De vender la empresa por un millón de dólares a dirigir internet: así pasó Google de la nada al todo en sus 25 años

Como muchas de los grandes ingenios y marcas paridos en Silicon Valley, Google también nació en el garaje de una casa residencial del estado de California. Sus cofundadores, Sergey Brin, originario de Moscú, y Larry Page, del estado de Michigan, se conocieron en la Universidad de Stanford en 1995, cuando ambos eran estudiantes de posgrado en Ciencias de la Computación.

No hicieron buenas migas al principio, pero eso cambió rápido. Por entonces, Page ya tenía una visión: la creación de una herramienta de búsqueda que permitiese acceder de forma sencilla a todo el contenido que, día tras día, iba engordando internet. Un sitio que, además, jerarquizase y mostrase al usuario en todo momento las mejores fuentes en función de la información que estuviese intentando localizar en ese gran campo sin cercas que, por entonces, ya comenzaba a ser la red. No tardó en comenzar a trabajar con Brin para hacer que esto fuese posible.

La primera intentona llegó con un motor de búsqueda que se llamó Backrub y que estuvo operando en la red entre 1996 y 1997. En 1998, la herramienta cambió de nombre y nació Google. Por entonces, la compañía apenas tenía cuatro trabajadores y Brin y Page habían paralizado sus estudios de posgrado. La empresa había conseguido financiación de amigos, familiares e inversores.

Apenas unos meses después intentaron vender la empresa, pidiendo por ella entre un millón y 750.000 dólares. No consiguieron alcanzar ningún acuerdo. Si lo hubiesen logrado, habrían perdido por casi nada un negocio que, pocos años después, con la explosión definitiva de internet, comenzó a facturar decenas de miles de millones de dólares por trimestre. Y todo gracias a la publicidad; ese gran negocio de la red de ahora que, en su momento, no le hacía especial gracia a ninguno de los cofundadores, como los reconocieron en un artículo publicado en 1998.

En los años siguientes, Google creció rápidamente, contrató ingenieros y creó un equipo de ventas. La empresa adoptó el lema 'No seas malvado' en un intento de marcar distancias con otros competidores que, a juicio de los trabajadores de la incipiente tecnológica, no terminaban de respetar a sus usuarios y su bien digital más importante: los datos. Los mismos en los que, a día de hoy, se basa buena parte del negocio digital.

Las cosas fueron bien para el negocio desde el principio. En los primeros meses de 1999 Google ya había conseguido, aproximadamente, 25 millones de dólares en financiación de fondos de capital de riesgo. No necesitó ni dos años de vida para convertirse en el motor de búsqueda dominante en la red. Para 2020, el buscador ya se encargaba de gestionar 18 millones de consultas diarias.

Google se había convertido en una de las empresas de más rápido crecimiento en la historia de la tecnología. Page y Brin ya ni se planteaban vender. Ni siquiera cuando Yahoo llegó en 2002, año en el que los cofundadores ya habían cedido la dirección de la empresa al veterano Eric Schmidt, con una oferta en firme de 3.000 millones de dólares. Y no les faltaba razón, un par de años después, la empresa salió a bolsa con una valoración de 27.000 millones de dólares.

Para 2003, Google ya operaba en España. Desde entonces, ha sido el sitio favorito de los españoles para llegar a todas partes. Como recordaba la empresa en una reciente publicación en su blog, a lo largo de los últimos 20 años, los listados de términos más buscados en el sitio han reflejado el auge de redes sociales como Tuenti o Facebook; sucesos que han marcado la actualidad como la Ley Antitabaco, la moción de censura o el coronavirus, y otros elementos que ya forman parte de nuestra cultura popular como el Operación Triunfo, el Ecce Homo o 'Despacito'.

Android, a día de hoy, es el sistema operativo empleado por 3.600 millones de usuarios. El más popular del mundo. Google lo adquirió en 2005 por 50 millones de dólares. Un negocio que, a la larga, a acabado siendo todo un chollo para el buscador.

Lo mismo se puede decir de YouTube. En 2006 internet ya comenzaba a despuntar y contaba con, aproximadamente, 1.000 millones de usuarios activos. Algunas páginas empezaron a llamar especialmente la atención de los internautas y el sitio de vídeos, sin duda, se encontraba dentro de esta lista.

Aquí Google tuvo que rascarse más el bolsillo. En concreto, tuvo que pagar más de 1.600 millones de dólares por la plataforma. Pero, de nuevo, la jugada fue maestra. En 2022, solo gracias a los anuncios, YouTube generó unos ingresos para Google de 29.000 millones de dólares.

Al poco tiempo llegó la nueva versión mejorada del buscador: Chrome. Para 2009, Google sacó de fase beta su propio servicio de correo electrónico, GMail. Desde ese momento, todas las principales piezas del imperio tecnológico estaban en su sitio. La compañía estadounidense cerró ese año con un beneficio neto de 6.520,4 millones de dólares (4.610 millones de euros), lo que supuso un incremento del 54,2% respecto al año anterior.

Google no ha dejado de crecer. Actualmente, sus beneficios anuales alcanzan los 280.000 millones de dólares, la mayoría gracias al negocio de la publicidad. Es lo que tiene ser el buscador predilecto del 90% de los usuarios que navegan por internet, que tienes muchas más probabilidades de que te vean, que es lo que, al final, quieren los anunciantes. Sin embargo, el camino para llegar hasta aquí no fue especialmente alegre. Porque igual que en casi todas las grandes historias de las tecnológicas, en la de Google también es fácil encontrar puntos oscuros y tropiezos.

La empresa fracasó sonoramente con sus gafas de realidad aumentada Google Glass, lanzadas en 2013. No llegaron a nada, ni a nivel de usuario ni a nivel de empresa. La tecnológica también apostó ese mismo año por la creación de una nueva filial llamada Calico dedicada a combatir el envejecimiento del ser humano y de la que, diez años después, poco se sabe.

En 2015, Google cambia de nombre como empresa y pasó a ser conocida como Alphabet. Ese mismo año, Sundar Pichai se convirtió en el director ejecutivo del imperio más importante de internet. El negocio seguía (y sigue) viento en popa; sin embargo, poco a poco, los problemas y las tensiones con los reguladores, tanto en Europa como en Estados Unidos, han ido en aumento. Actualmente, la compañía está siendo investigada en Estados Unidos por los pagos a fabricantes de dispositivos para que su navegador sea el predefinido en terminales como los iPhone. Mientras tanto, las investigaciones y las multas por monopolio se suceden.

En estos momentos, la empresa está volcada en el desarrollo de sistemas de inteligencia artificial que permitan que sus servicios sigan siendo los favoritos de los usuarios. A inicios de año lanzó Bard, su propios sistema tipo ChatGPT y en apenas unos meses, el navegador sufrirá un importante lavado de cara gracias a la inteligencia artificial generativa. Esto puede tener importantes efectos en el negocio de miles de empresas que dependen del tráfico de internet para mantenerse a flote.