Atrevimientos de Cuaresma

Las hermandades tienen una responsabilidad clave en la evangelización

Un concierto de marchas procesionales se convertirá en un excepcional reclamo para que acuda chavalería por centenares, pero poca carga catequética puede trasladar

Hay cosas que sólo están al alcance de las hermandades. Si son, de verdad, escuelas de fraternidad donde todo el mundo ponga su granito sin que se desaten las bajas pasiones, las envidias, las rencillas, los recelos… para qué seguir. El título de este atrevimiento ... cuaresmal está sacado de las conclusiones del II Congreso de Hermandades y Piedad Popular de diciembre pasado que debería ser el marco conceptual en que se muevan las cofradías sevillanas.

Durante el fin de semana, de jueves a domingo, la hermandad de la Vera-Cruz de Alcalá del Río ha acogido media docena de representaciones del espectáculo teatral titulado 'Pasión y triunfo' que, como su nombre indica, recorre el triduo pascual siguiendo el Evangelio de Juan desde la entrada en Jerusalén hasta su aparición gozosa a los apóstoles en Galilea. Más de doscientas personas entregadas en cuerpo y alma a la dramatización de los últimos días de Jesucristo.

Aquello era evangelio vivo, en carne y hueso, con sus porrazos, sus salivazos, sus caídas y su sangre chorreando por la espalda tumefacta del Cristo. Casi doscientas personas en escena o en la coral que ilustra musicalmente los cuadros escénicos y otras cien tras los focos para que todo salga rodado. Curioso predominio apabullante de mujeres con el nombre de Angustias, titular devocional de los cruceros alcalareños.

El espectáculo dramático -con todas las limitaciones, pero por eso mismo autenticidad, de los aficionados- es una hermosa escuela de hermandad y de misión evangelizadora. En efecto, hay que tener una hermandad muy cohesionada para llevar el proyecto adelante sin que se dispare eso que coloquialmente llamamos «malos rollos»: quién hace de protagonista, quién se tiene que conformar sin pasar por el entablado a recoger los aplausos, quién hace de qué y por qué.

Proclama la hermandad en el programa de mano que «para nosotros, esta representación tiene un doble significado: formación y caridad». Lo recaudado -nadie del cuerpo dramático ni técnico cobra- se destinará al proyecto de centro de día para mayores 'Cristo de la Vera-Cruz', que complementará a la residencia geriátrica 'Virgen de las Angustias' inaugurada por el arzobispo Amigo en 1996.

Pero es que, además de todo eso, la dramatización es un potente vehículo catequético para hacer llegar el Evangelio y su mensaje a millar y medio de espectadores. El público muestra su entusiasmo desde el primer momento y aplaude a rabiar cada escena desde el jolgorio de los 'hosannas' y 'aleluyas' de la entrada en Jerusalén. No importa si aparecen el traidor Judas, el arrebatado Barrabás o Pilato con las manos muy limpias: allí todos se llevan su ovación.

Pero cuando reaparece en escena el Resucitado, en medio de una nube de humo blanco, la casa hermandad se viene abajo en una expresión prístina de piedad popular de un valor inimaginable. Es lógica la reacción después de la angustia física que han vivido los espectadores en las escenas de la calle de la Amargura, la crucifixión y el entierro de Cristo. La entrada del Viviente, con sus llagas en las manos y su corazón traspasado, alivia la tensión y dispara la esperanza entre los espectadores: ¡ojalá fuéramos capaces de vivir eso justo en cada misa!

Y ahí es donde queríamos llegar. La función primordial de las hermandades fue, durante siglos, la catequesis por medio de la belleza de las imágenes devocionales. Para eso han salido durante centurias, para que los 'pasos' del Señor se hicieran presentes entre su pueblo. Lo que ocurrió después es que la plasmación artística alcanzó tales cimas y el acompañamiento (floral, ornamental, musical) creció de tal modo que el fin primordial quedó oscurecido. Quizá dando por supuesto que cuantos veían los pasos eran capaces de leerlos de manera ortodoxa.

Pero en una sociedad secularizada, donde buena parte del pueblo ha perdido el código de interpretación del arte religioso, hay que repensar el papel de las hermandades en cuanto a su función evangelizadora.

Y no todo vale bajo esa capa protectora. Siento decirlo, pero un concierto de marchas procesionales se convertirá en un excepcional reclamo para que acuda chavalería por centenares, disfrutando con los jeribeques melódicos cada vez más alambicados, pero poca carga catequética puede trasladar.

Ojalá las hermandades no cayeran en el error de medir su función evangelizadora por los llenos en sus templos o casas de hermandad cuando acartelan conciertos con las bandas musicales de moda.

La responsabilidad clave en la evangelización a la que se refería el arzobispo en las conclusiones del congreso de hermandades les tiene que llevar a explorar nuevo caminos, a dejarse conducir por la imaginación inspirada por el Espíritu Santo para llevar el mensaje de siempre, con lenguaje renovado, a los hombres y mujeres de su tiempo. Con valentía, sin complejos, con atrevimiento, por qué no: el clamor espontáneo pero profundamente sincero cuando el que es mero espectador se 'encuentra' de sopetón con el Resucitado así lo subraya.

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