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«Me niegan un subsidio y me dicen que soy una minera de 110 años»

Una surrealista cadena de errores burocráticos desespera a una mujer de Cornellá de Llobregat

«Me niegan un subsidio y me dicen que soy una minera de 110 años» INÉS BAUCELLS

JANOT GUIL

CORNELLÁ (BARCELONA)

«Sólo pido que me reconozcan lo que he trabajado, más de veinte años». Por encima de una montaña de papeles asoma, clamando justicia, Pepita Mesas, de 62 años, una vecina de Cornellá de Llobregat (Barcelona) que lleva empantanada durante más de 10 años con la Seguridad Social en una pesadilla burocrática surrealista que la condena a la indigencia.

En el año 2000, una amiga le aconsejó optar en un futuro que le era inminente —tenía 51 años— a una ayuda: al subsidio por desempleo para trabajadores mayores de 52 años, que es de unos 450 euros al mes. Un requisitos es haber cotizado a la Seguridad Social un mínimo de 15 años, como para la pensión de jubilación. Pepita comenzó a solicitar la preceptiva documentación, como los certificados de vida laboral que emite la Tesorería General de la Seguridad Social. Y ahí comenzó su drama...

De primeras, recibió un certificado en que constaba que tenía 110 años y que había cotizado un total de 88 años en el ámbito laboral de... la minería. Una longevidad y currículum récord que, obvio es, nada tenía que ver con el de Mesas, que en veinte años ha alternado trabajos en el sector textil, y en la hostelería. Pepita denunció el dislate, pero con ello inauguró un toma y daca de nuevas documentaciones erróneas, seguidas de reclamaciones desatendidas, y así hasta hoy.

Entre los varios certificados, una característica común: no hay uno igual a otro. Ora sigue constando como una minera centenaria; ora están las empresas donde sí trabajó pero los años en los que estuvo son menos y no suman 15... En algunos casos, a ella le falta documentación para demostrar el error —«antes no te daba según qué papeles»—, pero se queja de que la Administración, como es evidente, no la tenga fichada de forma fidedigna.

Mientras porfiaba por el subsidio, subsistía trabajando de costurera («en negro»), porque su único ingreso oficial, una pensión de viudedad de unos 500 euros, se va para el alquiler. Pero desde 2008 la cosa ha ido a peor. Su lábil salud —tres anginas de pecho e hipotiroidismo—, le impiden coser. Y su hija, que le ayudaba, está en el paro. Quejas, abogados, Defensor del Pueblo.... De momento, nada. «Pues que me paguen los 88 años de minera», espeta mordaz.

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