plaza de españa
Residente inunda de barras y ritmo Icónica Santalucía Sevilla Fest
El rapero ha abrazado la capital hispalense en un breve pero emotivo suspiro
Paula Guerrero
Sevilla
El cielo sobre la Plaza de España parecía contener el aliento mientras miles de personas esperaban, impacientes, el inicio de una noche que prometía ser inolvidable. Y aunque el concierto arrancó con unos treinta minutos de retraso, nadie pudo prever el inicio: un ... escenario en penumbra, un solo violonchelo llenando el silencio, y después, la voz rasgada de Residente, que emergió no con un golpe de efecto, sino con la elegancia de lo inesperado.
Icónica Santalucía Sevilla Fest que cuenta con el patrocinio de ABC de Sevilla cambió anoche los compases del pop y la electrónica por las rimas con causa, por la palabra que raspa, que cuestiona, que acaricia y revienta. Porque cuando René Pérez entra en escena, lo hace con todo: con cuerpo, con voz, con discurso y con entrañas.
Arrancó el recital con un popurrí que fue calentando la atmósfera hasta desembocar en 'Baile de los pobres', una declaración de intenciones que encendió a los más de ocho mil asistentes. Le siguieron 'Nadie como tú' y 'Cumbia', hiladas con una naturalidad casi mágica, como si cada canción hubiera sido escrita pensando en ese momento exacto, en ese lugar, en ese público.
«¿Cómo estamos Sevilla? Hasta el cielo, hasta el tope. Primero me gustaría que aquí brinquemos por la vida que tenemos, por los estudiantes, por una educación pública de calidad y por la energía de vivir», lanzó Residente desde el centro del escenario. Y entonces no hubo barreras, ni edades, ni distancias: hubo abrazos entre desconocidos, lágrimas sin pudor, saltos al unísono por los que ya no están, y una petición conmovedora: «Guarden el móvil y vívanlo con los ojos».
Lo que siguió fue un vendaval. Una clase de zumba involuntaria donde nadie podía dejar de moverse. 'Atrévete' fue coreada con furia colectiva, un auténtico exorcismo generacional. Y 'El aguante' —como su propio nombre— se sostuvo con una energía que parecía no agotarse nunca.
Aunque confesó que estaba enfermo, la vitalidad del puertorriqueño desmentía cada palabra. «Estoy malo, pero no lo parece. Será el medicamento o será esta energía de ustedes», dijo mientras presentaba a su banda con cariño y humor. Con 'Muerte en Hawaii' regaló un momento de aire fresco, y luego, con una sabiduría que se nota más vivida que leída, introdujo 'La vuelta al mundo': «Hay que hacer cosas que no nos gustan para poder llegar a hacer las que sí. Aprovechen la vida, que no sabemos cuándo se va».
'Ojos color sol' bajó el pulso de la noche antes de que llegara el instante más íntimo del concierto. Cuando sonaron los primeros acordes de 'René', muchos sacaron los teléfonos, sabiendo que estaban ante una pieza sagrada. Residente la cantó con los ojos cerrados, navegando por sus propias heridas. Al terminar, se le notaba tocado. Ojos brillosos, voz quebrada. Y Sevilla, que sabe aplaudir con el alma, respondió con una ovación que no quiso acabar.
Luego vino unas palabras a Gaza. Banderas de Palestina ondeaban entre el público mientras el artista dedicaba 'Guerra' a los que sufren. «Eduquen a los más pequeños, háblenles de esto, no les oculten lo que pasa», pidió antes de recoger una de esas banderas y dejarla extendida sobre el escenario.
El mensaje siguió con fuerza: «América no es solo Estados Unidos. América somos todos», dijo con contundencia para presentar 'This is not America' y después, 'Latinoamérica', en una versión que arrancó lágrimas y aplausos. El clímax emocional tuvo una tregua con '313', que interpretó casi escondido tras la visera de su gorra, como si quisiera protegerse del mundo mientras escupía versos duros, personales, sin filtros.
Y entonces, la sorpresa. Cuando sonó 'Yo no sé, pero sé', el tema con SFDK, apareció Zatu en el escenario para lanzar unas barras que desataron la euforia colectiva. El nombre de Residente fue coreado por el público mientras los dos raperos se abrazaban como viejos cómplices en batalla.
El viaje continuó con una vuelta a los orígenes: 'Chulin Culin Chunfly', directo desde el 2006, provocó un estallido de nostalgia y fiesta. Y aunque confesó que el efecto del medicamento ya empezaba a pasarse y se sentía mal, no quiso irse sin antes rendir tributo a un amigo fallecido con 'El futuro es nuestro'. Una despedida con brazos alzados, como olas humanas meciéndose al ritmo del dolor y la esperanza.
La última explosión fue 'Vamo a portarnos mal'. Y entonces sí, fue carnaval. Sobre el escenario, su familia. Abajo, una marea feliz que no quería que terminara.
«Gracias. ¡Que viva Palestina libre!» fueron sus últimas palabras antes de desaparecer entre luces y aplausos.
Y Sevilla, en pie, supo que había sido testigo de algo más que un concierto. Fue una ceremonia. Un grito, un manifiesto de vida, que supo a poco.
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