La forma de ver cofradías ha cambiado: los problemas de la actitud del público en la Semana Santa de Sevilla
El comportamiento de una parte de las personas que se echan a la calle a ver los cortejos procesionales lastra el normal discurrir de los mismos y dificulta la movilidad
Los silbidos a San Esteban, la enésima falta de educación en las cofradías
Balance de la Semana Santa de Sevilla de 2025: más marcada por la seguridad que por la lluvia

La Semana Santa que ha terminado se salda con un balance mayoritariamente positivo. Gran parte de las hermandades pudieron realizar estación de penitencia y apenas hubo incidentes reseñables. Sin embargo, ciertos aspectos, como el de los desmedidos aforamientos, merecen estudio o reflexión, ya ... que comprometen el normal discurrir de las cofradías en jornadas que por sí mismas requieren de un gran esfuerzo por parte de las hermandades.
Entre estos puntos negativos destaca el comportamiento cada vez más habitual de un sector del público de la Semana Santa. Se trata de un sector que, si bien no es mayoritario, es especialmente molesto y ruidoso. Suponen un perjuicio tanto para los cortejos procesionales por el menoscabo de la solemnidad y la reducción de espacio para que pasen como a la propia movilidad del resto de personas por los lugares en los que se ubican, el abultado espacio que ocupan y la falta de empatía que demuestran.
Ese grupo de gente acude a ver las cofradías como objeto de consumo, como mero entretenimiento. Se colocan horas antes de que lleguen las comitivas en determinados puntos de su recorrido, especialmente en los cruces, esperándolas sentados ya sea en sillitas portátiles –aunque haya señales que prohíban explícitamente su uso– o directamente en el suelo con todo tipo de pertrechos, lo que se traduce en la obstaculización del adecuado flujo de personas.

Así, esta pasada Semana Santa hubo calles prácticamente vacías al paso de las cofradías mientras los cruces de entrada a las mismas estaban atestados de personas hacinadas que bloqueaban todo acceso. Muchas de ellas, además, se molestaban si los cofrades trataban de pasar por delante de ellos para entrar o salir de las calles, generando los correspondientes problemas de movilidad y, en algunos casos, conflictos con malas palabras mientras los pasos de cualquier hermandad discurrían a pocos metros de distancia.
Particularmente llamativas son las imágenes que dejan los enclaves de acceso a la carrera oficial, como las calles Javier Lasso de la Vega, Trajano, Jesús del Gran Poder o la propia plaza del Duque, por donde pasa un gran número de cofradías y hay quien aprovecha para verlas todas a pie parado... o incluso a pie descansado. En la Madrugada eran impactantes los numerosos grupos de personas sentados en el suelo creando murallas humanas a ambos lados del Duque o en Jesús del Gran Poder, convertida en una auténtica ratonera a la espera de la cofradía de San Lorenzo mientras por Trajano se aproximaba la Macarena. Estas prácticas ponen en riesgo el libre tránsito de cofrades, el cumplimiento de los horarios de las hermandades y la evacuación en caso de que fuera necesario.
«Ven las cofradías como un concierto»
Ignacio Soro, hermano mayor del Gran Poder, es claro al respecto cuando es preguntado por este periódico acerca de estas actitudes que desde hace unos años, pero cada vez con más frecuencia, se dan en Semana Santa: «Yo creo que todo radica en la falta de educación y de respeto que hay en algunos de los sectores que presencian la Semana Santa. De educación y de formación». Achaca a esta «falta de compostura» el exceso de celo y afán por la seguridad que se está dando por parte de las autoridades en materia de aforamientos, sin duda desmedido.
Soro hace hincapié en que «son estos sectores, afortunadamente una minoría, que van a ver las cofradías como el que va a un concierto, sin el más mínimo decoro» los que provocan los importantes problemas de convivencia y movilidad al paso de los desfiles procesionales: «Para cruzar, se encaran contigo, te dicen que no se van a mover. No puede haber una masa estática durante varias horas que no deje cruzar a nadie, es inconcebible».
Esta actitud chulesca conecta con escenas lamentables como la vivida el pasado Martes Santo en San Esteban, donde varios individuos silbaron a la cofradía cuando se cerraron las puertas del templo al estar lloviendo instantes después de que la hermandad plantara su cruz de guía y bocinas bajo la ojiva de la iglesia; o con los abucheos cuando el misterio de San Benito pasó a tambor en una larga chicotá a ritmo apresurado por la calle Jesús de las Tres Caídas el año pasado. Un público que vive de la espectacularización de la Semana Santa promovida por las redes sociales y que quieren cofradías a la carta, sin moverse, comiendo pipas mientras esperan sentados a que los pasos les ofrezcan los momentos inolvidables que esperan. Cambiar esta dinámica es uno de los retos pendientes de la Semana Santa de Sevilla.
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