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Albert Boadella: «Artur Mas da para un “sketch”, no para una obra entera»

No renuncia a la transgresión marca de la casa y esgrime sin complejos la filosofía por la que fue repudiado en su tierra: «No hay nada más español que un catalán»

Albert Boadella: «Artur Mas da para un “sketch”, no para una obra entera» IGNACIO GIL

BLANCA TORQUEMADA

De alguna manera, el hijo pródigo estaba a punto de regresar. Si no él, que no tiene intención de volver a asomar la nariz por los cenáculos culturales de Barcelona, al menos sí iba a hacerlo una de sus obras. Pero «Amadeu», programada por el Teatre Lliure para junio de este año, se ha caído repentinamente del cartel, so pretexto de los recortes de la Generalitat. No le ha sorprendido, como tampoco le ha chocado el revuelo por una reciente entrada de su blog en la que cuestionaba el valor artístico de la obra de Antoni Tàpies.

-La ha vuelto a liar, en plena ola de rendidos obituarios sobre el pintor.

-Bueno, esto es una opinión que ya he materializado varias veces sobre la escena. Tàpies aparece, por ejemplo, en una escena de «Dalí», donde el propio Dalí aparece vestido como el payaso sabio, y Tàpies con la nariz roja del tonto. Por lo tanto, eso no es nuevo. Es lo que pienso y lo que nunca diría de Velázquez, de Tiziano o de Antonio López.

-Pero considerar la admiración hacia su obra como el cuento del vestido nuevo del emperador...

-Pue sí, porque son un tipo de artistas (yo les llamo «bricoleurs», experimentadores de materiales), que juegan con el complejo ajeno. Han descodificado cualquier referencia y, como siempre se necesita un experto para traducir la obra, el público no se atreve a opinar. Estamos como en «El retablo de las maravillas» de Cervantes.

-Ha llegado el tijeretazo y se ha cargado su «Amadeu» en el Teatre Lliure.

-Sí. Ha llegado, digamos, en el momento oportuno. Se ha considerado algo normal, pero no se ha visto, por falta de atención, que los espectáculos que caen por esta cuestión de recortes se colocan en la próxima temporada. ¡«Amadeu» no!

-Y eso que su inclusión en la cartelera barcelonesa llamó mucho la atención. Era su «rentrée» allí.

-En todo caso, una cosa estaba clara. Yo no hubiera ido ni a los ensayos. Pero esto no es un espectáculo que produzca yo, sino una producción de un teatro público que yo dirijo, con lo cual yo no me podía negar a la gira. Lo puedo hacer con un montaje de «Els joglars», pero no con uno de los Teatros del Canal, con dinero público.

-Hablando de los Teatros del Canal, donde este año sí se repondrá «Amadeu»... ¿Se desvirtúa un juglar al dirigir un centro amamantado por las arcas públicas?

-Yo en los Teatros del Canal me lo he pasado muy bien. El reto era llenarlos de una forma distinta, conseguir contenidos inteligentes y al mismo tiempo populares. No sólo dar entrada a las obras de mi gusto, sino a las que yo creo que gustan al conjunto de los ciudadanos, que son los que pagan. Ha sido para mí una actitud cívica. La primera vez, y supongo que la última, en que hago un trabajo dedicado directamente a los demás.

-¿Ve la Cataluña recién reconquistada por CiU igual que la del tripartito?

-Desde la Cataluña de Jordi Pujol todo ha sido la evolución coherente de una forma de educar en los colegios y de la promoción de medios convertidos en un sistema de contaminación mental del ciudadano. Desde el punto de vista teatral, yo ya lo señalé en el año 81 con el primer «Ubú» que hice, cuando todavía no se habían cumplido los primeros cien días de Pujol. Aquel «Ubú rey» parecía entonces que era muy agresivo, pero yo ya había visto exactamente la dirección que tomaba aquello.

-¿Podría hacer «Ubú» con Artur Mas?

-Hombre, hay que pensar que Pujol era y es todavía un personaje muy teatral. No es el caso de Mas, y mucho menos de Montilla, que sólo sirven para un «sketch», no dan para una obra entera. Nos falta el primer actor.

-¿Da por perdida la causa en favor de los toros en su tierra?

-En los toros, el caso catalán es irreversible, pues en Cataluña se consiguió, a base de esta contaminación constante de la mente, que quien iba a los toros tuviera una posición casi heroica, no sólo frente al grupo de antitaurinos que había siempre delante de la plaza, sino también ante sus propios vecinos o amigos. Y esto es muy difícil que tenga vuelta atrás.

-¿Se contagiará el rechazo al resto de España?

-Yo creo que el resto de España aguantará el embate, en según qué lugares, y los toros tardarán medio siglo o un siglo en desaparecer, pero la presión cada vez será más fuerte, porque estamos en una sociedad con poco contacto con el mundo rural y su idea de los animales es una idea un poco a lo Walt Disney.

-¿Qué queda en Madrid del poblachón que retrató Pla?

-Ha cambiado muchísimo. Madrid es hoy mi ciudad y no pienso que he nacido en otra parte. Es una urbe europea, como París o Londres. El Madrid de Pla, o incluso el que yo conocí hace años, estaba muy lejos de una Barcelona mucho menos cateta, pero ahora sucede exactamente lo contrario.

-«No hay nada más español que un catalán», ha dicho. ¿Lo reitera?

-Es una frase de «Amadeu». Históricamente, quienes ahormaron España fueron los cántabros y, desde la otra parte, la Marca Hispánica, en la que estaba Cataluña. Ahí empieza la Reconquista. Por eso lo que estamos viendo es una guerra fratricida. Los catalanes somos tan españoles que hay que pelearse con el hermano. Como sucede con los vascos.

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