Nazarenos de esperanza para el barrio más pobre de España

Pese a la tormentosa mañana, la lluvia no fue inconveniente. 50 minutos antes de la hora oficial, la hermandad anunció que saldría a la calle según lo previsto para realizar estación de penitencia a la parroquia de Santa Genoveva en el Tiro de Línea. A las cinco de la tarde, buena parte del público congregado para ver la salida se agolpaba en el lateral del recinto en el que daba la sombra, esquivando los fuertes rayos de sol que se proyectaban sobre la fachada de la parroquia de Jesús Obrero.

Puntuales como un reloj se abrieron las puertas del anexo al templo y apareció la cruz de guía con los primeros nazarenos de la historia del Polígono Sur, que despertaron los aplausos de todos los asistentes. Tuvieron además el privilegio de ser los que abrían la Semana Santa de 2025, acompañados del alcalde, el candidato socialista, el arzobispo de Sevilla y el delegado de hermandades, además de su hermandad madrina, la Carretería, que formó parte del cortejo con estandarte y varas vistiendo su propia túnica.

Diez minutos más tarde salía el único paso de la corporación, cuyas flores había pagado la Esperanza de Triana, que los visitará en otoño en misión evangelizadora. La agrupación musical Santa María de la Esperanza, nacida en el seno del barrio y vinculada al proyecto Fratérnitas, ponía un año más la nota musical tras el misterio pese a la polémica que surgió en enero al desligarse de la parroquia. No se entendería la banda sin su cofradía ni la cofradía sin su banda, por la importantísima labor social que realiza la formación musical entre los jóvenes de una zona humilde y con especiales necesidades pastorales.

Unas necesidades en las que trabaja durante todo el año la flamante hermandad de Bendición y Esperanza. Los 5.800 euros aproximados de renta per cápita de este enclave hispalense y los conflictos por los que a menudo es noticia quedan en un segundo plano con la hermandad, auténtico dinamizador de la vida del barrio e importante herramienta junto a la parroquia para el desarrollo del mismo. Por eso era tan significativo ver al fin ese centenar de capirotes verdes apuntando a los soleados cielos del Polígono Sur.

En la calle Padre José Sebastián Bandarán eran numerosos los vecinos que esperaban a la cofradía sentados en los bancos o incluso en sus propias sillas o butacas traídas de casa, que cargaban como si de penitentes con su cruz se tratasen. Tampoco faltó la sencilla feligresa que, perrito en mano y con su nieto de la otra vestido con la camiseta del Betis, contaba con orgullo a todo el que pasaba lo esperado que había sido este día en el barrio. Un día que su gente no olvidará nunca.