Los voluntarios de la JMJ «toman» Ifema
El recinto ferial se convierte en el mayor centro de acogida para los peregrinos
El lunes, Filiberto desenrolló su saco de dormir en el pabellón 2 de Ifema.Llegado de México, el joven lleva sobre su camiseta de voluntario el chaleco que lo identifica como responsable de «orden». Por ahora solo están alojados voluntarios , hoy llegarán los ... peregrinos. Su labor se reduce al ámbito interno, aunque a partir del día 16 velará por la seguridad en los eventos. «De momento todo va sobre ruedas, pero hay mucho trabajo» , afirma.
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A la entrada del recinto ferial, que acogerá a 1.500 jóvenes, se entrega a los voluntarios su equipamiento. 120.000 mochilas ya están preparadas. Todos los días se oficia una misa y se reza el rosario . Hay un turno de duchas de siete a once de la mañana. Un comedor suministra desayunos y almuerzos en dos turnos. Con uno de los cheques que poseen los voluntarios pueden degustar un menú consistente en primer plato, segundo, postre, pan y bebida. «Esperamos servir 1.500 comidas al día», asegura Roberto Robles, responsable del servicio. Este comedor no sirve cenas, por lo que los voluntarios deben salir a uno de los más de 1.500 restaurantes que disponen de «menú del peregrino» .
Chicas y chicos, separados
Natalia tiene diecinueve años y viene de Poznan, Polonia. Estuvo alojada en un polideportivo de Alameda de Osuna, y desde el lunes, en el recinto ferial. «Chicas y chicos dormimos en el mismo pabellón, pero separados» . Quiso ser voluntaria gracias a un sacerdote de su colegio, que le facilitó información para participar. A sus ganas de ayudar y de conocer gente de otros países se unió la oportunidad de practicar español. A Natalia, acostumbrada a otro clima, le preocupa el calor: «El abanico que incluye la mochila es muy útil». En esa mochila también se incluyen tres camisetas de voluntario para los extranjeros, y dos para los españoles. Los polacos son, tras los españoles, el grupo más numeroso de voluntarios, con más de mil participantes. Aunque la joven recuerda que «todos tenemos la misma fe y trabajamos por misma causa» . Ella y Kuba, su novio, han venido juntos a Madrid. Cuando se inscribieron, solicitaron el mismo departamento. Ambos se ocupan del almacén y reparto de mochilas. «Llevamos un año saliendo. Tenemos que dormir separados y no podemos hacernos visitas, pero no nos importa» . A su lado se encuentra Pilar Tato, voluntaria gallega de la diócesis de Astorga. A sus 49 años, la edad no ha sido impedimento para colaborar. «Lo que hace falta es gente. Ofrecí mi ayuda porque tengo experiencia de voluntaria». Ahora es encargada del grupo de control. Mateusz Klimek, otro voluntario polaco, declara categórico: «Las razones por las que la gente viene son la fe, la fraternidad y la amistad».
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