La elegancia de Il Divo envuelve Fibes con su gira más intima
Con una puesta en escena sencilla y un repertorio con aires navideños el grupo puso en pie a Sevilla
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ABC DE SEVILLA
Sevilla
La noche caía sobre Sevilla como un susurro, y el auditorio Fibes esperaba en penumbra, casi conteniendo la respiración. Bajo la tenue luz de cientos de falsas velas Il Divo reapareció en la ciudad con su nueva aventura escénica, 'Closer': un proyecto que busca, más ... que un concierto, una experiencia sensorial. Y vaya si lo lograron. Tres días después de su inicio de gira, aún quedaban en el aire los nervios dulces de las primeras veces. A las nueve en punto, el silencio se hizo expectante cuando un trío de cuerdas y un pianista ocuparon sus puestos. En cuanto las luces se apagaron del todo, una ovación cálida atravesó la sala. Pero nada comparado al estruendo que rompió cuando las cuatro siluetas del grupo pisaron el escenario. Sin preámbulos, sin artificios: 'Caruso' se elevó desde una sola voz, luego dos, luego tres, hasta el abrazo final de las cuatro, ese estallido armónico que erizó la piel colectiva y marcó el tono de la noche.
El público apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento antes de 'Passerà', celebrada con aplausos que premiaban cada solo. La sonrisa de los intérpretes, sincera y luminosa, se extendía como un eco. Entonces, el cuarteto —David Miller, Sébastien Izambard, Urs Bühler y Steven LaBrie— tomó la palabra. «Muchísimas gracias, bienvenidos a todos. Esta noche les invitamos a vivir un viaje con nosotros, un viaje muy íntimo y personal. Qué alegría tenerlos aquí. Prepárense para un show lleno de canciones que nos unen. Una experiencia más cercana, sin pantallas. Es un placer estar aquí. Nos acercamos a Navidad, y hemos cambiado el repertorio para incluir canciones más navideñas», anunciaron ante un público ya rendido.
Y aunque lo que vino a continuación no fue un villancico, sí tuvo el peso espiritual de uno: un 'Ave María' interpretado con solemnidad casi sagrada. «Y ahora vamos a cambiar las cosas… vamos a ponernos más personales», explicaron antes de iniciar la ronda de solos. El primero fue David Miller, que dejó a un lado pajarita, chaqueta y rigideces. Confesó que, tras doce años sin concluir su proyecto en solitario, quería volver a la raíz del camino que lo llevó a cantar. Eligió 'Pity the Child', del musical Chess: una pieza intensa, dramática, distinta al tono del repertorio previo. No importó. Sus fieles lo siguieron con devoción, algunos incluso poniéndose en pie.
Tras un regreso conjunto con 'Mama', llegó otro de los momentos más íntimos: «Vamos a hacer esto más íntimo», dijeron, sentándose en el borde del escenario para interpretar 'Everytime I Look at You'. Desde ahí saludaron a las primeras filas, hicieron fotos, firmaron banderas, discos e incluso móviles. La barrera artista–público se disolvió por completo. Ya de vuelta a la escenografía habitual, 'O Holy Night' encontró un cielo improvisado: un mar de linternas que convirtió Fibes en una constelación pulsante.
Después llegó el turno de Steven LaBrie, el último en lucir solo. Eligió 'Qué triste', una canción que conecta con sus inicios tanto como con su México natal. La reacción del público fue unánime: de nuevo, ovación de pie. El viaje siguió con el clásico 'Por una cabeza', luego 'White Christmas' y un interludio instrumental de 'Historia de un amor', que el público acompañó con un coro tímido. Fue el momento en que los integrantes reaparecieron con toques burdeos en sus trajes negros, diferenciándose al fin unos de otros como si cada uno reclamara su identidad en esta nueva etapa.
A mitad de noche llegó 'Abrázame' y después el solo de Sébastien Izambard. Sonrojado, admitió: «Perdón por mi mal español… necesito una profesora. Yo vengo de la música pop, y nadie me enseñó. Gracias a mis compañeros aprendí mucho». Eligió 'Purple Rain', acompañado por guitarra y por un público dispuesto a corear cada verso. Fue uno de esos momentos en los que Fibes pareció encogerse hasta volverse un pequeño bar íntimo.
El grupo regresó para 'Aleluya', una de las más ovacionadas, y continuó con 'Silent Night', que envolvió la sala de un espíritu navideño delicado y luminoso. El último solo fue de Urs Bühler, que presentó la pieza con ternura: «Es muy romántica y muy sencilla. Trata de un hombre muy enamorado… la conozco desde que empecé a cantar clásico y siempre me hace sonreír». La elegancia de 'Ombra Mai Fu' flotó sobre el auditorio como una caricia antigua.
A partir de ahí, el final se desató: 'Nella Fantasia', luego 'Adagio', que levantó de nuevo al público entre compases que, por un instante, hasta rozaron el flamenco. El deseo de que la noche no acabara se hizo audible. «Habéis sido un público maravilloso. Espero que esta noche haya sido tan especial para vosotros como para nosotros. Los recuerdos que creamos hoy serán para siempre. Gracias por haber pasado una noche feliz», anunciaron antes del tramo final.
Llegó entonces 'A mi manera', que encendió la última ovación en pie. El amago de despedida provocó un clamor unánime: querían otra. Y la tuvieron: 'Regresa a mí'. «Muchísimas gracias, Sevilla. Nadie en el mundo entero aplaude como vosotros», proclamaron. El broche final lo puso 'Adeste Fideles', descrita por ellos como «la canción navideña más bonita que existe». Tras 24 años de carrera, Il Divo demostró en Sevilla que sigue teniendo un poder inagotable: congregar a un público fiel y crear noches que no se escuchan solo con los oídos, sino con el alma. Una velada íntima, luminosa y delicadamente festiva, como una vela que no se apaga.
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