Israel Galván: «Lo importante es ser flamenco. A partir de ahí, todo vale»
El bailaor sevillano estrena en España su versión de 'La consagración de la primavera», en el Teatro Central
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Sevilla
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Iniciar sesiónDicen que desde Vicente Escudero no hay nadie que haya cambiado tanto el baile flamenco como Israel Galván (Sevilla 1973). Hijo de los bailaores José Galván y Pastora de los Reyes, hoy tiene en su poder varios Premios Max, el Premio Nacional ... de Danza, es Caballero de las Artes y las Letras de Francia y el único artista español residente en un teatro francés, el De la Ville de París.
Los días 1 y 2 de marzo estrena en España en el Teatro Central de Sevilla su última obra, 'La consagración de la primavera', con música de Igor Stravinsky, que pone en escena con dos pianos en una personalísima lectura.
Llega corriendo del gimnasio donde ha estado entrenando, y después de un breve descanso se sumergirá en el estudio, que es donde pasa la mayor parte de su tiempo.
—¿Le venía rondando esta obra?
—Cuando ví la primera foto de Nijinsky hace muchos años, veía esa imagen, y aunque no hay vídeos de él, para mí la forma de bailar de Nijinsky es lo que me ha hecho, me ha acompañado, es como un maestro. Veía muchas reposiciones de 'La consagración' original, y me era muy familiar. Zapateaban en el suelo y era algo muy flamenco. Un día, hablando con músicos, me dí cuenta de que podía hacer una versión a doble piano, y yo, aparte de bailar esta especie de rito, me podía convertir en el percusionista de la obra. He memorizado todos los golpes, los colores de la percusión, y me di cuenta que podía hacerlo de otra manera. Además, según a qué país voy, lo hago con diferentes pianistas, y sin hablar inglés, nos acoplamos en seguida.
—Le han llamado el Nijinsky del flamenco.
— Sé que robé a Nijinsky, cuando ví su foto. A mí su forma de poner las manos me daba equilibrio. El tenía esa libertad de crear... De hecho he estado en París bailando en el Teatro de la Ville, y he ido a ver la tumba de Nijinsky.
—¿Ha pagado algún precio por bailar con tanta libertad?
—Creo que no, me ha venido bien. Porque si no hubiera sido tan libre, a lo mejor no hubiera seguido bailando. No me arrepiento porque si no podía bailar como bailo, me hubiera quedado quieto. He tenido mis momentos y sé que cuando se me va un ciclo, se me muere el cuerpo. Sé cuando hay cambios y eso me hace disfrutar con el baile y no intento hacer las coreografías que hacía antes, porque mentalmente, por espíritu y por físico, estoy distinto.
—¿En el flamenco todo vale?
— Yo creo que lo importante del flamenco es que uno sea flamenco, y a partir de ahí, todo vale. Lo importante es ser honesto con tu baile. Si he nacido donde he nacido y me he criado con quien me he criado, no tengo que forzar el flamenco. Luego hay cosas más clásicas, pero me he dado cuenta de que tienes que seguir siempre con la tradición porque es lo que te salva: ser consciente de dónde vienes. Al final haces lo mismo basado en la tradición, en el rito. 'La consagración' es también eso, un rito.
—¿Usted intenta provocar?
—No, yo lo que quiero es sorprenderme yo. Cuando estoy ante el espejo y no me conozco, pienso, 'este es uno que baila nuevo', y digo, esto me gusta, y a partir de ahí entiendo que al público pueda gustarle o no. En cada espectáculo que hago quiero que aparezca un cuerpo nuevo. Para mí es más importante el cuerpo y la mente que la coreografía.
—¿Su cuerpo cambia con cada obra que hace?
—No sé..., pero lo intento. En esta obra estoy por ejemplo muy pendiente de no salirme de la partitura, de la música, y es una tensión diferente. Aparte de bailar la música de Stravinsky, mi personaje tiene un contacto muy directo con Nijinsky. En 'La edad de oro' mi cuerpo es más bailaor. En 'La consagración' soy más músico de concierto, más percusionista.
—A usted de pequeño no le gustaba el baile...
—Es que lo recuerdo como algo muy pesado. El flamenco era algo pesado y hasta muy tarde, el cantaor y el bailaor no acababan nunca. En realidad y cuando bailaba, yo jugaba. Mi pesadilla era esperar a que mis padres terminaran y yo tenía que salir..., pero claro, era muy chico.
—Sus padres que son bailaores clásicos, ¿ya no le dicen que baila raro?
— Yo creo que ellos se han acostumbrado y les gusta. Además me ven que estoy bailando por todos sitios, y piensan, pues mira, al final Israel vive del baile. Una vez yo estaba haciendo en Cajasol 'Tabula rasa' con Diego Amador, y estuvo la cosa un poquito 'así', y yo estaba con mi hijo chico en brazos y me dijo mi padre: «No les vas a dar de comer a tus hijos con estas cosas que haces». Ya han visto que sigo bailando. Pero sí, mi madre siempre me dice: «Hijo, al final un poquito por bulerías».
—Pasa muchas temporadas fuera de España, casi vive fuera.
—Sí, por cuestiones personales no estoy en Sevilla tanto tiempo, y vengo por ver a mis hijos y porque tengo aquí el estudio. Pero sí, paso mucho tiempo fuera. Además, yo no podría vivir sólo de lo que bailo en España. Sólo bailo en Madrid, Barcelona Sevilla y poco más. Hay ciudades de mi país a las que no he ido nunca, por ejemplo, nunca he ido a León. Mi calendario de actuaciones sólo el diez por ciento es España, el resto, fuera. Y sin embargo, llego a cualquier ciudad, y a la gente le gusta.
—Recuerdo una vez en una Bienal de Flamenco que el miedo escénico le paralizó, ¿le sigue pasando?
—Es verdad, fue en el Teatro Lope de Vega en el estreno de 'Zapatos rojos'. Salí al escenario y me quedé quieto, y a la gente lo que al final más le gustó fue eso, que me quedé un minuto sin hacer ná. Es verdad que esas cosas te enseñan, de los accidentes aprendes. Ahora sigo teniendo el mismo miedo pero con la edad se me ha ido ya el virtuosismo y no me sale eso de ensayar ocho piruetas ni taconear muy fuerte, soy más que dos piernas ya. Y eso está muy bien porque sé que estoy entrando en una puerta nueva que es bailar. Antes era bailar con una responsabilidad de exhibición, algo muy físico. Cuando hago cosas nuevas a veces no sé ni lo qué es. Vengo de hacer una obra nueva en el teatro de la Ville y al terminar no sabía lo que había hecho. Sigo encontrándome mundos nuevos.
'La consagración de la primavera' de Israel Galván
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Dónde: Teatro Central
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Dirección: Avda José de Gálvez. Isla de la Cartuja
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Cuándo: 1 y 2 de marzo
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Horario: 21 horas
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Precio: 25 euros
—A los que hablan de pureza, ¿usted qué les dice?
—Que no se puede ser forzado. Cuando uno se quiere poner demasiado en algo que no es, al final es falso. De chico, los flamencos no decían «quiero ser flamenco», no. Al salir eran igual bailando que cuando estaban en el bar. Eso es naturalidad. Se ve muy bien cuando una persona fuerza. Qué tiene que ver Matilde Coral, Carmen Amaya, Enrique el Cojo, Enrique Morente, ninguno decía soy flamenco. Lo eran. Yo también soy flamenco..., aunque un poco pájaro.
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