Bombas en el Sínodo
Los medios alientan expectativas de cambio en la Iglesia católica, lo que puede traer consecuencias no siempre deseadas
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El Papa durante el primer día de reuniones del Sínodo
El Sínodo de la sinodalidad, o metasínodo, se ha convertido en un potente imán informativo que apunta hacia expectativas de cambio en la Iglesia católica, una dinámica alentada por los medios que puede traer consecuencias no siempre deseadas. Lo primero que hay que advertir ... es que, hasta ahora, el Sínodo es una institución que puso en marcha Pablo VI cuyos protagonistas eran los obispos. Ahora, principalmente en el uso común, no se habla de Sínodo de los obispos como tal sino del Sínodo de la sinodalidad, dando a entender que se ha preterido el rol de los obispos en la marcha y en la toma de decisiones de la Iglesia con un protagonismo mayor del Papa y de la representación del pueblo de Dios. ¿La Iglesia como institución o como proceso?
El segundo dato que destacaría de lo ocurrido estos días pasados es la creación de una especie de doble nivel en la realidad. Vendría a ser algo así como lo que criticó Benedicto XVI respecto al Concilio Vaticano II, el Concilio real y el Concilio de los medios de comunicación. Por un lado las palabras del Papa, que son siempre prescriptoras y deben marcar el ritmo y la marcha de los trabajos. El discurso inaugural en el que el Papa dice que «no estamos aquí para celebrar una reunión parlamentaria o un plan de reformas. No. Estamos aquí para caminar juntos, con la mirada de Jesús», lo que supone que «las estrategias humanas, los cálculos políticos o las batallas ideológicas» no son las condiciones para el éxito o fracaso.
Por otro, las que ya se denominan «bombas» del Sínodo, la LGTBIQ+, o las recurrentes del sacerdocio de los hombres casados, de la mujer, etcétera, que condicionan la comprensión de ese éxito o fracaso.El debate sobre si habrá cambios sustanciales o no. O la cuestión de la información sobre el Sínodo. En una sociedad la información, de la relación entre credibilidad institucional y trasparencia, pedir «abstinencia» y «calma», incluso silencio o apagón informativo a los medios, es como encerrar en una biblioteca medieval a un adicto a los videojuegos.