Disparar con pólvora del rey
Con un rumor pueden arruinar países y empresas. Y cobran por ello
MONCHO VELOSO
Cuando una agencia de «rating» rebaja la nota de la deuda de un país, su prima de riesgo se dispara; cuando «suspende» a un banco, este se desploma en Bolsa. Con sus informes —solo son opiniones, así lo dicen las leyes que regulan su actividad— ... pueden tumbar Estados y empresas. Y aunque se equivocasen —muchas veces trabajan en base a rumores o meras especulaciones—, nunca serían responsables del mal que pudieran generar. Disparan con pólvora del rey. Y les sale muy rentable.
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Año 2010. En plena crisis de la deuda soberana en Europa, Moody's ganó 772,8 millones de dólares, un 12,7% más; Standard & Poor's, 762,4 millones (+0,8%), y solo Fitch redujo sus ganancias a 125,6 millones (-17%). En los tres primeros meses del año, han aumentado su beneficio hasta un 27% interanual. Las tres controlan el 95% de un mercado compuesto por 74 agencias de calificación crediticia y que genera unos ingresos anuales de unos 4.500 millones.
Las agencias de «rating» son empresas privadas que evalúan la solvencia de los productos financieros y los títulos de deuda de empresas, bancos y países. Indican a los inversores qué y quién es fiable. ¿Y ellas son fiables? Cuando el 15 de septiembre de 2008 Lehman Brothers quebró, sus hipotecas basura lucían todavía una lustrosa triple A, una suerte de matrícula de honor. Sólo unos días después, Estados Unidos salió con 85.000 millones de dólares al rescate de AIG, la mayor aseguradora del mundo y que estaba avalada por Moody's, S&P y Fitch. Se les ha acusado de hacer la vista gorda e incluso de ayudar a pulir los activos más tóxicos del mercado.
Y a pesar de que gobiernos y compañías pongan ahora el grito en el cielo, todos siguen recurriendo a sus «auditorías». Antes eran los inversores los que pagaban para conocer la solvencia de un emisor. Ahora son los emisores los que «compran» sus propias notas. Nadie invierte en nada sin conocer el veredicto de las agencias. «Las necesitamos para conocer el peligro que corremos al invertir», dice Christopher C. Finger, de Riskmetrics Groups. En aras de la transparencia se sigue defendiendo su existencia.
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