¿Qué se necesita para ir a un programa de televisión?
Varios concursantes veteranos de famosos concursos desvelan las entrañas de la pequeña pantalla
patricia biosca
Paz Herrera ha ocupado titulares en prensa por superar el récord de Carlos Adán de 39 programas de permanencia en «Pasapalabra» . Con un bote de casi millón y medio de euros, cada tarde mantiene en vilo al público que enchufa el televisor para ... ser testigo del momento. «No pensaba que iba a durar tanto», dice con una sonrisa. Paz no era novata los concursos televisivos. «Saber y ganar» fue su bautismo de fuego hace 16 años y concursó en «Quién quiere ser millonario» una década después. El caso de esta cántabra no es especial: muchos de los concursantes que han hecho vibrar al público con sus victorias y derrotas han repetido en alguna ocasión, quizá porque les haya picado «el gusanillo» de los concursos.
Para concursar en un programa no basta con enviar un correo con tus datos personales, sobre todo en el caso de los culturales. Rafael Guardiola, director de «Pasapalabra» resume los perfiles que se buscan: «No nos vale que sea solo gente muy divertida, pero tampoco sea una enciclopedia y no dé en cámara. No solo tienen que saber, sino, además, transmitir algo». Los aspirantes pasan un rosco telefónico o un casting donde se les hacen varias pruebas de este tipo. Si lo superan, se les convoca para que completen otro rosco delante de la cámara. «Durante el programa, hasta los concursantes que parecen más tímidos se acaban soltando en las últimas pruebas», dice Guardiola.
Los concursantes
Laura Gonzalo, una madrileña «de barrio que va a garitos de metal», según se define ella misma, ya sintió lo que es ganar un bote en ese mismo programa hace dos años. «Me quedé en paro, me cambié de piso... Eché la lotería a ver si tocaba y tocó. Pero no me lo esperaba». Apenas una semana después ya sabía que iba a participar en el concurso. Su juventud y sus gustos son un perfil atípico en los concursos culturales. Quizá por eso tuvo multitud de apoyo a través de internet: un club de fans creó un blog en internet sobre su paso por el concurso y varios perfiles de apoyo en redes sociales. «Lo hacía gente espontánea y aluciné. Soy una tía normal», asegura. No descarta volver a otro concurso, por si «suena la flauta»: «¿Por qué no? Si encuentro otro que me guste, es posible que me anime».
Antonio Sempere, en cambio, se «cortó la coleta» como concursante hace varios años. De hecho, lo hizo casi de forma literal, ya que anunció por televisión que no participaría en más programas. Entre los ochenta y los noventa fue concursante en decenas de concursos, desde «Silencio, se juega», el debut televisivo de El Gran Wyoming, a Quatro, con Paco Vergara. «Cuando empecé la única posibilidad de ver la tele por dentro para un teleadicto de provincias era concursar o yendo a aplaudir, pero en el último caso, el viaje a Madrid o Barcelona corría de tu cargo». Antonio siempre participó en concursos culturales o de preguntas y respuestas, aunque asegura que hoy día no lo haría: «Te juegas mucho en los platós».
«Es cierto que en programas como “Pasapalabra”, con audiencias muy grandes, quedas expuesto al público», apostilla Alberto Izquierdo, otro concursante veterano que ha pasado por programas como «50x15» o «Alta tensión». Sus principales motivaciones, como las de la mayoría de las personas que repiten en concursos en la tele, es la afición y el dinero. «Desde pequeñito me ha gustado saber cosas raras y leer. Pero también te puedes ganar una pasta. Y, ¿por qué no intentarlo?». De hecho, ha llegado a plantearse vivir de su hobby: «Alguna vez sí que me lo he planteado. Pero hay programas a los que no iría. ¡Ojalá pudiera hacerlo! Señal de que habría más concursos culturales».
De profesión: concursante
Pero si alguien sabe de concursos es Fernando Cerezo. Más de cuarenta programas llenan su currículum televisivo, desde el veterano «El precio justo» a «El millonario», el último programa en el que estuvo el año pasado: «La media son dos concursos al año, aunque ha habido otros de cinco. Ahora tengo “mono”», reconoce. Su experiencia le ha llevado incluso a escribir una guía, «Cómo participar con éxito en los concursos de la tele», en la que da las claves para ganar en este tipo de programas. Pero su fama a veces ha sido un inconveniente: «En general, a las productoras no les gusta que seas conocido. Hay programas en los que sé que no me han seleccionado por haber participado en varios concursos». El director de «Pasapalabra» matiza: «Procuramos que los concursantes no hayan estado en otros programas, pero tampoco vamos a discriminar a un buen participante por ese motivo».
Lo cierto es que todos coinciden en un punto: lo grato de la experiencia. «La motivación económica cada vez pesa menos. Es cierto que te puedes dar un capricho si consigues ganar algún programa, pero lo mejor es todo lo que lo envuelve: los casting, el plató, los presentadores... Aún me sigo sorprendiendo», concluye Fernando. Quizá esa sea la «magia» de la tele de la que todos hablan y el motivo por el que repiten.
«Entrenar, entrenar y entrenar»
Javier Ajo se llevó el rosco de «Pasapalabra» en 2010. Desde que se apuntó al concurso hasta que le llamaron pasó un año, un tiempo que empleó para prepararse para ese momento. Este madrileño afrontó esa etapa «como una oposición», ya que su condición de prejubilado se lo permitía. Después compartió su experiencia con Lilit Manukyan, otra concursante armenia que sorprendió a la audiencia española por su dominio de nuestra lengua, aún sin tenerla de idioma materno. Meses después, en un especial del programa, maestro y alumna se enfrentaron en un reto en el que Lilit consiguió ganar a Javier.
- ¿Cómo fue su experiencia en «Pasapalabra»?
- Fue muy gratificante. No sé cómo te tratarán en otros concursos, pero el equipo de «Pasapalabra» es realmente encantador, desde Christian a los chicos del casting, pasando por maquilladoras, director... hasta los cámaras son gente maja. Durante la grabación reina el buen humor en un ambiente muy distendido y los invitados, normalmente, colaboran también en que te sientas como en casa. Pasado el trauma del primer programa, conforme te vas acostumbrando a todo aquello, te acaba pareciendo casi una reunión de amigos.
- ¿Por qué se decidió a participar en el concurso?
- Por la pasta, claro. Viendo el programa en casa durante una larga temporada y poniéndome a prueba, me di cuenta de que tal vez no haría tan mal papel si me presentase. Me frenaba el miedo escénico, claro, la posible traición de los nervios, pero tenía la impresión, que después se confirmó, de que no me iban a impedir rendir al cien por cien. Normalmente los retos me ponen las pilas, no me bloquean, así que decidí llamar para participar.
- ¿Cómo se entrenó?
- Veía todos los programas y, con ayuda de Google, encontraba en los diccionarios o en la Wikipedia las respuestas que no conocía, y con esas palabras hacía una lista que después repasaba. Cuando buscaba una palabra siempre surgían dudas sobre otras palabras parecidas en la forma o en el significado, o pertenecientes al mismo campo semántico, y las buscaba también, con lo que la lista se iba enriqueciendo con muchas más palabras que las que en principio habían aparecido en el programa. Con todo esto te acabas familiarizando con las formas de definir del diccionario, cuándo te están pidiendo un sustantivo, cuándo un adjetivo, cuándo un verbo, etc., y con las manías de los lexicógrafos y de los guionistas del concurso. Además, claro, durante el periodo de preparación, vas por la vida con los ojos y los oídos bien abiertos, localizando en lecturas, conversaciones, informativos de televisión, etc., toda cuanta palabra o nombre propio puedan ser candidatos a aparecer en un rosco, especialmente los más raritos, que empiecen por Z, que contengan la Ñ o la X, por ejemplo. Bauticé a este método, de broma, como «concursismo científico».
- ¿Cómo contactaron Lilit y usted para para empezar a entrenarla?
- La conocí en un foro de Internet. Como el resto de los foreros, me quedé alucinado de su domino de nuestro idioma, teniendo en cuenta su corta estancia en España y, dado que yo tenía un material y una experiencia que ya no me iban a servir para nada, decidí compartirlos con ella.
- ¿Cuál era el método que seguían?
- A través del correo electrónico yo le ponía roscos para que ella los respondiera. Después se los corregía y comentaba sus fallos, intentando siempre extenderme más sobre aspectos de la cultura española que ella, en su calidad de extranjera, no podía conocer.
- ¿Qué sintió cuando ella le venció en el rosco?
- Pues un sabor agridulce, como se puede suponer. Algo frustrado por haber perdido, claro, pero contento de que mi amiga continuase concursando y, por qué no, también un pelín orgulloso de haber contribuido (aunque en una parte mínima) a que ella se hubiese convertido en una concursante de élite.
- Después de su incursión en «Pasapalabra», ¿le apetece volver a participar en otro de estos programas?
- ¡Claro que sí! Pero tendría que ser un concurso que se adapatase a mis características; es decir, tipo «Pasapalabra» o «Saber y Ganar». Tal vez también «Ahora Caigo», pero mucho menos, o «Atrapa un Millón», muchísimo menos. Sé que sería un negado, por ejemplo, en «Cifras y Letras»: no sirvo para localizar patrones descolocados. He llamado a «Ahora Caigo», pero no han contactado conmigo todavía. En cuanto a «Saber y Ganar», me impone un poco de respeto, sobre todo teniendo en cuenta la mísera dotación económica de sus premios: tienes que demostrar que eres la Larousse para llevarte un puñadejo de dinero más simbólico que otra cosa.
- ¿Cuáles son los «trucos», si es que hay alguno, para poder ganar en «Pasapalabra»?
- El truco principal es entrenar, entrenar y entrenar; eso sí, con una pizca de astucia y picardía. Infinidad de gente se parte el lomo para aprobar una oposición con la que van a ganar 1.000 euros limpios al mes durante, pro ejemplo, 35 años, lo que da menos de 500.000 de euros en toda su vida laboral ¡suponiendo 14 pagas anuales, especie en extinción!. Pues bien: con el bote actual de «Pasapalabra», una vez descontados los impuestos, tienes bastante más que eso y, además ¡sin tener que madrugar ni aguantar a tu jefe durante 35 años! La inversión, como se ve, merece la pena. Ya sé que hay algo de falacia en todo esto, porque es mayor la proporción de aprobados en una oposición que la de ganadores de botes millonarios, pero, aún así, me parece que vale la pena intentarlo.
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