Memento virum

Cuando nuestro organismo se enfrenta a una infección por parte del virus SARS-CoV-2, la respuesta inmunitaria activa células productoras de anticuerpos y otras que cooperan para ello y para destruir a las infectadas por el virus. Los anticuerpos en sangre alcanzan los niveles más altos al cabo de mes y medio , para reducirse a menos de la quinta parte a los seis meses, nivel que sigue persistiendo transcurrido un año. Gran importancia tiene la creación de una reserva de células plasmáticas productoras precisamente de esos anticuerpos dirigidos contra este virus. Son las que conservan ese «recuerdo» de su naturaleza y características, y que se comportan como una fuerza de choque mucho más eficaz si el virus -o sus componentes- llegan de nuevo. De ahí que la vacunación en los que fueron infectados potencie la producción de anticuerpos contra Covid de forma muy significativa .

El tiempo transcurrido desde la aparición de este virus no permite disponer información de qué ocurre más allá de doce meses. Pero todo apunta a que esas células de memoria inmunitaria, acumuladas en la médula ósea y que permitirán reaccionar contra nuevas infecciones por el virus pueden tener una duración de años, incluso asegurar inmunidad de por vida. Por analogía con otros patógenos contra los que nos vacunamos, como tétanos o difteria, cabe postularlo así. Nuestro sistema inmunitario, con diferencias individuales naturalmente, va a obedecer a ese imperativo de conservar memoria del virus. La pregunta de plena actualidad es qué pasa con las variantes de Covid que van apareciendo, aunque de momento no anulan la inmunidad y su memoria, se sigue imponiendo la vigilancia.