George Clooney: «Este es el mayor reto de mi carrera»
Tras ganar el Globo de Oro al mejor actor dramático, apunta al Oscar con «Los descendientes», otra demostración de talento de Alexander Payne
FABIÁN W. WAINTAL
George Clooney tiene nuevamente todas las papeletas para convertirse en el «hombre del año» (cinematográficamente hablando, al menos) y por partida doble: su cuarto largo como director/actor, «Los idus de Marzo», a pesar de haber patinado en los Globos de Oro , ... puede dar la sorpresa en los Oscar; y su nuevo filme como protagonista, «Los descendientes», dirigido por Alexander Payne («A propósito de Schmidt», «Entre copas») y en el que interpreta a un terrateniente que intenta vender sus posesiones en Hawái y de paso recuperar el cariño de sus dos hijas.
Sendos Globos de Oro a la mejor película y al mejor actor en la categoría de drama confirman el prestigio de este proyecto.
–Parece que últimamente se inclina más hacia el drama que a la comedia. ¿Le gusta que la gente salga llorando de la sala?
–No lo sé. ¿Estás hablando de «Batman y Robin» quizá? (risas).
–No exactamente. Intentémoslo de nuevo. ¿Qué ha supuesto «Los descendientes» dentro de su carrera?
–Ni más ni menos que enfrentarme a mi mayor reto como actor. Cuando me tengo que dirigir a mí mismo, me adjudico un personaje solo porque sé que es estrictamente necesario, y me limito a llenar el espacio que necesito en la película. Por ejemplo, en «Los idus de Marzo» necesitaba un candidato presidencial y sabía lo que tenía que hacer.
–¿Y cuando le toca ser dirigido por otro?
–Aquí he tenido la suerte de que Alexander Payne es mejor cineasta que yo, lo cual genera un sentimiento extraño y ambiguo, me sentía cómodo pero incómodo a la vez. Además, en Hawái es complicado actuar.
–Parece que tiene en el bolsillo el secreto del éxito de una película, ¿no?
–Es de lo más sencillo: si das con un mal guión, olvídate del tema. Es imposible que salga una buena película de ahí, digan lo que digan. Después, la cosa suele discurrir sola: rodearse de buenos actores, de un buen equipo técnico y ponerse en manos de un director que diga: «Un poco más de esto, menos de lo otro, trata de hacer eso, descuida un poco aquello...». Honestamente, me gustaría llevarme el crédito siempre, pero en realidad la importancia de una película pasa por el guión y el director en la mayoría de las circunstancias, y por ese orden.
–¿Cuáles son las grandes diferencias entre George Clooney actor y George Clooney director?
–¿Sabes qué? Somos casi la misma persona (risas). El actor George Clooney tiene básicamente la misma altura y el mismo peinado, es muy parecido al George Clooney director. La suerte pasa por rodearse de un grupo de excelentes intérpretes que le dan nivel al proyecto. Ese es mi secreto al dirigir: trabajar con gente muy buena. ¿No te parece una buena respuesta política?
–Pero si tuviera que elegir, ¿prefiere la actuación o la dirección?
–En los últimos diez años, prefiero dirigir. Pero la dirección lleva demasiado tiempo hasta que se estrena una película. Mi trabajo real, con el que me gano la vida, es la actuación, y la dirección es lo que realmente me gusta hacer, mi pasión. En medio, tengo la suficiente suerte de encontrar gente como Soderbergh o los Coen, buenos directores. Por eso, si sigue la racha, es lo que quiero seguir haciendo.
–Con «Buenas noches y buena suerte», su segunda película como director, confesó que pretendía cambiar algunas ideas de la sociedad y hacer pensar al público. ¿Sigue manteniendo esa ambición?
–Tenemos que acordarnos que el cine no marca ningún camino en la sociedad. La gente piensa que tratamos de influenciarlos al instante cuando se precisan por lo menos dos años para estrenar una película. A lo sumo nosotros solo podemos trasladar los estados de ánimo y los pensamientos de nuestro país al resto del mundo. En este caso, la película refleja el cinismo que venimos sufriendo últimamente. No está mal mirarnos en un espejo, mostrando cómo somos o cómo vemos a la gente que nos gobierna. Pero no es la idea del filme.
–¿Cuál es entonces el motivo que le mueve a hacer cine?
–Honestamente, la idea y la esperanza de que no exista una sola persona en el público que no se haya enfrentado a cuestiones morales, incluso las más cotidianas y banales. Todos elegimos ciertas opciones éticas para mejorar día a día, aunque lastimen a alguien en el camino. Esa idea, para mí, es universal y puede literalmente transmitirse desde Wall Street a cualquier rincón del mundo. Y con eso en la cabeza me pongo a rodar.
–¿Quién fue la persona que más le influyó en su carrera?
–Mi padre, probablemente. Presentaba un programa de noticias, y ha sido la influencia más grande que he tenido en la vida, en todos los sentidos.
–¿Y usted? ¿Se considera un ejemplo tanto fuera como dentro de una pantalla?
–Si lo creyera, sería la peor idea que habría tenido nunca (risas).
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