Gota a gota
Arriba el hijo de Dios
Y quién sabe si en los cielos de La Calzá, Pilatos ha purgado su culpa y le abraza por el hombro.
FUE el Martes Santo de 1978 cuando Carlos Morán se puso por primera vez al frente del misterio de San Benito. Las cuadrillas de asalariados le temían a esa cofradía como a una vara verde. No estaban al final de la Semana Santa, que es ... cuando los pasos pesan más, pero esta hermandad era para los profesionales la tercera corrida del año y además con un puente mortal como fue el de la Enramadilla felizmente desaparecido. Morán tenía en aquellos tiempos el arrojo de la juventud. Reunió un ejército de voluntariosos chavales y se puso a formar una cuadrilla que ese año salió por primera vez. Si se ven las fotos de aquellos tiempos da hasta miedo. No eran los costaleros de entonces como los de ahora que se curten en el deporte y en los gimnasios, e incluso puede que muchos de los pioneros fueran la antítesis del costalero actual.
Meses antes de aquel día, Morán se jugó todo a una carta en un ensayo de los llamados «prueba real». Una noche de invierno, el paso hace el mismo recorrido que un Martes Santo. Salen, llegan al centro y después, ya de madrugada, inician el camino de regreso. El momento crítico era el de subir el puente después de haber estado toda la noche empujando la trabajadera. Ocurrió como a las siete de la mañana. Morán puso la cinta de casete con las marchas de la Guardia Civil y, no sin penalidades, el paso llegó a la cima y después descendió a la calle Oriente en la que los costaleros celebraron la hazaña abrazados. Aquel Martes Santo del estreno, cuando el paso flaqueaba, el capataz quiso inyectar fortaleza a la cansada cuadrilla y nació el grito de su vida: ¡Arriba el hijo de Dios!
Hoy Martes Santo cuando el actual capataz repita el versículo del evangelio de los costales y suene el llamador, en ese «arriba» al que asciende el paso estará esperando el hombre que nos regaló muchas tardes de ensueño. Y quien sabe si en los cielos de la Calzá, Pilatos ha purgado su culpa y le abraza por el hombro mientras se asoman los dos para ver al Cristo de la Presentación conquistando la ciudad con sus andares. Arriba Carlos Morán; abajo hoy le echamos de menos.
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