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Jorge Manrique en el Quijote

Santa María del Campo Rus: ¿Será este el lugar del que «no quiero acordarme»?

Jorge Manrique en el Quijote

por josé manuel ortega cézar

En la actualidad cualquier lector de El Quijote con medianos conocimientos de la literatura española de los siglos XV y XVI percibirá que la obra de Cervantes es un resumen de la literatura de estos siglos que la han precedido; como ya lo analizaron Rodríguez ... Marín, Astrana, Martín de Riquer y otros. Más recientemente, dos estudiosos cervantistas, Joaquín González Cuenca y Carlos Romero han llegado a la misma conclusión: todos coinciden en afirmar que en El Quijote concluyen las narrativas ya empleadas con anterioridad: la novela de caballerías, el amor cortés del siglo XV – en particular en la relación de Don Quijote con Dulcinea – la literatura de viajes, la novela pastoril, la poesía del Cancionero: no hay que olvidar que El Cancionero General de Hernando del Castillo fue el sustrato de la lírica del Siglo de Oro; todos lo leían, algo que Lope de Vega reconoció explícitamente.

Esta gran obra de compilación fue editada por primera vez en Valencia en 1511 y en ella aparecen cuarenta y una de las cuarenta y cinco composiciones poéticas de Manrique: las Coplas por la muerte de su padre no aparecen hasta la edición de 1535.

Dentro de la recreación de Cervantes de la literatura de los siglos precedentes no podía faltar Don Jorge: en la parte I Capítulo XIII de El Quijote ya nombra el autor a los manriques como a una de las «más ilustres familias de los venideros siglos».

El alemán Helmuth Hatzfeld en su libro El Quijote como obra de arte del lenguaje dice: «de igual modo se las ha Cervantes con las alusiones a la poesía artística oculta. Las mismas grandiosas Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre no dejan de ser materia para sus intenciones cómicas. Sancho consuela, una vez más, a su derribado amo con las palabras: señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres, pero si los hombres las sienten demasiado se vuelven bestias; vuesa merced se reporte, y vuelva en sí, y coja las riendas de 'Rocinante', y avive y despierte, y muestre aquella gallardía que conviene que tengan los caballeros andantes». (El Quijote. Segunda parte. Capítulo XI).

Las palabras de Sancho recuerdan y parodian las de Manrique:

Recuerde el alma dormida

Avive el seso y despierte.

«¿Qué se hicieron los cien escudos?» pregunta Sansón Carrasco en el Capítulo IV de la segunda parte de El Quijote. Rodríguez Marín, en su edición anotada, precisa: «Hoy preguntaríamos: ¿qué se han hecho o qué fue de los cien escudos? Pero el Bachiller lo pregunta como preguntaba Jorge Manrique en sus Coplas».

Es evidente que Cervantes conocía la poesía de Manrique y probablemente la admiraba. Quiero, ahora, hacer hincapié en esa fuente de inspiración que fue la obra del capitán-poeta para el autor de El Quijote con dos sugerencias inéditas que probablemente han pasado desapercibidas a especialistas y lectores, a cuya opinión las someto ahora:

1ª.- Escribe Cervantes en el Capítulo XXV de su primera parte:

Llegaron en estas pláticas al pié de una alta montaña, que casi como peñon tajado estaba sola entre otras muchas que la rodeaban: corria por su falda un manso arroyuelo...

Dice Jorge Manrique en su Castillo del Amor:

La fortaleza nombrada

está en los altos alcores

de una cuesta,

sobre una peña tajada,

maciça toda de amores,

muy bien puesta.

(…………)

y cerca a las otras partes

un río mucho crescido

que es membrar.

2ª- En el Capítulo XXV de la II Parte, Sancho Panza exclama: «¡Voto a Rus!» cuando contesta a Maese Pedro. Cervantes dice refiriéndose a éste: «es un famoso titiritero que ha muchos días que anda por esta Mancha de Aragón», que algunos historiadores llaman la Mancha de Montearagón. La espontaneidad, la rotundidad y la manera antiretórica de expresarse Sancho hacen pensar en un voto sobre algún lugar conocido y cercano. Por otra parte es la única vez que Cervantes emplea esta exclamación en toda su obra literaria.

Ningún estudio o edición anotada nos ha sabido decir de dónde puede proceder este juramento. Yo me atrevo a hacer eso que Américo Castro llamaba una hipótesis interpretativa: los protagonistas, tal y como dice el autor, estaban en la llamada Mancha de Aragón que históricamente era una pequeña parte de la provincia de Cuenca ahora englobada en el partido judicial de San Clemente, en la parte manchega de esta provincia. En la época de Cervantes con este nombre de Rus, en esta zona, sólo existían los restos de una pequeña fortaleza, hoy desaparecida, el río de este nombre y un pueblo llamado Santa María del Campo Rus que hoy todavía existe siendo un bonito pueblo.

En este lugar murió Jorge Manrique el 24 de abril de 1479 después de ser herido, cerca del Castillo de Garcimuñoz, por las tropas del Marqués de Villena, partidario de la Beltraneja en la guerra que ésta mantenía contra Isabel la Católica por la Corona de Castilla.

Es muy probable que Jorge Manrique escribiera en el lugar donde falleció Las Coplas a la muerte de su padre. La muerte del poeta y el testamento que realizó están detallados en las Relaciones topográficas de los pueblos de España enviadas hacer por Felipe II en 1578.

Cabe pensar, continuando con las hipótesis interpretativas, que Cervantes, escritor, viajero y por entonces recaudador de impuestos de la Corona conociera bien estas Relaciones de Felipe II y, en desarrollo de sus funciones o como simple admirador de Manrique, fuera a visitar este pueblo que no estaría lejos, dado que el Capítulo XXV del El Quijote se desarrolla en esta zona. Sabía que allí había muerto uno de sus poetas más queridos y maldice la muerte donde se produce.

Como el pueblo se llama Santa María del Campo Rus y no va a nombrarlo y menos el principio de su nombre, pone en boca de Sancho el juramento de «¡Voto a Rus!» maldiciendo de esta manera la desaparición del poeta. ¿Sería Santa María del Campo Rus el «lugar de cuyo nombre no quiero acordarme?». Existe un libro del escritor zaragozano Ramón Serrano Vicens titulado Ruta y patria de Don Quijote, editado por la Diputación de Cuenca en 1966, que defiende esta teoría basándose en el análisis de las rutas de las tres salidas de Don Quijote y que en su día generó una viva polémica a la que no fueron ajenos hispanistas franceses que, en parte, se inclinaron a favor de la tesis de Serrano Vicens.

Así, lector, tratando de encontrar huellas de Jorge Manrique en Cervantes llegamos, especulando, a la existencia de un hilo emocional que conectaría a estos dos genios de la literatura universal. Algo que aparte de dar lugar a una sugerencia sorprendente, a nosotros nos llevaría, tal vez, a la melancolía.

JOSÉ MANUEL ORTEGA CÉZAR es autor de los libros:

-Jorge Manrique a través del tiempo (Toledo, Servicio de Publicaciones de Castilla-La Mancha, 2007)

-Catálogo razonado de una biblioteca manriquista (Toledo, Servicio de Publicaciones de Castilla-La Mancha, 2009)

-Jorge Manrique en la poesía contemporánea, Antología 1950-2014 (en proceso de edición)

Jorge Manrique en el Quijote

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