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El Papa asiste como uno más a los ejercicios espirituales de la Curia

Durante cinco días reflexiona sobre 220 preguntas que Jesús plantea en los Evangelios

El Papa en la primera jornada de los cinco días de ejercicios espirituales de Cuaresma en los que participa en la localidad de Ariccia, cerca de Roma (Italia) EFE

JUAN VICENTE BOO

El Papa Francisco reflexionó este martes, en completo silencio y a lo largo del día, sobre dos de las doscientos veinte preguntas que Jesús plantea en los Evangelios. La primera estaba dirigida a sus discípulos: «Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?». La segunda, específicamente a Simón: «¿Ves a esta mujer?».

Los ejercicios espirituales de cinco días el Papa está realizando en Ariccia, cerca de Castel Gandolfo, tienen un carácter muy activo e ingenioso. Parte del mérito es del predicador, el Siervo de María Ermes María Ronchi, discípulo del sacerdote poeta David María Turoldo. Este religioso del norte de Italia tuvo la ocurrencia de reunir todas las preguntas que aparecen en los cuatro Evangelios y descubrió que eran 220. A partir de ahí escogió diez preguntas para los ejercicios espirituales, que incluyen dos meditaciones cada día.

Ronchi se había llevado una sorpresa poco antes de Navidad cuando recibió en su parroquia de Milán una llamada telefónica. Era el Papa Francisco, y le preguntaba: «¿Puedo pedirle un favor? ¿Vendría a predicarnos los ejercicios espirituales?».

El religioso de Friuli, una tierra fronteriza cuya espiritualidad se caracteriza por «la sobriedad, la solidaridad y un vaso de vino» empezó a poner algunas pegas por no considerarse la persona adecuada. Pero Francisco no le dejó opción: «Empezamos el domingo seis de marzo por la tarde, y terminamos el viernes once. ¿Puede ver su agenda para ver si esta libre?».

En la época de Juan Pablo II y Benedicto XVI, los ejercicios espirituales del Papa y los altos cargos de la Curia se celebraban en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico. El Papa asistía desde una sala lateral, sin que le vieran los demás participantes, que iban a comer y dormir a sus casas, lo cual no facilitaba en absoluto la concentración.

Francisco, que ha predicado muchas veces los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, cambió por completo el programa. Por tercer año consecutivo se hacen en la casa de retiros Divin Maestro de Ariccia, a una hora de coche desde Roma, y en completo silencio.

Por tercera vez, el Papa se subió el domingo a un autobús en un patio del Vaticano junto con los demás participantes para ahorrar gastos de transporte y entrar en un clima de sencillez.

Cada jornada inicia con los Laudes a las siete u media de la mañana e incluye una primera meditación a las nueve y media, después del desayuno. La misa concelebrada es a las once y media.

La meditación de la tarde es a las cuatro, la adoración eucarística a las seis, y la cena a las siete y media. Entre medias hay mucho tiempo para rezar en privado y para pensar.

El Papa se sienta en cualquier lugar de la capilla, vestido con su sotana blanca pero sin la esclavina ni el fajín ni el solideo. Casi todos los demás visten un sencillo clergyman, y buena parte no llevan siquiera la cruz pectoral de obispos. Es un ambiente de humildad, de sencillez.

Muy probablemente, el Papa habrá saludado al llegar al personal de servicio, como suele hacer en cada nuevo alojamiento. Es un detalle que todos aprecian.

Pero su actividad principal es responder interiormente y en silencio a las preguntas de pasajes evangélicos de gran intensidad como «¿Mujer, dónde están los que te condenan?», dirigida a la adúltera que iban a lapidar, «¿Mujer, por qué lloras?» dirigida a María Magdalena, o una más personal: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».

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