crítica de música
Gavilanes, la música que nos sigue atrapando
El Teatro de la Maestranza estrena 'Los gavilanes' en una producción del Teatro de la Zarzuela
El Maestranza salda su deuda con la zarzuela 'Los gavilanes' y estrena una versión de Mario Gas

Zarzuela
Lírica
- Zarzuela 'Los gavilanes' de Jacinto Guerrero
- Intérpretes: Javier Franco, María Rodríguez, Alejandro del Cerro, Sofía Esparza, Lander Iglesias, Esteve Ferrer, Carmen Boza, Carmen Serrano, Enrique Baquerizo, Alicia Naranjo y Andrea Carpintero. Coro Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
- Dirección musical: Óliver Díaz
- Dirección de escena: Mario Gas.
- Diseño de escenografía: Ezio Frigerio.
- Diseño de vestuario: Franca Squarciapino.
- Diseño de iluminación: Vinicio Cheli.
- Producción: Teatro de la Zarzuela de Madrid,
- Lugar: Teatro de la Maestranza.
- Fecha: 09/05/2024
Ha tardado en llegar 'Los gavilanes' al Maestranza, pero lo ha hecho por la puerta grande. En diciembre de 2023 se cumplían 100 años del estreno en el Teatro de la Zarzuela madrileño del título más icónico del compositor toledano. Para celebrarlo el ... mismo teatro quiso contar con una nueva producción que, menos de un año después, llegaba a nosotros.
Jacinto Guerrero basa su estilo en el género más popular y para ello no duda en recurrir a temas rurales, personajes sencillos, a lo que corresponden ritmos 'novedosos' o sencillamente tradicionales o armonías llanas (a pesar de haber estudiado composición con Conrado del Campo). Pero a su favor cuenta con un sentido innato de la melodía, cuya inmediatez le servía para llegar al público al instante, quedándose grabadas sus cantinelas a fuego en la memoria de los aficionados. Pero a la vez vivía y componía a contrarreloj. Antonio Gallego destacaba un catálogo de 133 obras, lo que supone una abultada cifra para una vida que no sobrepasó los 56 años. Según el mismo Gallego, ello supuso una media de cinco obras por temporada, llegando a componer hasta nueve en 1927, y diez en 1931; y aún el musicólogo deja fuera en esa cuenta «canciones, pasodobles, marchas...» o la música de la primera película hablada española, La canción del día, escrita por Pedro Muñoz Seca y Pérez Fernández. Por último, señalemos que en su popularísimo entierro (1951) se interpretó una selección de piezas de 'Los gavilanes' al pasar por el Teatro de la Zarzuela.
Para esta producción se ha contado con un amante confeso del género y al que tan buenos servicios ha prestado: Mario Gas. Nos brindaba unas excelentes proyecciones con efectos sorprendentes como la luz del faro o la de las casas por la noche, así como un andamiaje que parecía moverse con la trama, sobre una iluminación viva y como siempre acertadísima de Vinicio Cheli, con movimiento actoral también destacado, debido a Carlos Martos de la Vega, y una producción que favorece en todo momento la proyección de la voz, como pudimos disfrutar.
Nos pareció acertado la elección de los distintos roles, tanto actoralmente (como nos podemos imaginar a los personajes) como musicalmente. El primero en aparecer fue el protagonista, Javier Franco, con una de las romanzas que definen mejor esta zarzuela grande: 'Mi aldea'. Nos pareció al principio algo nervioso, de volumen no del todo controlado, con ganas de gustar y que no se terminaba de entender del todo con el foso: faltaba acuerdo de director y cantante. Luego le volvió a pasar en 'No importa', aunque aquí hubo acuerdo antes. Es una voz ideal para el personaje, llena de fuerza y ardor, y aunque es barítono alcanza algunas notas que diríamos de tenor, con lo que la brillantez aumenta; a cambio, las graves que necesitan volumen se quedan algo cortas. Tiene una dicción magnífica, actúa muy bien y, como decimos, da la talla de galán madurito interesante.
A su lado, María Rodríguez, que ha dedicado su vida a la zarzuela, nos parece que con la voz algo más ancha, pero muy bien asentada, con volumen, facilidad para los agudos, conseguido dramatismo -y alguna nota se le fue- pero era otra de las cantantes con un papel como el de Adriana, muy adecuado a su voz.

La Rosaura de Sofía Esparza es creíble, con un registro claro y bien timbrado, pero no nos parece que sea un papel para su voz de lírica, aunque su brevedad tampoco dio mucho la oportunidad de oírla. Brilló en sus interacciones con Rodríguez, su madre en la ficción.
A su lado como Gustavo estuvo el tenor santanderino Alejandro del Cerro, que mostró un registro limpio, claro, que nos gusta sobremanera en su centro y lo poco que le pudimos oír más grave; pero este rol potencia la zona más alta, en donde nos parece que echa la voz hacia atrás y pierde volumen además de un ligero cambio de color, ya desde 'Palomita, palomita', por cierto, un débito a Falla con su 'casadita, casadita' de 'El sombrero de tres picos'. Eso sí, supo aprovechar la muy famosa 'Flor roja', en donde el acierto de Guerrero se hace más notorio, porque aquí sí conjuga perfectamente una iluminada inspiración melódica con un texto más sentido y una armonía más rica, en la que la sencillez se hace virtud. Y en los agudos no pasa de un Sol. Con la bella voz lírica que tiene, la bordó. Los comprimarios estuvieron a gran nivel.
Volvía al foso Óliver Díaz con luces y sombras. Estamos de acuerdo en que la armonía no es lo que más destaca de Guerrero (y ya hemos hecho la excepción de 'Flor roja', que sólo nos viene a decir que componía con prisa). Pero se podían haber tintado más las sonoridades que apoyan la fértil melodía o insistir en aquellos ritmos propios y ajenos que aprovechaba el compositor para colorear de esa otra manera la partitura: por ejemplo, el nº 3 es un 'foxtrot', el 4 reza como 'tango-milonga' (esta última sí lució una percusión vivaz), el 6 es una 'marcha'… El maestro redondeó la mencionada 'Flor roja' extrayendo todos los jugos cantables de melodía y armonía, con una coloración de muchos más tonos que el mencionado rojo. Lo hemos oído en diferentes ocasiones con partituras más complejas y nos ha encantado.
El resultado global es magnífico. Siempre decimos que vemos y oímos hoy la zarzuela con una calidad escénica y musical como seguramente no conocieron sus autores. Déjense de Eurovisión, de zorras y de gallinas, y acérquense el sábado al Maestranza para ser seducidos por la vitalidad de esta producción.
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