El cardenal Herranz alerta en sus memorias de maniobras para manipular el próximo cónclave
Publica un libro con el relato de las misiones más delicadas que ha desempeñado para Benedicto y Francisco
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Rompe su silencio uno de los tres «cardenales detectives» a quienes Benedicto XVI dio plenos poderes en 2012 para investigar qué y quién se escondía detrás de la filtración de documentos confidenciales. Se trata del español Julián Herranz, de 93 años, quien publica ... esta semana «Dos Papas» (Ediciones Rialp), un relato inédito de las cuestiones más delicadas en las que ha trabajado para los últimos dos pontífices: desde la investigación de las supuestas apariciones de la Virgen María en Medjugorje (Bosnia y Herzegovina), hasta las relaciones con la China comunista, pasando por la reconciliación de Roma con los lefebvrianos o las tensiones en las reuniones preparatorias del último cónclave.
En el libro, el cardenal nacido en Baena denuncia con contundencia «intentos descarados de influir en el próximo cónclave». «La misma ideología que desde el comienzo del pontificado se ha opuesto al papa Francisco, ha proseguido hasta el intento de manipular el próximo cónclave, casi al estilo con que en otros tiempos lo hacían monarcas de naciones católicas», escribe.
Herranz apunta contra «un grupo de multimillonarios que promovieron en 2018 el proyecto 'Red Hat Report' o 'Informe Birretas Rojas', ofreciendo dotarlo con un millón de dólares para pagar a antiguos agentes del FBI que elaborasen informes personales sobre los más 'papables' y los más influyentes entre los cardenales electores».
Cita las declaraciones del director del proyecto, Jacob Iman, quien aseguró que los papables y los cardenales electores «tienen que estar sometidos a control público, y eso requiere un mecanismo para avergonzarles». El cardenal añade cómo «sin ningún rubor afirmaba que 'si hubiésemos tenido el 'Red Hat Report' en 2013, quizá no tendríamos hoy al Papa Francisco'».
Recuerda además que dos años después del anuncio del futuro «informe», en el verano de 2020, se publicaron dos libros bajo el mismo título: 'The Next Pope', 'El próximo Papa'. Uno de ellos lo firmó George Weigel, «autor de una biografía de Juan Pablo II que me pareció en bastantes puntos no suficientemente objetiva, bien documentada en la primera parte, pero con pobres fuentes de información en algunas cuestiones del pontificado,», critica el cardenal. A continuación, explica que el libro de Weigel propone un próximo pontífice con un perfil «distinto al de Francisco, aunque imitándolo en la enunciación de desafíos pastorales con los que el nuevo papa habría de enfrentarse».
Lo que Julián Herranz considera más grave es que «un cardenal de Estados Unidos, al que yo estimo por otros motivos, nos envió un ejemplar de ese libro como regalo personal a todos los cardenales del mundo. Y explicaba en su breve carta de transmisión: 'Estoy muy agradecido a la editorial por preparar esta importante reflexión'». «No me pareció correcto», sentencia el purpurado español.
Prólogo del Papa Francisco
«Dos Papas» arranca con un prólogo escrito de puño y letra por el Papa Francisco, en el que menciona con buen humor un episodio desconocido de los últimos dos cónclaves. El Papa explica que al ver estas memorias se acordó de que «después del cónclave en el que fue elegido Benedicto XVI, usted nos invitó a almorzar al cardenal Hummes y a mí». Dice que a la salida «los comentarios entre nosotros fueron sobre cómo quedamos edificados por su personalidad de hombre de Iglesia. En cambio, los comentarios de alguno que supo del almuerzo eran más o menos así: 'Herranz es muy inteligente: está pensando en el próximo conclave'». «Le confieso que el 13 de marzo de 2013 (-cuando fue elegido Papa-) me acordé del almuerzo y del comentario», reconoce.
A lo largo de las casi 400 páginas, el cardenal Julián Herranz reconstruye al hilo de su correspondencia personal con Benedicto XVI y Francisco, dieciocho años de la historia reciente de la Iglesia católica. Con sus recuerdos, sale al paso de quienes intentan contraponer los dos pontificados, y muestra cómo «cada pontífice subraya aspectos diferentes del mensaje de Cristo, de forma que ambos se armonizan y se integran».
Los «episodios vaticanos» que recoge son un mosaico de «barro y gracia», admiración por el heroísmo y lástima por la superficialidad. Desde los intereses económicos que frenaron a los lefebvrianos en su reconciliación con Roma, la decisión del cardenal Gerhard Müller de limitar el estudio de Medjugorje, el debate interno sobre posibles excepciones a la norma sobre el celibato sacerdotal, las presiones en la reforma de la Curia, y el borrador de acuerdo con China que dejó preparado Benedicto XVI.
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Precisamente, Herranz recuerda que el pasado 14 de diciembre envió al Papa emérito una felicitación navideña. Benedicto falleció dos semanas más tarde y, para sorpresa del cardenal, «a primeros de enero, llegó por el correo interno del Vaticano la contestación que me había escrito deseándome un 'Nuevo Año sereno, rico de paz y de todas las gracias del cielo', con una esforzada firma a mano». «Pensar que me escribió mientras vivía sus últimos suspiros en la tierra fue una muestra más de la bondad y el cariño de Benedicto», concluye emocionado.
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