Congreso Internacional de Hermandades y piedad popular

Sevilla será la capital mundial de la religiosidad popular, herramienta clave de la Nueva Evangelización

El aprecio del Papa Francisco por la religiosidad popular se rastrea en sus escritos

La pervivencia de hermandades y cofradías ha preservado de la helada espiritual

Una procesión magna con las nueve imágenes con más devoción de Sevilla y la provincia cerrará el Congreso de 2024

Así será la procesión magna del Congreso Internacional de Hermandades y Cofradías en Sevilla

Procesión de Palmas el pasado Domingo de Ramos en Sevilla Juan Flores

El congreso de hermandades y cofradías de Sevilla del año que viene probablemente significará un espaldarazo definitivo a la religiosidad popular como instrumento de la Nueva Evangelización. Sevilla, con su pujante realidad que aglutina a más de medio millón de personas, tiene todo ... el derecho a reivindicarse como capital mundial de este fenómeno tan antiguo como la propia Iglesia pero desdeñado hasta hace no demasiado tiempo.

El aprecio por las formas de piedad popular ha ido ganando aprecio en los últimos años en la jerarquía de la Iglesia, que se ha visto refrendado en el magisterio del Papa Francisco. Para el Santo Padre, la religiosidad popular es un «lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización». Ello supone la máxima consideración del hecho de la religiosidad popular. Es decir, se trata de un sitio donde Dios se revela, lo cual le confiere una importancia de primer orden en la consideración que la cabeza de la Iglesia le tiene.

El Pontífice dedica un apartado entero a la religiosidad popular en su exhortación apostólica 'Evangelii Gaudium', que se considera el texto constituyente de su pontificado. En el capítulo tercero, dedicado al anuncio del Evangelio, Francisco subraya la fuerza evangelizadora de la religiosidad popular. «Para entender esta realidad hace falta acercarse a ella con la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar», llega a decir corrigiendo en parte el desdén con que muchos sacerdotes y obispos trataron la fe de los sencillos en el posconcilio como una antigualla que había que purificar, si no desechar.

La primera piedra en esa revalorización que hoy vive la religiosidad popular (en los documentos eclesiales se va abriendo paso esta expresión ganándole terreno a la de piedad popular) la puso el Papa San Pablo VI que en su encíclica 'Evangelii nuntiandi' ya advertía en 1975: «Tanto en las regiones donde la Iglesia está establecida desde hace siglos, como en aquellas donde se está implantando, se descubren en el pueblo expresiones particulares de búsqueda de Dios y de la fe. Consideradas durante largo tiempo como menos puras, y a veces despreciadas, estas expresiones constituyen hoy el objeto de un nuevo descubrimiento casi generalizado».

Las procesiones y hermandades, herederas del acervo católico trasplantado desde España en los siglos de colonización, son un freno al avance de sectas y movimientos pentecostales evangélicos

Los obispos del Sur de España fueron pioneros en ese 'redescubrimiento' del potencial de hermandades y cofradías. Así lo expresaron en el documento 'El catolicismo popular en el sur de España. Documento de trabajo para la reflexión práctica pastoral' de 1975 que tuvo continuidad con otras reflexiones en la misma línea a lo largo de las décadas posteriores.

En cuanto a la Iglesia universal, ha sido la Celam (Conferencia Episcopal Latinoamericana) la que ha tenido en cuenta el valor de las formas de religiosidad popular como procesiones y hermandades, herederas del acervo católico trasplantado desde España en los siglos de colonización, como freno al avance de sectas y movimientos pentecostales evangélicos.

A esta reflexión de fondo no es ajeno el entonces cardenal Bergoglio, redactor de primera mano del documento de Aparecida (2007) de la Celam. En el texto, se lee que la Piedad Popular constituye una expresión que «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer», apreciando esa fe de los sencillos que la Ilustración había arrinconado como una forma casi de superchería.

Transmisión de la fe

Tampoco puede perderse de vista la formación jesuítica de Francisco, que ha bebido en el rico venero de la tradición ignaciana de la contemplación de las escenas de la Pasión que están en el origen de nuestros pasos de Semana Santa, por ejemplo.

La clave está en que la religiosidad popular -a esta conclusión ha llegado la Iglesia posconciliar- garantiza una forma de transmisión de la fe que viene a suplir el eslabón perdido en el seno de las familias. Francisco cita una formulación presente en el documento de Aparecida que tenía bien presente cuando redactó 'Evangelii Gaudium': «'El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador'. ¡No coartemos ni pretendamos controlar esa fuerza misionera!».

Poco a poco, en medio siglo de posconcilio, la Iglesia ha comprendido el valor de la religiosidad popular para garantizar una presencia pública y una vivencia de la fe a amplias capas de la población cuyo único contacto con lo sagrado sea, quizá, el día de la salida procesional de la imagen de su devoción particular.

Semilla evangelizadora

A pesar de los encontronazos, a pesar de los reproches recíprocos, la Iglesia va comprendiendo el valor de las hermandades y cofradías. No hay más que mirar el mapa de España para darse cuenta de que allí donde crece una religiosidad popular robusta y frondosa la Iglesia encuentra terreno abonado para su misión; por contra, donde la fe de los sencillos fue desechada sin más, la semilla evangelizadora de la parábola evangélica cae fuera del camino o en terreno pedregoso sin posibilidad alguna de que arraigue.

El primer documento de síntesis de las propuestas que la Iglesia hispalense ha elevado al Sínodo de la sinodalidad también reserva un espacio para valorar la realidad más pujante de los laicos: «La religiosidad popular, expresión de una fe inculturada y vivida por el pueblo, debe ser acogida, revalorizada e impulsada. Es un medio privilegiado para la transmisión de la fe y el primer anuncio, así como un lugar concreto de expresión de la sabiduría del Pueblo de Dios. Hace fácil en nuestra tierra la convivencia de los elementos religiosos en medio de la sociedad».

No hay mejor resumen de lo que supone para Sevilla la religiosidad popular que canalizan más de medio millar de asociaciones públicas en las que se encuadran más de medio millón de personas: una fuerza impresionante como para no tenerla en cuenta.

Artículo solo para suscriptores
¡Vive la Semana Santa con +Pasión!
Mensual
Disfruta todos los contenidos 3 meses por
8,97€ 1€ Renovación automática según tarifa vigente
Anual
Suscríbete ahora 1 año
25€ Renovación automática anual según tarifa vigente

Renovación automática | Cancela cuando quieras

Ver comentarios