener un código propio para que el jugador sepa que quien va a por el balón es su compañero o un rival. Por eso es muy difícil jugar contra Argentina, porque los dos hablamos español. Con China, por ejemplo, es fácil porque no nos pillan los trucos, que los cambiamos casi cada encuentro».

El precipicio de saltar sin ver

Martín Parejo y Xavi Porras ( www.xaviporras.com ) no buscan el gol sino saltar lo más lejos posible en la tierra de la longitud. Y siendo ciegos, la confianza con el guía, Joan Borrisser y Enric Ismael Martín, es incluso más acusada que con el fútbol. Desde dónde salir y empezar a correr, cuándo dar los pasos más cortos, en qué momento poner el último pie y volar hacia la medalla. Muchos momentos fáciles y obvios para los videntes, complejos y estudiados para los invidentes.

Por un cáncer, Parejo pasó de jugar al fútbol con los amigos a contar con la ayuda de su inseparable compañero de escuela Joan para poder moverse por los espacios que ya no eran tan conocidos. «Dejé muchas cosas por ser su guía. Pero no me arrepiento porque lo que he ganado personalmente y como profesional -como estudiante de INEF- no te lo da ninguna otra experiencia más que esta. El objetivo era llegar a Londres 2012 y lo conseguimos», sonríe. También Martín porque saben que juntos han crecido como atletas y su confianza cada día es mayor: «En los Juegos Paralímpicos tú eres el centro y cuando entré en el Estadio Olímpico pensé que no podría saltar. Había tantos gritos que no creí que pudiera concentrarme en la voz que me guiaría en el salto. Pero sí, lo pude hacer».

La clave, la confianza. Sin ella, sería muy difícil que Xavi o Martín se atrevieran a lanzarse por el tartán hacia un salto que podría acabar en una lesión. Pero los guías no solo están dentro de la pista; fuera, la vida continúa para los cuatro y el compromiso sigue: «No solo es la competición -dice Porras-, es la persona que te dice qué estás mirando, te descubre cómo te tienes que dirigir, si la chica con la que quieres ligar está bien. Y no todo el mundo sirve para esto», advierte el atleta. «Es imprescindible ser muy consciente de tu espacio y el del otro. Para eso tienes que ser tú, pero de otra manera, templar los nervios porque pueden perjudicar al compañero. No soy yo. Es él, conmigo al lado», sentencia Joan.

reuters

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