Progresismo medieval
Es mentira que vayamos hacia delante en el curso de la historia
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Iniciar sesiónDESPUÉS de la tempestad viene la calma, como reza el tópico. Y después de la conquista o reconquista, a elegir, siempre llega el repartimiento. Eso fue lo que sucedió durante la Edad Media en esta piel de toro que se estiraba o se encogía según ... los pueblos que la iban habitando y deshabitando sucesivamente. La Hispania romana se llenó de reinos taifas que diezmaron el Califato que tuvo su sede en Córdoba, la ciudad donde florecieron las artes y la piedra, las letras y el brillo inmisericorde de los alfanjes: el mito de las tres culturas en pacífica convivencia es eso, un mito que a menudo degenera en el embuste, el timo y la estafa.
Gracias al pacto de progreso que nos están dando con queso, el concepto del repartimiento ha vuelto a la política española. Conquistado el poder por esa huida hacia delante de Pedro el Desahogado y de Pablo el Domesticado, las tropas del PSOE y de Podemos han empezado a repartirse el botín -con minúscula- de guerra obtenido en la suma, que no directamente en las urnas. Huyendo de sus partidarios, que podrían haberlos ejecutado en el ajuste de cuentas internas de sus respectivos partidos, los conquistadores de la izquierda se refugiaron en ese abrazo de boxeadores sonados que se agarran el uno al otro para no besar la lona de la derrota.
Al igual que los reyes castellanos ensanchaban sus dominios para repartir fincas rústicas y urbanas entre sus mesnadas, estos sátrapas feudales están haciendo lo propio con la Administración: ensancharla, alargarla, ampliarla. Son fieles al precepto bíblico -«creced y multiplicaos»- aunque hayan quitado la Biblia y el Crucifijo para solaz de los católicos: que Pedro Sánchez cumpla su palabra es un imposible metafísico, por lo cual es mejor que el Cristo se quite del medio ante semejante paripé.
Ese Gobierno que rebasa la veintena de carteras meterá la mano en las nuestras para que el abastecimiento no les falte. Y pondrá las bases necesarias, con nombramientos sectarios donde los haya, para que los reyezuelos medievales que rigen los destinos de los reinos de taifas puedan seguir desafiando al Estado. Así se cierra el círculo y se completa el puzle. La Edad Media ha regresado sin que nadie se dé cuenta. Envuelta en la carcasa y el celofán del progreso, esa época ha germinado en las estructuras del poder y su reparto, en la devotio que le deben al líder los que se arriman a su sombra para no perder comba en el reparto. Y encima blasonan -verbo medieval- de progresismo.
Es mentira que vayamos hacia delante en el curso de la historia. La ideología profundamente reaccionaria de los que se declaran seguidores del chavismo, el castrismo o el comunismo supone una vuelta al siglo XIX. Y la praxis sanchista nos retrotrae a aquellos tiempos del Medievo en que el líder era indiscutible y se dedicaba a repartir títulos como el Desahogado reparte carteras. Que se lo digan a esos enemigos del sistema que se han visto, de pronto, integrados en sus ministerios. A ver quién los saca ahora del despacho…
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