¿Está bien vestida la Macarena?
Como cada Cuaresma, las redes sociales fomentan críticas hacia determinados trabajos de vestidores. En ambos sentidos

Sevilla ya va en busca de su Semana Santa. De nuevo, trascendiendo el hito litúrgico del Miércoles de Ceniza con un calendario propio fraguado a golpe de anuncios de cartelería, cambios de orden de nómina o premios a destacados cofrades que marcan su ... inicio cuando el año solo ha hecho desperezarse.
En esa cuenta atrás encajan, de la manera más simbólica posible, las vírgenes vestidas de hebrea. Aquella original y avispada ocurrencia de Rodríguez Ojeda para presentar a las dolorosas de manera vistosa en una época -segunda mitad de los años 30- nada boyante ha terminado mutando en una especie de examen al que las hermandades se someten bajo el, a menudo, tirano paraguas de las redes sociales.
Desde que las prodigiosas manos del malogrado Pepe Garduño dejaron de vestir a la Macarena, cada Cuaresma suele producirse un debate acerca de si la Esperanza está bien vestida o no. Las fotografías sobre el cambio más reciente evidencian que, como poco, hay margen de mejora.
El apartado estético tiene mucho de subjetivo salvo que se traspasen determinadas líneas rojas. El problema, en este caso, es que se trata de la Macarena, con todo lo que eso implica. De entrada, la hermandad posee un ajuar textil con la suficiente calidad y variedad como para aspirar siempre a la excelencia. Y, especialmente, por los infinitos antecedentes de resultados de máxima belleza al estilo hebreo. La perfecta conjunción de tul y rostro de la instantánea rubricada por Gard en los 60 es un claro ejemplo.
Sin embargo, en ocasiones se antojan excesivos los comentarios hacia el trabajo del vestidor, José Manuel Lozano, como si un mal plisado o unas proporciones imperfectas fuesen la peor de las afrentas. Es la cara B de la inmensidad devocional macarena.
Ejemplos magistrales



En la otra cara de la moneda, el escaparate omnipresente de las redes sociales también está permitiendo descubrir tallas que, con unas diestras decisiones en el atavío se han revelado como auténticas muestras de primorosa unción.
El más reciente es el caso de la la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad, de la Carretería, gracias a la siempre atinada labor de Antonio Bejarano, que ha logrado en este caso un efecto similar al que imprimió en las Tristezas de Vera+Cruz durante el tiempo en que fue su vestidor. Mención aparte a la manera en que ha presentado a la Virgen del Valle, en cotas que difícilmente había alcanzado la imagen en años precedentes.
Otros ejemplos de buen hacer llevarían a Joaquín Gómez, sobresaliente una vez más con la Esperanza de la Trinidad, que ha regalado una estampa impagable a los cofrades por su manera de entender a la Virgen de la Angustia (Estudiantes) a la usanza hebrea.
En definitiva, el buen trabajo de los vestidores y las priostías se está convirtiendo en una clara tendencia. Incluso en La Amargura están empezando a recibir elogios, o al menos, agradecimientos por los cambios visibles.
Es cierto que la Semana Santa de Sevilla siempre debe aspirar a lo mejor, pero a veces se plantean ciertas cruzadas sobre premisas de una gravedad que al menos quien les habla, no termina de encontrar.
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