Concierto
Sevilla confirma que la 'ginebramanía' no es una moda sino un cambio de era
El grupo Ginebras, con todo vendido en la Sala Custom desde hace días, ofreció el pasado viernes un concierto que quedará en la memoria de la capital hispalense
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E. M. Malpartida
Sevilla
Se da por sentado que el concierto se va a hacer corto cuando dan las diez y media de la noche y Magüi se sienta al teclado para cantar 'Muchas gracias por venir'. «Me he puesto a llorar antes de empezar», confiesa la ... cantante y guitarrista de Ginebras. El grupo ha llegado a Sevilla con todo vendido, a pesar de que han confirmado su asistencia para el Festival Interestelar 2024 y que su cita con la capital hispalense ha coincidido en la agenda con la proximidad de las actuaciones que se enmarcan dentro de la ceremonia de los Latin Grammy.
Hay una luz especial en los días que pasan a la Historia y en la noche del viernes 10 de noviembre ni un solo rincón de la Sala Custom se escabulle de esa iluminación histórica. De ella no se libra nadie, ni los puretas que bailan señalando al cielo ni los centennials que perrean hasta el suelo. Puede que Ginebras esté de paso con la gira de su último disco, '¿Quién es Billie Max?', pero aquí nadie está del todo conforme con la naturaleza de este efímero encuentro. «Podríamos hacer como Adele en Las Vegas y quedarnos a hacer un espectáculo en Sevilla todas las semanas», propone Magüi casi al final del concierto, justo antes de gritar: «¡Que quede claro que amamos el sur!».
Antes de llegar aquí debemos retroceder hasta las diez menos veinte de la noche. El concierto empieza un poco tarde, como toda cita histórica que se precie. Nadie llega pronto a cambiar el mundo. Aunque, ¿de verdad cambia algo el concierto de Ginebras un día cualquiera de noviembre en una sala Sevilla? Muchas cosas. Para empezar, aquí fue donde saltó la chispa en Magüi hace unos años para sacar del cajón de sastre la canción 'Muchas gracias por venir' y presentarla al grupo; además, aquí es donde han venido para confirmar, años más tarde, que la 'ginebramanía' no es una moda pasajera sino un cambio de era.
Eso significa que no hace falta inventar nada nuevo para ser original. La autenticidad se construye con la naturalidad con la que encajan las referencias que uno tenga en lo que uno haga. La mayoría de las veces no hace falta ni siquiera abanderarlas: si están ahí salen solas, incluso aunque no se quiera. En Ginebras, por ejemplo, encontramos el pop melodioso y disfrutón de sus canciones, mezclado en el punto justo con el grunge del fraseado y la rima, con la actitud del rock revolucionario, melenudo y deslenguado de las letras. El resultado no es ni una cosa ni la otra: es «tan solo» Ginebras.
Su presencia no implica una revolución de las bases sino de los términos del acuerdo, porque no hay nada más original hoy en día que ser tú mismo sin intentar parecerte a nadie más, algo cada vez más difícil de encontrar en el indie, el rock y la escena alternativa que va de lo urbano [lo viral] a lo comercial. He aquí, pues, el origen de la 'ginebramanía', el hito histórico del que hablamos que no es otra cosa que el interés esdrújulo por el cuarteto y lo que representa. Un movimiento que traspasa todas las edades y estratos sociales, pues al concierto asisten niños, padres, adolescentes, adultos y hasta un poco más que adultos. Todos ellos portadores del germen revolucionario, desgarbado, festivo, diverso, divertido y natural de Ginebras.
Lo difícil no es crear un virus sino hacerlo contagioso, y ellas (Sandra, Raquel, Magüi y Juls) lo saben: eso algo que no depende de quien lo produce sino de quien lo recibe. Aquí es donde Sevilla demuestra, una vez más, que la 'ginebramanía' puede haber nacido en Madrid pero se ha propagado por toda España desde la capital hispalense.
Para muestra un botón. Nada más empezar la actuación se descorcha una electricidad que ya no se va acabar en lo que dura el concierto. Comienzan a dar chispazos temas como 'Alex Turner', 'Crystal Fighter' y 'En Bolas' y tras los bailes y los saltos, Sandra, la guitarra principal del grupo, reconoce que le va a dar un trago a una cerveza (después de mucho tiempo sin beber sobre un escenario) para celebrar la venta de entradas. Al otro lado, Raquel, la bajista, admite que no le gusta la Cruzcampo pero que en el sur sabe distinto, mejor incluso: «No sé si será el agua o la luna», afirma, entre las risas de los presentes.
Antes de encadenar el resto de temas, y para dar fe del idilio entre la capital hispalense y Ginebras, la banda cuenta la historia de David, un chico que estuvo en el primer concierto del grupo en Sevilla. Al parecer, este chico le pidió a Magüi que le escribiera en el brazo la frase 'Ya dormiré cuando me muera' para después tatuársela, demarcando así el día, la hora y el lugar exacto desde el que se propagó la 'ginebramanía'. La banda da paso a 'Cosas Moradas' y 'Con Altura' y la química entre las cuatro fluye como la corriente a través de un enchufe. Sandra canta 'All I Want For Christmas' y Juls saluda tras la batería a su gente de Chiclana. «A Cádiz todavía no hemos ido a tocar, a ver si cambia la cosa», avisa.
Llueven luces de neón con 'Billie Max' y 'Chico Pum' y la gente grita al techo de la sala un sonoro: «¡Se lió, se lió!». Sandra hace un apunte al respecto: «Nos gustan las salas porque literalmente os vemos las caras a todos y a todas». Tras 'Filtro Valencia' el grupo hace una prueba sonora para ver qué canción elige Sevilla: 'Metro de Madrid' o 'Todas mis ex' y el público ruge para escoger la segunda de ellas. «Gana por veinte puntos de diferencia», afirma Raquel, antes de gritar: «¡Que vivan las bolleras!».
Tras la emotiva 'Muchas gracias por venir' se produce una sacudida eléctrica de temazos: 'Qué gozadita', 'La ciudad huele a sudor', 'Vintage', '6AM', 'Ansiedad', 'Rapapá', 'Desastre de persona' y 'Paco y Carmela'. El concierto invoca entre «lololós» y bailes de verbena un exorcismo colectivo de la ansiedad y los pensamientos intrusivos, bajo un mantra que se antoja bastante efectivo, pronunciado por la propia Magüi: «Me cago en la puta ansiedad». La cantante se sincera al reconocer que exteriorizar su ansiedad en forma de canción ha conseguido, de alguna manera, aliviar el dolor de otras personas. «Y eso es muy reconfortante», apunta algo emocionada.
La fiesta termina en Sevilla, cómo no, por sevillanas: Sandra y Magüi bailan siguiendo el compás que marca Juls a la batería y, aunque parezca irónico, ellas no pasan de la primera—«mírala cara a cara»— cuando el concierto alcanza la última: 'La típica canción'. La gente mira el reloj solo para refutar la premisa de que el concierto iba a hacerse corto, como si cualquier otra posición de las agujas les hubiera satisfecho realmente. «¡No me quiero ir!», se queja Magüi en el centro del escenario. El concierto alcanza su fin sin remedio con el emocionante palpitar de las fechas que le dan un significado al calendario. La Historia está escrita, la 'ginebramanía' no es el síntoma ni la enfermedad, sino la más contagiosa de todas ellas: la cura.
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