En cuarentena

Es tu turno

Llegarán la ida por el camino más corto, el rezo, la plegaria, la confesión, la Eucaristía frente a las imágenes, la fila y la salida con los caramelos bien guardados en el bolsillo

Es un rito, casi una forma de despedida. Cuando termina el Domingo de Pasión se asienta dentro del alma una especie de vacío que no hace sino augurar la intensidad de las emociones que vamos a vivir. Es como si el cuerpo dijera, ahora me ... quedo hueco para que me puedas llenar por completo otra vez. Pasa cuando el pregón ya quedó atrás, y el encuentro con el tiempo en los besamanos y los besapiés se ha cumplido. Entonces, y sólo entonces, el torrente de todo lo acaecido se desborda y aquello que hemos aprendido desde niños se hace presente, vivo, palpitante. Es ahora cuando te enfrentas, como un lienzo en blanco, a lo que el corazón en primer plano y la cabeza a varios kilómetros por detrás, te ponen por delante. Es tu turno, sin más.

Mañana Sevilla verá en sus calles a los primeros nazarenos, blancos, negros, de ruán, morados, azules, de terciopelo o de sarga... Los capirotes saldrán de los armarios, las túnicas se desprenderán de las perchas y las medallas y las papeletas de sitio se dispondrán sobre la cómoda para que nada se olvide. Las agujas y el hilo para coser escudos y botones aguardan su turno en la caja y en la cocina el perfume de las torrijas y el arroz con leche lucha con el del azahar de los naranjos de la calle para ver cuál de los dos gana.

Después llegarán la ida por el camino más corto, el rezo, la plegaria, la confesión, la Eucaristía frente a las imágenes, la fila y la salida con los caramelos bien guardados en el bolsillo.

En la calle la bulla, el programa de ABC, el móvil con el mapa y el reloj. Y el calor, ese calor infernal que aparece por sorpresa y nubla de calima el cielo de la ciudad, como si fuera la panza de la Borriquita que lleva a Jesús a cuestas el día de las Palmas.

En los Sagrarios las mantillas, la Cena del Señor, la Pasión, los clavos, la lanza, la Cruz. Y el vacío que se llena, gota a gota, palmo a palmo, sujeto por el cíngulo de la añoranza y el esparto de la salvación. Es la sima que se abre a la par que el calendario se deshoja, a la velocidad del rayo, mientras tiembla la Tierra porque el Hijo de Dios ha muerto.

El tiempo, siete días después, ha vuelto a cumplirse. El lienzo blanco se ha llenado de color y las lágrimas se secarán, la nostalgia se hará flor y la Pascua se anunciará en la Vigilia. Todo vuelve al lugar de donde afloró: el Señor resucita y con Él nosotros a la Vida eterna.

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