Fronteras abiertas y regiones perimetradas: control para salir de España, vía libre para entrar
La contradicción que se vive en España: los extranjeros pueden entrar y los españoles no pueden moverse
A un extremo y otro de la frontera hispanofrancesa se está produciendo una enorme paradoja . Al oeste, comerciantes de Behobia ( en Irún ), a dos kilómetros de Francia, se quejan de que «están en la ruina, muriendo sin clientes galos»; mientras, al ... este, en el paso de La Junquera , las restricciones para que los franceses entren son apenas inexistentes. Y, en medio, en la frontera pirenaica, queda un terreno abonado a la incertidumbre: las autoridades galas desaconsejan pero no prohíben el traslado a zonas como Navarra y Aragón, al tiempo que instan a que nadie cruce del País Vasco francés a Guipúzcoa.
Y no es que las directrices en España hayan sido precisamente más claras. Cientos de ciudadanos galos se han ‘apoderado’ del centro de ciudades como Madrid y disfrutan de un toque de queda más dilatado que en su país de origen. Solo se vigila su estado de salud por vía aérea y marítima , pero no por vía terrestre. El Boletín Oficial del Estado (BOE), no obstante, de ayer sábado intenta resolver la laguna que escamaba a los vecinos de ciudades como la capital, que ven limitadas sus posibilidades de ocio por imposición estatal. El Gobierno copia así a Alemania que 24 horas antes aprobó un claro impedimento a los viajeros galos. El BOE recoge que desde el próximo martes se exigirá PCR negativa a los ciudadanos franceses que quieran entrar a España, aunque muchos ya están en suelo nacional para disfrutar de la Semana Santa. #Esa directriz no afectará a los transportistas, ni a los trabajadores transfronterizos y los residentes en zonas fronterizas en un radio de 30 km alrededor de su lugar de residencia.
No hace gracia en Irún
A Rubén Fraile, portavoz de la asociación de unos 80 comerciantes fronterizos de Irún, la discusión le hace poca gracia. Le irritan esas «indecentes» llamadas de representantes franceses a no cruzar la frontera para comprar en Guipúzcoa, mientras se les anima a desplazarse, por ejemplo, a Navarra, algo que si es por el miedo a la propagación del virus «no tiene ningún sentido», se queja. Lo ha hecho, entre otros, el prefecto francés de los Pirineos Atlánticos, Eric Spitz. Si el motivo de viaje es turístico, una persona de Biarritz, en el País Vasco francés, no puede bajar a Irún a surtirse de víveres , como hacía antes de la pandemia. «En este barrio de Behovia, donde tengo mi tienda de licores y charcutería, estamos a dos kilómetros de la frontera, el cliente galo viene y carga porque es más barato. Ahora dicen: ‘si tengo que pasar varios controles, ya no lo hago’. Y hay un puesto de control permanente en el puente internacional». Fraile sigue relatando al teléfono: «Esta situación nos enfada mucho porque no se está tratando igual a todos los puntos de la frontera; hay otros lugares donde no está pasando esto y nos provoca incredulidad. No sabemos por qué los franceses tienen algo especialmente contra Irún. Ahora mismo te da igual vivir a menos de 30 kilómetros de la frontera que irte a Madrid». «La simbiosis en Hendaya, Fuenterrabía, Irún... con Francia es brutal. Estamos a punto de morir económicamente, en pandemia hemos trabajado solo dos meses», traza este comerciante desesperado.
El lugar que mejor ejemplifica la contradictoria política de restricciones vigente en España en los días previos a las vacaciones de Semana Santa es Le Perthus . Es una de las zonas más curiosas de la porosa frontera hispanofrancesa. En este pequeño pueblo galo hay una acera en territorio español (pertenece a la Junquera, Gerona). Gracias a ello, los transeúntes pueden cruzar de lado a lado, para desgracia de los restaurantes en la acera del país vecino que, a diferencia de sus competidores españoles, no pueden abrir. Aquí los franceses pueden entrar a España por el paso fronterizo situado al final de la calle sin apenas controles, mientras que quienes cruzan en dirección hacia Francia tienen que mostrar una prueba PCR negativa. Baste un dato: desde 5.000 controles en toda España: en Francia se ha activado un dispositivo de 90.000 controles para que no se cuele ningún foráneo.
Según contaba a ABC un gendarme situado en uno de esos controles en Le Perthus, las medidas activadas en Francia buscan evitar la inmigración ilegal y el terrorismo, aunque también sirven para disipar a quienes tengan intención de visitar en coche el país vecino . Hasta que eso ocurre y como dan testimonio en ambas esquinas de la frontera hispanofrancesa, libres de restricciones, cada día miles de ciudadanos cruzan la acera para comprar alcohol, tabaco y gasolina casi a mitad de precio por Le Perthus. «Hemos venido para comprar, aquí es España pero no hay frontera, para entrar no nos han pedido nada, ni documentación, ni PCR. Hace un año que no estábamos en una terraza» relataba Asis, un joven francés. Un poco más abajo, pocos franceses se alejan de la frontera -poblada de gasolineras y clubes de alterne- para arribar hasta los turísticos municipios de la Costa Brava. En Llansá, una apacible población de playa a 35 minutos, confían en salvar la Semana Santa con el turismo nacional. «Los franceses que tienen segunda residencia sí vienen con muchas ganas. Hartos de sus restricciones, dicen: ‘Me quiero emborrachar, ponme dos mojitos’», explica Julián, propietario de LBar, un popular restaurante.
Los atascos atrapan a miles de trabajadores que cruzan la ‘raia’ a diario
En la semana en que se cumplen 135 años de su inauguración, el viejo puente internacional entre Tui (Pontevedra) y Valença do Minho (Portugal) está inhabilitado. El país luso cerró fronteras con España a principios de febrero . Enfrente del antiguo edificio de aduanas, Julio Fernández regenta el bar Casa Quiroga. No hay ni rastro de la clientela. «Esto es un desastre económico -asume-. Muchos cruzaban desde Portugal para tomar algo aquí y ahora no pueden».
Desde el viejo puente se contempla, río abajo, la caravana de camiones y coches que intentan cruzar la frontera por el único paso abierto las 24 horas en la provincia de Pontevedra. Ya antes del cierre era el punto fronterizo con Portugal más utilizado de España y con las restricciones en los otros pasos está ahora habitualmente colapsado. Enrique Cabaleiro, alcalde de Tui, explica que en la comarca del Bajo Miño «el concepto de frontera desapareció hace muchos años». La economía a ambos lados de la ‘raia’ está interconectada con hasta 150.000 gallegos y portugueses que desarrollan su actividad laboral a ambos lados del río. El regidor asegura que el cierre produce un «estrangulamiento económico» para los municipios de Tui y de Valença, pero también «social y cultural».
En la A-55 la caravana en dirección a Portugal empieza nada más acceder a la autovía por la entrada de Tui. El control de la Guarda Nacional Republicana (GNR) portuguesa está a poco más de un kilómetro, pero para llegar se tarda 25 minutos. El agente Manuel Sousa explica que la mayor parte de las personas son cumplidoras y portan la documentación que acredita que son residentes en Portugal, que se dirigen a su puesto de trabajo, transportan mercancías o son padres y madres separados que van a llevar a su hijo con su excónyuge. «Aproximadamente el 1% de los que intentan cruzar no logran justificarlo y tienen que dar la vuelta», indica Sousa. Tras pasar el control, la GNR detiene a dos autocares para comprobar los documentos de cada pasajero.
De vuelta a España el tráfico es más fluido , pero las retenciones por los controles son habituales. A este lado se detecta aproximadamente otro 1% de incumplidores. Miriam González cruza el puente de la A-55 a diario entre semana. Ella vive en A Guarda (Pontevedra) y trabaja en Vilanova de Cerveira (Portugal). El puente que cruzaba siempre está cerrado. «Tardaba 20 minutos en llegar al trabajo y ahora son 40-45», lamenta. Desde la zona llevan tiempo reclamando que se abran más pasos fronterizos las 24 horas. «Estamos casados españoles con portugueses, aquí somos hermanos y esto no lo entienden ni en Madrid ni en Lisboa», se queja Noelia Salgueiro, una gallega con casa en Portugal y que trabaja en Tui.
Sin excepciones
«No, no hay excepciones. Solo puede usted pasar si es trabajador transfronterizo o se traslada por algún motivo médico o alguna urgencia. Nada más». Las palabras de un guardia portugués en la otra frontera con el país luso, en el límite entre Badajoz y Elvas , resuenan en la mente de dos españoles que pretendían viajar en su vehículo particular. Esa directriz se cumple a rajatabla. Un control estricto se ha apoderado de la zona y sustituye (temporalmente) a la prolongada flexibilidad de todos estos años.
La petición de documentos y justificantes está a la orden del día, tanto entre los agentes españoles como los lusos, pero estos últimos tienen fama de más severos. El cierre de los 1.214 kilómetros de frontera entre Portugal y España está previsto hasta el próximo 6 de abril, es decir, hasta dos días después de terminar las vacaciones de Semana Santa. Unas vacaciones atípicas porque no se permitirán los desplazamientos de un lado a otro, aunque a los portugueses y a los españoles les produce la misma indignación que sí se autorice el desembarco de turistas internacionales vía aérea.
«¿Cómo es posible? Esto resulta discriminatorio. Ya está bien», dice una mujer de Mérida nada más cruzar a Extremadura . Los lugareños ya sufren el llamado ‘síndrome de la frontera’, es decir, las consecuencias psicológicas de saberse encerrados, así como la sensación de una libertad mermada.
Desmesurada o no, la comparación que realiza un empresario de Badajoz le hace retrotraerse a esas huellas que afectaron a los habitantes del Berlín del Muro antes del año 1989. «Ya sé que el contexto no tiene nada que ver, pero es un poco así. Sales a la calle y... ¡pum! Enseguida se alcanza el tope», dice este hombre, muy preocupado por su futuro económico.
El Gobierno portugués gana tiempo en espera de que la situación mejore, pero la expectación es máxima entre quienes residen en el borde.
Lo que ha avivado este cierre forzoso es también la picaresca popular. Lo que parece no existir en los puestos fronterizos oficiales (por razones obvias) se traslada solo unos kilómetros más allá y los ciudadanos se aprovechan del ‘circuito’ de los caminos plagados de arbustos ; lo cual no acontece únicamente en Extremadura, sino también en Huelva, en Salamanca, en Zamora y en Galicia. Incluso se acusa a «los portugueses» de cavar zanjas para evitar este tránsito de la manera más drástica.
Llegadas en tren a Cataluña
Viernes 26 de marzo, a las puertas del fin de semana que abre paso a la segunda Semana Santa marcada por la pandemia. Faltan pocos minutos para las cinco de la tarde y la estación de Sants de Barcelona ofrece casi la misma estampa que la de un día laboral antes del Covid-19. Didier Turiaff y su familia se apean del TGV (los AVE franceses) que salió de París (Francia) hace más de seis horas y media y suben al andén de la céntrica estación con las maletas (no demasiadas) dispuestos a pasar unas cortas vacaciones de tres días en la capital catalana. «Hace tiempo que queríamos traer a nuestros dos hijos a Barcelona. Sabemos que les encantará. Llevamos muchos años explicándoles lo fantástica que es la ciudad y ahora es la ocasión ideal para la escapada», señala el turista.
Didier y su familia representan al grueso de los visitantes galos que estos días arriban por ferrocaril a la ciudad condal, en su mayoría familias o parejas, aunque puede verse algún que otro grupo de amigos. A diferencia de marzo de 2019, en que llegaban a Sants cuatro trenes que conectan con el país vecino (dos procedentes de París, uno de Lyon y otro de Marsella); ahora son solo dos los convoys procedentes del país vecino: el que han tomado los Turiaff, que sale de París a las 10.14 horas y llega a la estación catalana a las 16.53, y otro que parte de Lyon a las 14.28 horas y alcanza Barcelona a las 19.33.
Según datos facilitados por Renfe a ABC, durante el presente mes de marzo han llegado en tren desde Francia un total de 4.818 viajeros . Esto supondría, en comparación con los datos del mes de marzo de 2019, un descenso de 13.386 turistas procedentes del país galo. No hay controles de temperatura a la llegada, como sí sucede con los viajeros del AVE cuando toman el tren en cualquier ciudad española. Tampoco hay para las llegadas internacionales los controles aleatorios que sí que organizan los Mossos de manera esporádica para controlar que los motivos del desplazamiento se ajusten a las restricciones fijadas.
El perfil familiar que se podía percibir el viernes en Sants es de hecho el que se aprecia también en el centro de la capital catalana. El cierre de la restauración a las 17.00 horas que impide la fiesta que sí buscan otros viajeros en Madrid , por ejemplo, en Barcelona no se vea, al menos en lugares públicos. Los Mossos no ofrecen datos segregados por nacionalidad de sus intervenciones en fiestas organizadas en locales o apartamentos turísticos.
Casi 3.000 vuelos de Francia y Alemania para Semana Santa
Anís y Nancy no recuerdan cuándo fue la última vez que pudieron disfrutar de una cerveza bien fría en una terraza de un bar. Tampoco saben decir cuál fue el último plato que comieron en un restaurante. Pero este fin de semana lo están compensando: volaron el viernes desde Toulouse con varias reservas ya hechas en locales de hostelería de Madrid para disfrutar estos cuatro días de vacaciones de los pequeños placeres que ahora mismo no pueden permitirse en Francia.
Como ellos, miles de franceses aterrizan estos días en España procedentes de lugares como París, Toulouse o Lyon, huyendo de las restricciones implementadas en su país desde hace meses. Entre el pasado viernes y el lunes 5 de septiembre hay previstas 750 operaciones aéreas entre Francia y España , según datos facilitados por Aena. No son los únicos, pues nuestro país también tendrá en Semana Santa 2.100 vuelos con origen o destino Alemania . En general, en el Aeropuerto de Madrid-Barajas Adolfo Suárez se llevarán a cabo 3.694 operaciones aéreas durante estas fiestas. En el de Barcelona, 2.088.
«Aquí se puede disfrutar de lo que no podemos hacer en Francia», asegura Anís, estudiante de 20 años de Comercio y Relaciones Internacionales que, junto a su novia, menciona también la severidad del toque de queda en Francia, aspecto que muchos de los jóvenes franceses tienen en cuenta a la hora de elegir España como destino, como se ha visto en las imágenes captadas días atrás y que muestran cómo continúan la fiesta por las calles de la capital más allá de las 23.00 horas. «Queremos ir a restaurantes, terrazas, museos... Queremos disfrutar de todos los espacios que están cerrados en Francia en un ambiente diferente», dice él, mientras cuenta su intención de visitar tanto el Prado como el Reina Sofía, aunque reconoce que, al contrario que para bares y restaurantes, no han formalizado las reservas pertinentes.
En el mismo vuelo que Anís y Nancy llegó Clara, de 21 años, junto a una amiga. «Venimos de vacaciones, pero solo el fin de semana», afirma nada más aterrizar en la capital, donde se encontraron con otras dos amigas francesas que cursan sus estudios este año en Sevilla. «Hemos alquilado un piso turístico para estar todas juntas», explica. Su plan es huir de las limitaciones de su país y olvidarse unos días de la pandemia. «Venimos a España, porque ya llevamos muchos meses encerrados en Francia y se hace muy duro», cuenta. «Queremos descubrir Madrid y disfrutar».
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