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deportes en celuloide (III)

«La soledad del corredor de fondo»: carrera a ninguna parte

Una de las obras cumbre del «free cinema» británico, que sigue el paso por el reformatorio de un atleta de los suburbios

«La soledad del corredor de fondo»: carrera a ninguna parte

miguel muñoz

[ La serie "Deportes en celuloide", que repasa las mejores películas sobre temas deportivos, sale a diario durante el mes de julio en ABC.es ]

Colin Smith , un espigado adolescente, aparece corriendo sobre un sendero solitario. Mueve demasiado los brazos, balancea el cuerpo sin parar, no levanta las rodillas... Nadie diría que tiene estilo de campeón. La imagen abre la película mientras la voz de Colin avanza lo que vendrá después: “ Correr siempre ha sido muy importante para mi familia , sobre todo para escapar de la policía. Lo único que sé es que tienes que correr, correr sin saber por qué, por los campos y los bosques. Correr sabiendo que una meta no es el final, aunque haya una multitud vitoreándote. Esa es la soledad del corredor de fondo”:

En 1959, François Truffaut estrenó “Los 400 golpes” , cinta fundacional de la “nouvelle vague” francesa y una crítica directa al sistema educativo galo. Tres años después, la versión británica de la “nouvelle vague”, el menos conocido “free cinema”, dio con una de sus obras cumbre: “La soledad del corredor de fondo”. La historia va cargada de intención contra la vieja educación inglesa cuyo protagonista, Colin, parece una versión adolescente del Antoine Doinel de Truffaut. Un chaval de los suburbios que no sabe muy bien qué hacer con su vida. Un corredor de fondo sin meta.

Colin vive en un barrio obrero de Nottingham con su madre recién enviudada, el amante de ésta y sus tres hermanos pequeños. Su mayor aspiración es pasar el día en la playa con su novia. Pero cuando su madre empieza a presionarle para que lleve dinero a casa, termina robando en una pastelería, es descubierto y acaba en el reformatorio. Allí, el director descubre su talento para correr y trata de entrenarle para ganar un campeonato escolar de "cross-country". Su condición de estrella deportiva le convierte en el “niño mimado” del centro.

Por una vez, las carreras de Colin parecen tener un sentido . Se entrena con disciplina, esfuerzo y obediencia, lo que le da la estima de los mandamases. Y una victoria en el campeonato le liberaría del reformatorio, del que saldría convertido en una joven promesa del atletismo con proyección olímpica. Es decir, un hombre adulto con un objetivo en la vida.

El joven corredor va dejándose llevar por este guión, aparentemente domesticado. Hasta que llega el gran día de la carrera. Colin se impone sin problemas a los demás atletas, avanza en solitario hacia la meta... y se detiene unos metros antes. El público le jalea para que siga, a lo que él responde socarrón, invitando a adelantarle al rival que venía detrás. Destroza sus opciones de salir del reformatorio mientras sonríe, desafiante. No quiere sueños olímpicos . Elige la soledad del corredor de fondo.

El espíritu de los sesenta

La película, basada en un libro homónimo de Alan Sillitoe , tuvo el acierto de retratar una ruptura generacional latente. Una juventud que veía como algo ajeno la cultura de esfuerzo y la disciplina de sus padres y profesores. Que se rebelaba contra nada en particular, solo por gozar de la rebeldía.

La conversación de Colin con el psicólogo del reformatorio, cuándo este último intenta ridículamente conversar de igual a igual con el chico, resulta brillante: “-¿En qué pensabas cuando asaltaste la pastelería? -No lo sé, estaba demasiado ocupado asaltándola”. La explosión del rock, las tribus urbanas y el espíritu incoformista de los sesenta ya se iba haciendo sentir. Un rechazo hacia la vieja Inglaterra, a uno de cuyos símbolos de mayor tradición recurre el filme repetidas veces en su banda sonora: el himno de William Blake "Jerusalem" .

Mientras el director del reformatorio entiende el atletismo como una forma de encauzar la energía de los chicos por un camino “honrado”, para Colin es una carrera hacia ninguna parte. Una filosofía de vida incomprensible para los adultos estirados que le rodean. Una filosofía que se convirtió en la identidad de una generación más o menos cuando Bob Dylan componía “Like a Rolling Stone”. O como cantó Bruce Springsteen unos años más tarde: “Cause tramps like us, baby we were born to run”.

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