En cuarentena
Transfiguración
Las cofradías viven hoy en el Tabor, en una Transfiguración permanente, de la que disfrutan instalados en la tienda de la complacencia que les da una nómina de hermanos que, lejos de menguar, va a más
Sevilla
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Iniciar sesión«¡Qué bueno es que estemos aquí!» Lo dice Pedro en el Evangelio de la Transfiguración, que se proclama este domingo. El Tabor, lugar de la teofanía en la que Jesús el nazareno revela su naturaleza divina a un selecto grupito de sus apóstoles, es ... sinónimo de complacencia. De la gloria en la tierra por unos momentos hablan los vestidos refulgentes y rostro resplandeciente que señala el evangelista Mateo. Se está tan a gusto en ese monte de la Transfiguración que Pedro se ofrece para construir tres tiendas y quedarse una temporada allí. La cháchara ensoñadora la interrumpe la voz desde la nube que los llena de espanto.
Las cofradías viven hoy en el Tabor, en una Transfiguración permanente, de la que disfrutan instalados en la tienda de la complacencia que les da una nómina de hermanos que, lejos de menguar, va a más; los caudales que allegan las sillas de la carrera oficial; y una atención creciente a todos los aspectos circunstanciales de la salida procesional: de la música a las flores. Las hermandades sevillanas no han conocido otra época de esplendor como la actual. No hay periodo histórico de tal sobreabundancia a lo largo de su existencia. Puede que en términos de presencia pública, haya habido otras épocas -sobre todo, las relacionadas con su nacimiento gremial- de parecido signo, pero estas cuatro décadas de bonanza sostenida suponen un periodo suficientemente prolongado para calibrar su importancia en toda la historia. Pero no es irreversible.
El Tabor anticipa el Calvario. O lo complementa desde una visión teológica porque en uno se manifiesta la divinidad que se oculta en el otro. Y las cofradías saben que a un periodo de auge le sigue otro de declive. El último de esta índole, cuando confluyeron las olas del posconcilio y el tardofranquismo, casi se las lleva por delante. Salieron a flote entonces, pero nada está decidido de antemano.
Lo peor que les puede pasar es regodearse en el bienestar evidente en que viven, sobradas de hermanos, recursos económicos y aceptación popular. ¿También de gracia sobrenatural? Quizá no estemos tan lejos de conocer la primera cofradía laica que no se sujeta a las autoridades eclesiásticas sino a las civiles. «Levantaos, no temáis», les dice Jesús a sus discípulos, llenos de estupor. Más aun, el evangelista precisa que «se acercó y, tocándolos». Puede que esa sea la misión que se les pide a las hermandades: acercar a los hermanos a Jesús para que los toque. ¿Tan descabellado es?
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