Martín Sotelo: «Mi reto es hacer verosímil lo increíble»

-¿Qué se va a encontrar el lector en «La vida muerta»? ¿Qué esconde su título?

-Dos historias parecidas, paralelas, pero con distinto final. La historia de dos parejas unidas por la siniestra figura de un médico, el doctor Dangel, que en lugar de sanar mata, y al que todos parecen buscar para realizar sus deseos, con lo cual es un personaje ambiguo, casi un dios, que se debate entre dar vida y quitarla a su antojo. El título esconde una metáfora de aquello que leí yo en un ensayo de Montaigne: «Una fuerte imaginación genera el acontecimiento». Es decir, cómo de la vida nace la muerte y de la muerte la vida y cómo somos tanto más capaces de soñar cuanto más nos aplasta la realidad; es entonces cuando la fantasía despliega sus alas y vuela libre y desesperada.

-Usted ejerce casi de psicólogo al escribir sus novelas. ¿Cómo consigue adentrarse de manera tan nítida en la mente de sus personajes?

-Por mimesis, sugestión e intuición. Creando en torno a ellos una atmósfera propicia y otorgando a los personajes un poder tan absoluto que ellos mismos terminan por desenmascararse.

-Los principales personajes de la novela (el doctor Dangel, el barquero Gundi, el visitador médico Leo Rufo o Lina Doménech, entre otros) viven atormentados por su pasado y por su contexto. Algo similar les pasaba a los personajes de su anterior novela, «Bailes de medio siglo». ¿Cuál es el motivo de crear personajes tan oscuros?

-Entre las sombras se suelen hallar las luces más rutilantes, si por luces rutilantes entendemos pureza y verdad.

-Lo mismo pasa con su narrativa, que es atrayente pero agobiante al mismo tiempo. ¿Qué influencias estilísticas tiene?

-Las influencias son tantas que ya no sé ni lo que me influye. Pero dentro de dichas influencias cobran mayor importancia para mí las musicales, pictóricas o cinematográficas, siendo también las literarias muy importantes, obviamente.

-¿Y cuál es su reto a la hora de escribir?

-Mi reto es hacer verosímil lo increíble, y que sea justo un pasaje real lo que más chirría o sorprende o más increíble parece. Esto no hace sino confirmarme en mi idea de que he logrado lo que quería y que funciona.

-Los personajes de su novela huyen de su pasado y persiguen un sueño. Es muy típica la tan manida pregunta de si la novela es autobiográfica, ¿pero ha vivido alguna experiencia parecida a las que cuenta en la novela?

-La parte más autobiográfica o personal de una novela no son tanto los hechos que en ella se cuentan sino las emociones. Yo he sentido, por ejemplo, ese aburrimiento del barquero leyendo noveluchas al pairo en el río. En mi caso no era sobre una barca sino tendido en una cama y el río no era río sino un pueblo en donde uno parece estar flotando en el letargo de los días iguales y sin nada. No es lo mismo pero es igual.

-Por lo que se refiere a los sueños, ¿cuál sería el suyo?

-Cualquiera que no se pueda cumplir. En mi caso, el más recurrente se me presenta cada vez que me pongo a escribir; sueño con conseguir terminar una novela sin la frustración que se experimenta al percatarse de la brecha que se abre entre lo que se pensó o soñó y lo que finalmente se logra con palabras.

-Quizás uno de sus sueños es convertirse en un escritor de prestigio. ¿Ayuda contar con la crítica de una figura literaria como Juan Marsé en su segunda novela?

-Pues no sé si ayudará; pero lo que sé es que para mí es un honor, ya que Juan Marsé es el escritor vivo al que yo más admiro.