El lento renacer de la Navidad en Belén después del Covid
El patriarca latino de Jerusalén aseguró en la solemne misa de Nochebuena que «la violencia parece haberse convertido en nuestra principal forma de comunicarnos»
Belén
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Iniciar sesiónEn el Campo de los Pastores, a tres kilómetros de Belén de Judea, la ciudad donde nació Jesús, el padre Falo, uno de los franciscanos que vive en este lugar, tuvo que habilitar la noche del pasado 24 de diciembre diez espacios para poder celebrar ... la Misa de Nochebuena. No se alcanzó la cifra de 130 misas, como justo el año antes de la pandemia, pero la noche más importante para la Iglesia Católica comenzó a recuperar el pulso y sus cien celebraciones eucarísticas abrieron la puerta al renacer de esta ciudad.
Las calles de Belén empiezan lentamente a recuperar el bullicio que siempre ha caracterizado a esta ciudad los días de Nochebuena. Para la mayoría de la población son días de fiesta, de negocio, ya que la minoría católica, solo son mil creyentes contabilizados en la parroquia de una población de unos 27.000 habitantes, apenas se hace notar en una población de mayoría musulmana. El Belén instalado en la Plaza del Pesebre, centro neurálgico de la ciudad, frente a la Basílica de la Natividad levantada sobre el lugar que nació Jesús, es prácticamente el único símbolo católico que se aprecia en las calles, rodeado de puestos ambulantes y de un ambiente festivo alejado del verdadero sentido de la Navidad para la Iglesia Católica.
Pero los turistas llegados desde fuera traen a Belén la devoción y el sonido de las gaitas y tambores de cientos de Boy Scouts desde primeras horas de la mañana del 24 de diciembre, anuncian la llegada del patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa. Este atronador sonido, que se prolonga durante toda la mañana, logra silenciar las llamadas a la oración del muecín desde los minaretes de Belén.
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El tradicional peregrinaje del patriarca desde la Ciudad Santa hasta la Basílica de la Natividad tiene en Belén un colorido especial. A lo largo de toda la calle de la Estrella, la arteria más antigua de Belén, desfilan a ritmo de tambores las bandas palestinas, hasta desembocar en la plaza del Pesebre. Una plaza que este año no ha registrado las largas colas de católicos para visitar la gruta donde la tradición dice que nació Jesus. «Hay menos gente que antes de la pandemia»,
comenta a ABC Julio Segador, corresponsal de la radio alemana ARD en Israel, que se ha desplazado a Belén para cubrir las celebraciones religiosas, «ayer en la Iglesia la cola para poder entrar en la gruta solo llegaba al interior de la Iglesia, hace tres años salía hasta la plaza central».
Este lento renacer de Belén también se refleja en los negocios de la zona, que han tenido que modificar su forma de vender durante la pandemia: «Muchos de nosotros cambiamos la forma de vender y en la pandemia lo hicimos on line», asegura uno de los comerciantes de la zona cercana a la plaza del Pesebre. Un negocio a través de internet que ha venido para quedarse.
Los hoteles también recuperan la ocupación, hasta un 80 por ciento durante la celebración de la Navidad, y las previsiones eran alcanzar entre 100.000 y 120.000 visitantes. En esta primera Navidad sin Covid hasta Belén han llegado peregrinos de todo el mundo, destacando especialmente los turistas procedentes de Vietnam, como comenta el padre Falo, sorprendido por la nacionalidad de los grupos de visitantes: «Nunca había habido tanta afluencia de católicos procedentes de este país». También hay grupos de Indonesia y Timor. El acento hispano lo han puesto estos días grupos de mejicanos y católicos como Danny, de la Comunidad de Tierra Santa de la Iglesia de San Pedro de Jaffo en Teo Aviv, que se acercó a Belén con «mucha ilusión por poder regresar después del Covid».
Todos los católicos que visitan Belén, algunos duermen en la ciudad y otros se desplazan desde Jerusalén, esperan con devoción el momento más importante de la Navidad: la misa solemne en la Iglesia de Santa Catalina, que preside el patriarca latino. Aunque solo se puede acceder con un permiso especial, aunque se puede seguir en una pantalla instalada en la plaza del Pesebre, el templo acogió a más de mil personas, entre autoridades e invitados. La presencia más esperada fue la del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, que cenó con la comunidad franciscana en Casa Nova, residencia franciscana, antes de acceder al templo, recuperando la tradición de los presidentes palestinos de antes de la pandemia.
Abbas entró en la iglesia justo en el momento de la lectura del Evangelio y la homilia del patriarca latino, unas palabras de importante contenido político y un mensaje de paz para el mundo. «Con nuestros ojos hemos visto que la violencia parece haberse convertido en nuestro lenguaje principal, nuestra forma de comunicarnos. Hay una violencia creciente, sobre todo en el lenguaje de la política», afirmó Pizzaballa, que expresó su «preocupación por el rumbo que está tomando la política en Israel, donde hay el riesgo de romper el ya frágil equilibrio entre las distintas comunidades religiosas y étnicas que componen nuestra sociedad».
El patriarca se lamentó de que «la cuestión palestina, por desgracia, ya no parece ser el centro de atención del mundo. También ésta es una forma de violencia, que hiere la conciencia de millones de palestinos, cada vez más solos y que desde hace demasiadas generaciones han estado esperando una respuesta a su legítimo deseo de dignidad y libertad». Además, la máxima autoridad religiosa en Tierra Santa señaló que desgraciadamente, la violencia no solo está en la política. Lo vemos en las relaciones sociales, en los medios de comunicación, en los juegos, en el mundo escolar, en las familias y, a veces, incluso en nuestras propias comunidades».
Pizzaballa tuvo un recuerdo para la guerra de Ucrania, al asegurar que la violencia se deriva «de la creciente falta de confianza, causa vez más profunda, que caracteriza nuestro tiempo. No confiamos que el cambio sea posible, ya no confiamos unos en otros. Y así, la violencia se convierte en la única forma de hablar entre nosotros. La falta de confianza es la raíz de todos los conflictos, aquí en Tierra Santa, o en Ucrania y en tantas otras partes del mundo». Finalmente, el patriarca latino afirmó que «la primera y más importante vocación de nuestra Iglesia es ayudar a mirar el mundo, también con el corazón y recordar que la vida sólo tiene sentido si está abierta al amor».
La solemne eucaristía finalizó al filo de la una de la madrugada con la procesión posterior del patriarca latino y los sacerdotes que concelebraron la eucaristía hasta la gruta de la Basílica de la Natividad para depositar al Niño en el pesebre, a escasos metros del altar.
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