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MONTECASSINO

EL PAYASO DEL TERROR

Ya no hay vuelta atrás. Pero el payaso ya ha decidido que dejará en su hundimiento un paisaje de espanto

HERMANN TERTSCH

A muchos les parecía ya un simple payaso inofensivo. Había abandonado aquellas ínfulas de líder revolucionario mundial que le llevaron a inundar occidente con petrodólares para promocionar su patético Libro Verde. Había renunciado al programa de armas químicas y biológicas que a finales del siglo ... XX todo buen sátrapa árabe creía tener que desarrollar para mayor gloria, capacidad de chantaje y efectividad criminal. Incluso aceptó reprimir su obsesión por apoyar a cualquier terrorismo que quisiera matar en Occidente. Y acabó revelando datos muy valorados por los servicios de información occidentales sobre las redes del terrorismo revolucionario socialista del pasado. En Europa todos estaban deseando perdonarle al esperpéntico caudillo nómada sus barrabasadas, desvaríos y crímenes. Como mayor productor de petróleo del norte de África, sus cerca de millón y medio de barriles diarios, dan para mucha inversión y negocio. En Londres, hasta Tony Blair se volcó en el esfuerzo de olvidar el pasado de Gadafi y se presentó en 2007 a besar al beduino, mientras los tribunales escoceses hacían piruetas legales para liberar al terrorista que quedaba preso por el terrible atentado del avión de la PANAM sobre la localidad de Lockerbie en el que murieron 259 pasajeros en vuelo desde Frankfurt a Nueva York. En muchas capitales europeas se dio la bienvenida al personaje, para muchos cada vez menos siniestro y más divertido. Se le abrieron los parques públicos para instalar sus «jaimas» y congregar a la prensa para presumir de escoltas tetonas color cobalto y de los nuevos caballos que viajaban con él. Nadie hacía demasiado caso a sus tediosas cantinelas megalómanas, pero todos están atentos y prestos cuando sacaba la pluma para firmar un proyecto o una concesión. Todos toleraban con infinita condescendencia las astracanadas del vejete revolucionario, como se aguantan las de Fidel Castro. Con buen humor y comprensión. Y por supuesto también las de sus hijos, que solían tener

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