Luigi Nono devuelve la fe perdida al público salzburgués
La Felsenreitschule a rebosar para la cuarta y última representación de la obra de Luigi Nono (1924-1990) quería conocer el viernes de primera mano el espectáculo más deslumbrante de la edición. Habría que remontarse una década -reinaba Mortier- para encontrar semejante apuesta del Festival ... por la música de hoy, si se puede denominar así una obra cuyo estreno data de 1975, cuando Nono subía a la Scala de Milán su Gran Elefante, tal como definió el laborioso trabajo que le imposibilitó para escribir los cinco años siguientes a la premi_re.
«Al gran sole carico d´amore» pasará a los anales salzburgueses como «San Francisco de Asís», de Messiaen o la «Cronaca dal Luogo», que Berio calificaba de acción musical del mismo modo que Nono denomina la suya acción dramática, cediendo protagonismo a las voces que inspiraron su composición. Empezando por Rimbaud, con cuyas palabras «al gran sol cargado de amor» titula, para seguir con aquellos que influyeron en el universo creativo de Nono. De Gorki a Brecht y Pavese; de Marx a Gramsci y Fidel Castro; de las palabras de los obreros de la Fiat a La Internacional. Incluso el Che Guevara y su cita «La belleza no está reñida con la revolución», con la que arranca el espectáculo.
Música vanguardista en el sentido estricto, en el apartado sinfónico y el orquestal, que Nono concibe como revulsivo antiburgués y el oyente acusa con estremecimiento. Con anotaciones de la electrónica que descubrió a comienzos de los años cincuenta. La década en la que llegó al Partido Comunista y comenzó a fraguar su idea de socializar la música, cristalizada en los setenta junto con Abbado y Pollini.
«Al gran sole...» podría describirse conceptualmente por los apartados griegos de la literatura, «épica, lírica y dramática» al mismo tiempo. Estructurando el paseo entre la Comuna y el Comunismo a través de cinco mujeres sometidas y aniquiladas por sus ideas, con «La Madre» gorkiana como nexo, que unas actrices interpretan mientras solistas y coro responden a las requisitorias vocales. Deslumbrante el montaje, coproducido con la Staatsoper Unter den Linden de Berlín, de la británica Katie Mitchell, recurriendo a todas las posibilidades multimediáticas. Con especial relevancia de las proyecciones a tiempo real, creando escenas de plástica demoledora, Mitchell rompe tabúes, saltando leyes no escritas. Sin adaptar su trabajo al entorno de las antiguas caballerizas, que convierte en ámbito neutro presidido por una gran pantalla, donde el decorado, aparte del miniestudio de cada protagonista, son la Filarmónica de Viena, incluidas las dos plataformas elevadas para la percusión, y el coro de la ópera vienesa, convertido en Jurado Popular.
Sobresaliente para todos: desde la batuta de Ingo Metzmacher, que consiguió prodigiosos resultados, a la directora de escena Katie Mitchell y cada uno de los solistas y actores. Lo reconocieron diez largos minutos de apoteósica acogida del público, poblado de caras conocidas. Como la de Alfred Brendel, que en diciembre se despedía del piano con la misma Filarmónica que dio vida a la partitura de Nono.
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