Instagram: la generación que mata por el «selfie»
La plataforma de la vanidad, que ha cambiado la manera de comunicar en internet, cumple diez años como la niña bonita del conglomerado Facebook
Hay un dicho muy español que retrata el momento presente de sobreexposición digital: una imagen vale más que mil palabras. Cuando dos jóvenes universitarios llamados Kevin Systrom y Mike Krieger crearon Instagram en octubre de 2010, ahora diez años después, las redes ... sociales habían basado su relevancia en ofrecer varias funciones a la vez. A diferencia de los servicios que habían entonces, el servicio apostó por la simpleza: la fotografía. Y, con el tiempo, ha asentado las bases de una generación «selfie», obsesionada por la belleza, el culto al cuerpo y explorar la vanidad.
Una adicción que en muchas ocasiones, ha sobrevenido a la desgracia: chicos jóvenes han sufrido caídas y accidentes por buscar el enclave perfecto, la fotografía más arriesgada o la escena más atrevida posible. La realidad es que se ha extendido en la sociedad, sobre todo entre la gente más joven, un fuego difícil de apagar: si no se publica no ha existido nunca. Todo, absolutamente todo, tiene que retratarse y exhibirse en público. Si no nadie se lo creerá.
Instagram ha contribuido con estos nuevos hábitos impulsados por las distintas plataformas digitales . Se hizo muy popular al poco de estar activa gracias a sus filtros fotográficos. Razón de más para sacar al fotógrafo que crecía en nuestro interior. Retocando, editando, aplicando efectos o, como se hiciera con una función lanzada en su debut, desenfocando algunas escenas. Todo ello generó una cultura alrededor de los viajes o la moda. Y, conforme pasó el tiempo, por el ego digital: mostrarse uno mismo .
En los primeros años no había «selfies», los autorretratos. «Compartían lo bonito que era su ciudad, su entorno personal. Eran más fotos de lo que les rodeaba». Así lo recuerda en conversación telefónica Phil González . Es pionero en Instagram y creador de «Instagramers», la comunidad más grande de usuarios de esta plataforma y autor, además, del libro e «Instagram y todos sus secretos» ( Anaya Photoclub, 2020 ). En su opinión, la plataforma se ganó el afecto de muchos usuarios porque existía ya una cierta hostilidad en Facebook, plataforma que se hizo famosa por interactuar con los amigos, o Twitter, servicio que ha fomentado interacciones de personas desconocidas.
Al contrario que estos dos medios, Instagram era un páramo a explorar, a colonizar. Y qué mejor que hacerlo con buena voluntad y abordando las publicaciones desde una perspectiva de serenidad. De hecho, agitó el mercado de las aplicaciones: alcanzó los 100 millones de usuarios en dos años, una cifra que no había logrado ninguna otra herramienta digital hasta ese momento. Un escenario que incrementó el interés por parte de Mark Zuckerberg , fundador de Facebook.
Hubo, en cambio, dos factores que revolucionaron la herramienta y, de paso, la relación de los usuarios con internet: la compra de Facebook en 2012 que potenció la versión para Android y, sobre todo, los «selfies». En torno al 2013 -reconoce este experto- se produjo el boom de este tipo de imágenes gracias al «stick», un palo extensible que permitía tomar fotos de uno mismo o en grupo con el teléfono móvil. « Lo potenció mucho », recuerda.
Otro factor determinante fue la evolución y mejora de la cámara frontal de los teléfonos móviles en los últimos años. «Le dio [a los usuarios] una excusa para compartir sus fotos. Para los primeros “instagramers”, subir una foto de ellos mismos era algo fuera de lugar porque podían ser tildados de proponentes», insiste González. Pero, como sucediera años antes en Twitter y Facebook , la entrada de las celebridades que empezaban a contar su vida personal incentivó la aparición de un tipo de contenido donde los usuarios se exponen más abiertamente. « Facilitó el boom de que la gente mostrara más su intimidad », añade.
«Instagram ha cambiado la tecnología y los negocios, la cultura y la comunicación. Y también nos ha cambiado a todos nosotros», relata Sarah Frier , periodista de Bloomberg, en «Sin filtro: La historia secreta de Instagram» ( Conecta, 2020 ). Una obra en la que se ofrece una perspectiva, hasta ahora desconocida, de cómo la plataforma ha alcanzado la influencia global que tiene hoy. Solo hace falta ver su público para darse cuenta del buen ojo que tuvo Zuckerberg para garantizarse el futuro: el 71% de los «instagramers» son «millennials» o pertenecen a la llamada «Generación Z» (menores de 35 años).
Desde su creación como una aplicación simple e intuitiva, Instagram se ha convertido en «una máquina de hacer famosos» como nunca antes se había visto ya sea en el patio de los colegios, en el mundo cultural o en el de la moda en busca de un reconocimiento digital obtenido gracias a los «me gusta», comentarios, seguidores y espectaculares acuerdos con distintas empresas. «El mundo del selfie estaba antes de Instagram, pero ha producido un fomento de la autoimagen, sobre todo, entre la gente joven», según declara vía telefónica Lorena Fernández Álvarez , directora de identidad digital de la universidad de Deusto.
El algoritmo perverso que prefiere ropa escasa
No fue, posiblemente, la pretensión original de sus creadores, pero este tipo de servicios han variado comportamientos de los ciudadanos. Culpa, en parte, se debe al «me gusta». Un botón introducido originalmente en Facebook como reconocimiento social que ha derivado en «dinámicas perversas», según declara Fernández Álvarez.
La culpa -asegura- se debe al algoritmo de organización de publicaciones, que ha ido ajustándose con el tiempo. En los últimos meses se ha priorizado a las fotos de personas con poca ropa. Un círculo vicioso que ha llevado a que cuando un usuario introduce en el buscador de Instagram una localización de ensueño se devuelva imágenes de chicas jóvenes posando, generalmente, en bañador o ligeritas de ropa . Y eso, en opinión de esta socióloga, ha tenido una consecuencia evidente: «Está teniendo un impacto en las sociedades porque necesitas el reconocimiento social y eso te llega cuando publicas determinadas imágenes tuyas en determinadas posiciones».
De la vida artificial a la vida «real»
Instagram ha contribuido a cambiar, definitivamente, los hábitos de los usuarios. La «app», creada para darle relevancia a la fotografía, ha derivado en un escaparate de vidas artificiosas, idílicas y, en muchas ocasiones, de verdaderas farsas. En esto también ha contribuido la llegada, en 2016, de las «stories» , imágenes que se eliminan pasadas las 24 horas y que se inspiraron directamente de Snapchat, la única plataforma con la que técnicamente ha rivalizado.
Estas pequeñas porciones de imágenes también han puesto en bandeja el culto al cuerpo de sus seguidores. Aunque todo empieza a cambiar de una manera brusca. «Instagram nos hizo tomar conciencia de nuestra marca personal», añade González. Después de muchos años de vida filtrada y artificial, donde queríamos mostrar lo guapo que somos, ahora hay un movimiento creciente que apela a la antiestética: mostrar la vida real con sus defectos y cicatrices. Sin cortapisas. Y su nombre ha generado un conflicto geopolítico sin precedentes: TikTok.
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