Fue el colofón al recorrido intramuros del Señor en su búsqueda de los Tres Barrios donde llegará a eso de las siete de la tarde. Antes de eso, este recorrido por las arterias del Casco Histórico fue el arranque perfecto de un traslado histórico. A las nueve de la mañana, el silencio y los vencejos jugaron como sonidos de una salida incontestable. El racheo y los rezos en las claras de una mañana junto al Señor. Dios en la ciudad precedido por 50 parejas de hermanos de décadas. El primer rayo llegó en Conde de Barajas; en Trajano y la Campana, las familias llevaron a sus hijos a ver al Gran Poder en un trayecto que fue cómodo para el público. Se podía andar por las aceras junto al Señor.
Después, la Anunciación con la hermandad del Valle. San Pedro volvió a ver cinco años después al Señor bajo su torre que ahora permanece cerrada por restauración. En Santa Catalina el mediodía empezaba a romper bajo la estampa de esta rotunda postal mudéjar y por Escuelas Pías llegó a los Gitanos.
Dos nazarenos que caminan en la Madrugada, frente a frente. El Señor entraba 400 años después en el lugar que lo vio nacer gracias a la gubia de Juan de Mesa, ese que tiene su calle por donde pasó el señor minutos antes.
Rezos y plegarias. Allí, los Gitanos le ha regalado al Gran Poder un grabado de un cuadro de Rubens, «La adoración de los Reyes Magos» (la Epifanía), contemporáneo a la hechura del Señor del Gran Poder. Asimismo, la corporación de loa Gitanos también le ha obsequiado a los de San Lorenzo con tres paños de altar para cada una de las parroquias que visitará. Las palabras de Juan Dobado , director espiritual de los Gitanos, sirvieron de cierre: «Aquí vio Sevilla por primera vez el rostro del Gran Poder».
Todo terminó con una rotunda saeta de José Valencia, antes que el sol bañara de nuevo al Señor en la Puerta para retomar así su camino por las grandes avenidas de la ciudad.
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