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Tengo un cabreo para usted

SI la economía es un estado de ánimo, la crisis es un estado de cabreo. Generalizado. Y televisado en directo. La comparecencia de ZP en el programa de preguntas del respetable de TVE me confortó el ánimo.

-Esas preguntas donde tenía que responderlas es en el Congreso de los Diputados, con la oposición dándole la réplica y no con el hermano de Mercedes Milá haciéndole la pelota y callando la boca a la gente, mosqueada porque no respondió una sola pregunta por derecho.

Por descontado. Pero algo es algo. Principio quieren las cosas. Conforme los invitados se iban levantando a preguntar, a mí se me iba levantando el ánimo. ¿A que no va a ser verdad lo del No Passsssa Nada que repetir suelo? Aquí está empezando a Passsssar Algo. Aquí, de momento, la gente anda con un cabreo que no se tiene, a juzgar por los botones de la muestra televisiva. La lluvia fina de la crisis ha llegado a calar el alma de quienes la sufren. Lo resumió todo la señora que se levantó y dijo:

-Estoy en el paro y no tengo ninguna pregunta para usted. Así que a ver qué respuesta tiene usted para mí.

Ninguna. La respuesta fue como los moros de Queipo de Llano otra vez, pero montados en el camión de la inversión pública y dando vueltas por el plató, repitiendo muchas veces una mentira para convertirla en verdad. Anda que no repitió veces que van a hacer 31.000 obras con el plan mediante el cual los ayuntamientos van a tirar a la calle 8.000 millones de déficit público en cafeterías para los polideportivos y césped artificial para los campos de fulbito. Por muchas veces que repitiera que van a hacer 31.000 obras públicas, la cifra de parados no hay quien la rebaje. Esas 31.000 obras son pan para hoy y hambre para mañana porque tales inversiones no buscan la creación de empleo: buscan los cartelones demagógicos para el mantenimiento del voto. Y ahí, ahí es donde el programa fue una radiografía del cabreo nacional, la mejor encuesta del CIS. ZP hace mucho tiempo que le perdió el respeto a los españoles, pero ahora parece que los españoles han empezado a perderle el respeto a él. Ya le dan con los 600 asesores en toda la cara. Que no son 600 asesores, sino 77. De los que lo menos sobran 70. No lo preguntó nadie, pero si aquí todo el mundo presenta un ERE, ¿para cuando un ERE en la inflación de cargos de confianza absolutamente prescindibles en la Administración?

Y aparte de contemplar los muros de la patria mía del cabreo nacional, pudimos asistir en vivo y en directo al mejor recital de cinismo que nunca ofreció este artista del género. La mejor demostración de su tintorería política en el arte de hacer de lo blanco, negro: «Lutos en 24 horas». Él nunca negó la crisis. Nunca prometió el pleno empleo. El Gobierno no usa carísimos coches extranjeros. Las armas que vende España a Israel no matan; y si matan, matan muy poquito, casi nada, porque son armas de la fábrica de la guerra de Gila, y no como las bombas de racimo que tiran los fanfarrones. Y sigan aguantando la risa, pero él nunca se quedó sentado al paso alegre de la bandera de Estados Unidos. Entre otras cosas porque los Estados Unidos son ahora los buenos de la película. Verá usted lo que pasó: estaban desfilando las tropas de los amiguitos de Aznar, nuestros socios de la guerra de Irak, los del triquitraque con tomate, y ante ésos fue los que yo no me levanté, ¿pero ante la bandera americana? Si no hay nada que me guste más que una bandera americana y más ahora, que la lleva Obama, que es de los nuestros, socialdemócrata de toda la vida. Y consuman: consumid, malditos. Aunque estén ustedes tiesos como la mojama que rima con Obama y en el paro, consuman lo que sea. ¿Cómo? Ah, cómanse el estado de ánimo mismo. Como dijo el autónomo mallorquín de la construcción: «Usted habla muy bien, ¿pero qué hago yo para dar de comer a mis hijos? Con un tercio de lo que gana usted (89.000 euros) yo mantengo a mi familia».

Terrible, pero real como la vida misma. El único que aparecía fuera de la realidad era el presidente. No fue «Tengo una pregunta para usted». Fue «Tengo un cabreo para usted». Del que no me va a sacar su palabrería de sacamuelas, por mucho cinismo que derroche en sus floridas negaciones de la realidad, según le han aconsejado sus 600, perdón, sus 77 asesores. Que ya son asesores, usted...

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