Patrimonio
Teresa del Castillo y Antonio del Canto, un matrimonio de bordadores del XIX en Sevilla
Los artistas se codearon con la élite sevillana de la centuria decimonónica creando diseños que han perdurado hasta la actualidad y que se han recopilado en la muestra de Cajasol
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Piezas de los bordadores en Cajasol
La muestra dedicada a Teresa del Castillo y Antonio del Canto en Cajasol está devolviendo el protagonismo a un matrimonio de bordadores del siglo XIX y del que bebieron posteriormente las hermanas Antúnez y más tarde aún Juan Manuel Rodríguez Ojeda. Pablo Pérez es ... uno de los comisarios de la muestra junto con José Manuel García Rodríguez y Pablo José Portillo y apunta a ABC de Sevilla que Teresa del Castillo y Antonio del Canto tenían como coetáneos a Patrocinio López o Manuel María Ariza y sus antecedentes eran Joaquina Benítez y las hermanas Zuloaga.
Además, explica que desarrollaron su labor desde 1850 hasta 1881 aproximadamente y en la exposición, se contemplan numerosas piezas que salieron de sus manos como los bordados de la cofradía del Santo Entierro, la túnica conocida como de 'la corona de espinas' del Gran Poder o conjuntos para el Nazareno con la Cruz al Hombro y la Virgen del Valle.
Hay que apuntar que, en este matrimonio, Antonio del Canto dibujaba y Teresa del Castillo ejecutaba las piezas que pasaban a formar parte de las corporaciones dentro de un momento en las hermandades volvían a resurgir después de unas décadas en las que habían estado en un estado de postración tras la invasión francesa. Fue a mitad del siglo XIX y con la llegada de los Montpensier, cuando comenzaron a revitalizarse en medio de la denominada como 'corte chica'.
Allí, también estuvieron Antonio del Canto y Teresa del Castillo junto con la élite sevillana del momento en un contexto en el que apareció por ejemplo la Procesión General del Santo Entierro o renacían corporaciones como Montserrat o la Carretería.
Inspiración europea
En los diseños de los bordados del XIX, se puede ver la inspiración europea que estuvo en la corte de los Montpensier y con la que se codeó Antonio del Canto, del cual se refiere Pablo Pérez como «un erudito» de la época, algo que se demuestra en las piezas que se pueden ver en Cajasol hasta el próximo 3 de marzo.
Por ejemplo, se pueden observar en las túnicas, sayas o mantos el gusto por lo oriental o lo mudéjar, algo que trasladó a los bordados de los paños de bocina de la hermandad del Santo Entierro. Esta influencia se va a mantener a lo largo de su trayectoria debido a las corrientes europeas que estaban llegando a España.
Aunque algunos bordados se hayan visto afectados cuando han sido pasados a un nuevo soporte a lo largo de su historia, gran parte de las piezas mantienen su esencia y según señaló Pérez a este periódico, «se pretende poner en valor un patrimonio en el que queda mucho por hacer porque se trata de un problema de base de la sociedad el no conocer la importancia» de los mismos.
Sobre esta cuestión, recuerda que hubo una exposición sobre el Renacimiento en Sevilla en Museo de Bellas Artes y «no hubo tejidos de la época en esta muestra» por lo que se debe seguir trabajando para que el patrimonio textil sea valorado tal y como se merece, así como seguir conociendo a bordadores como Antonio del Canto y Teresa del Castillo.
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