Cine con muletas
F. MARÍN BELLÓN
¿Se le puede regatear una estrella a un cojo? Y si perdió la pierna por un cáncer y debuta como director, ¿quitan puntos de buena persona por hablar mal de su película? Yo creo que Albert Espinosa, excelente dramaturgo y guionista ( ... suyo es el libreto de «Planta cuarta»), sabrá comprender no sólo que alguien sea incapaz de «entrar» en su película, sino el lenguaje incorrecto de este preámbulo, que más de uno aprovechará para jugar a escandalizarse otra vez. Uno de los grandes aciertos de «No me pidas que te bese...» es, de hecho, rebelarse contra esta forma de tiranía.
Espinosa mete en su obra a un grupo de «retrasados» (sic), que a su vez llaman «desmontable» al personaje que interpreta el propio director, porque utiliza una pierna de quita y pon. En realidad, todos ellos son accesorios de una trama algo tópica sobre las dudas de un novio en vísperas de su boda. El tronco del guión es tan robusto como cualquiera, pero Espinosa está tan ocupado con sus sanísimas provocaciones que se olvida de narrar. Incluso la estructura se resiente ante la evidente desproporción entre el peso de las ramas y las raíces, pecado imperdonable viniendo de un dramaturgo.
Entretanto, el omnipresente Espinosa -robaplanos profesional- desparrama su talento para los diálogos, pero ya sea por demérito de los actores (en papeles-trampa) o por un error en el tono general (achacable al jefe) el texto no logra traspasar la fina membrana de la credibilidad. Incluso si el espectador va dispuesto a darse una ducha de ternurismo, necesitaría ayuda adicional para plegar el paraguas del escepticismo. Uno sale del cine como de una fiesta en la que era el único que no se emborrachó. Y ya está bien de metáforas, que hasta los «tontitos» del filme han pillado por dónde se ha escapado una obra estupenda.
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