Sevilla
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Iniciar sesiónA los pies de la cruz, María no solo contemplaba el dolor de su Hijo; lo llevaba dentro. Cada clavo que atravesaba la carne de Cristo, rasgaba también su alma. Su mirada no se apartaba del rostro desfigurado de Jesús, porque el amor ... verdadero no huye del sufrimiento, lo abraza.
Sus Siete Dolores no son solo episodios de una vida marcada por el sacrificio: son estaciones de un camino de entrega absoluta. Desde la profecía de Simeón hasta el sepulcro sellado, cada herida en el cuerpo del Salvador encontraba eco en el corazón materno que, sin comprenderlo del todo, lo ofrecía todo.
María no gritó, no reclamó, no maldijo. Calló, lloró, y esperó. Porque en lo más profundo del dolor, ella creyó. Y en esa fe silenciosa y firme, se hizo Madre de todos los que sufren. Madre de los que no entienden. Madre de los que esperan redención.
El dolor de la Virgen en el Cerro se convierte en alegría, en fervor, en devoción; en la fe verdadera de un barrio centenario, convertido en pueblo en torno a la Virgen de los Dolores durante el mes más esperado del año, septiembre.
El retablo mayor, en los cultos de la Virgen de los Dolores y con motivo del 23 aniversario de su coronación canónica —a solo dos años de sus bodas de plata—, se convierte en un auténtico monumento a lo que significa esta devoción en el Cerro. Todo para la Virgen. Un palacio de luz, con 250 puntos iluminando la escena, con la imagen como si estuviera inmersa en su paso de palio.
La Virgen, que recorre las calles con el fervor de sus devotos al alba del primer domingo de septiembre, es ahora centro de una pleitesía incesante, hasta que, en la próxima semana, descienda desde lo más alto de la parroquia a suelo terrenal. Será entonces cuando se viva una auténtica catequesis ante esta dolorosa, una de las imágenes de mayor devoción popular en Sevilla.
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