El Circo del Sol trae a Sevilla la luz de su último espectáculo, «para no ponerse triste nunca más»

Muchos lo denominan el mayor espectáculo del mundo. Por la dificultad de sus números, la vistosidad de sus propuestas, la delicada grandiosidad de su ingeniería. También por la puridad de sus argumentos. Porque en el Circo del Sol la belleza vertebra cada uno de los desafíos a los límites de la capacidad humana que componen sus montajes. Por eso nadie quiere perdérselo. Tanto que ha habido que prorrogar funciones en la ciudad hispalense hasta el 26 de marzo. Hace tres años, en la capital andaluza se representó 'Kooza'. La última vez que se desplegó el telón imaginario fue el 8 de marzo de aquel año. Lo que ocurrió en el mundo después es de sobra conocido. Pero ahora la luz se ha proyectado sobre cualquier sombra y Sevilla no iba a defraudar en su idilio con la compañía canadiense.

La gigantesca carpa del Charco de la Pava que sirve de ciudad efímera para el circo que en estos casi dos meses estará asentado en Sevilla, se llenó de espectadores dispuestos a dejarse llevar por el sueño creado y dirigido por Daniele Finzi Paca. Un recorrido onírico por un México imaginario que dura dos horas marcadas por la majestuosidad y un ritmo vibrante. Todo contado por casi medio centenar de artistas con sus cuerpos. Sus acrobacias, contorsiones y malabares.

A través de una hermosa banda sonora y un cuidadísimo vestuario que transporta al espectador hasta el desierto, a un divertido plató de cine de mediados del milenio pasado -la industria cinematográfica de este país vivió por entonces una época dorada- o al mismísimo océano. Sobre el escenario, estos jóvenes artistas -de 26 nacionalidades diferentes- desafían la ley de la gravedad al tiempo que representan este camino onírico por las tradiciones y el folclore mexicanos. Subidos en columpios, pértigas o bastones contienen la respiración del espectador. Haciendo malabares con mazas o balones, le dejan atónito. Y el 'clown', mientras tanto, en un soberbio ejercicio, hace el más difícil todavía del circo: sacarle la carcajada al público.

La magia de cada función resulta única, pero la que abre la gira es aún más especial. La sorpresa de las primeras veces, la búsqueda de caras conocidas -había muchas en esta premier, entre ellas la del alcalde-, la condescendencia con las imprecisiones -a ver quién es capaz de igualar la espectacularidad de las maniobras-, el photocall por estrenar, el brindis con cava (gratis este primer día), la ingenuidad de los niños, la perplejidad de los adultos que creían haberlo visto todo hasta que se acomodan en el patio de butacas.

'Luzia' puede ser inabarcable con una sola experiencia por su amplia iconografía. La sustenta una red de soluciones técnicas que han permitido recrear bajo la carpa del Charco de la Pava hasta un cenote. Se trata de la primera propuesta itinerante del Circo del Sol en la que hay agua sobre el escenario. Magia basada en soluciones técnicas que se escapan a la vista y el entendimiento del espectador, impresionado por la vistosidad de esa cortina de lluvia que aparece en algunos números del espectáculo.

Muchos mitos fundadores sitúan México en el centro del mundo. Los aztecas creían que Teotihuacán, una antigua ciudad mesoamericana situada al noroeste de la actual Ciudad de México, era la cuna de los dioses. Otras creencias hacen de este lugar el sitio en el que se unen todos los lagos y ríos, esto es, el centro del mundo. Con ese telón de fondo arranca esta aventura de 120 minutos que corre vertiginosa a la par que los ráramuri -los de los pies ligeros-; recrea una danza con el jaguar, uno de los dioses más destacados de la mitología maya y prehispánica, o concelebra una de sus festividades más populares en el mundo: la del Día de los Muertos.

En 'Luzia', la flora y la fauna del país azteca tienen un papel principal. Basado en el nagual, un concepto que explica la creencia de que un animal acompaña a cada ser humano desde que nace y lo cuida durante toda su vida, el espectáculo se llena de picaflores al comienzo mientras saltan a través de una combinación de aros. También sobrevuela a lo largo de los números la mariposa, además del citado jaguar, o el caballo, que en este caso simboliza la revolución mexicana.

Este espectáculo supone además un guiño al mundo del balompié y en una ciudad tan futbolera como Sevilla un número dedicado exclusivamente al arte de que el balón no toque suelo es sinónimo de éxito.

El malabarista hace milagros con hasta ocho mazas y el público lo agradece con una sonada ovación. Y un jovencísimo contorsionista enmudece al personal con sus movimientos imposibles. Para terminar, todos se suman a una fiesta arriesgada haciendo piruetas subidos a unos gigantescos columpios y los asistentes se echan la mano al corazón ante tal prodigio. La familia del circo celebra con alegría su regreso mientras el 'clown' gira la llave que ha llevado a más de 2.500 personas a un viaje fascinante bajo la lona.

Al final de 'Luzia' retumba el estribillo de 'Tiembla la tierra', uno de los temas principales del espectáculo y que interpreta Majo Cornejo en varios momentos del show: «Ya lo descubriste, si el cielo llora no sirve ponerse más triste nunca. Nunca. Nunca. Nunca».

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