LA TRIBU
La lluvia
La piedra gallega está hecha para la lluvia, como otras piedras están hechas para la luz
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Iniciar sesiónAire caliente y espeso como poleada recién apartada, viento solano que todo lo seca, que no deja respiro. La tarde, nublada, es una mentira de otoño que pretende saltar las lindes de agosto pregonando lluvias. Agosto es agosto, tú lo sabes bien desde que naciste. ... Por eso celebras como un bautizo tardío las imágenes que te envía tu amigo el doctor Alfonso Descalzo desde su Santiago de Compostela natal; él, que te sabe con un cuarterón gallego de sangre y de querencia, te manda lo que sabe que te gusta, la ciudad mojada, la lluvia artística que en Santiago tiene una magia especial si la miras desde los soportales de las viejas rúas, sobre todo la Rúa del Villar, la calle donde dormiste la primera noche en Santiago, hace más de cuarenta años. Todavía recuerdas el chaparrón que en aquel septiembre lejano te fijó para siempre a la piedra de esa ciudad a la que ya llegaste con la querencia de la sangre y la cruz de Santiago.
Llueve en Santiago. La piedra gallega está hecha para la lluvia, como otras piedras están hechas para la luz, para la soledad, para el silencio, para la oración, para las batallas, para al recreo artístico. Las piedras que conoces tienen todas sus señas de identidad en el perfil de su imagen. La piedra de Soria es una piedra donde la luz escribe la historia de España, la más vieja; como en Zamora, como en Palencia. Allí, en esos sitios, como en todos, la piedra es hermosa bajo la lluvia —asombroso el recuerdo que guardas de aquella tormenta de agosto sobre Calatañazor, qué belleza, qué forma de viajar, por la lluvia, a cerca de mil años atrás—, porque la piedra es carne del tiempo y se hermosea cuando se moja. La piedra de Granada es una piedra más parecida a la de los Reales Alcázares de Sevilla, piedras hermanadas por gustos artísticos de poetas y músicos; piedra que al mojarse acrecienta la inspiración. Galicia es otra cosa, Galicia es hija de la lluvia, nació mojada. Y Santiago, por Las Platerías, por la Alameda, por la Rúa dos Francos, del Villar, Nova, por el Obradoiro, por las calles misteriosas, guarda la lluvia en las entrañas de la piedra, y cuando llueve, se unen las aguas en las carnes pétreas de la ciudad. Llueve en Santiago de Compostela y tu amigo Alfonso Descalzo te manda, como es debido, postales de la ciudad en su versión más hermosa. Buen detalle. Le dirás que, además, se tome un albariño a tu salud, o una taza de ribeiro y un poco de pulpo a feira. Lo que sea. Ya te ha convidado a la ronda más hermosa: la lluvia, esa pasión suya y tuya, nacidas de la misma tierra, de la misma sangre gallega que en alguna parte se rozará. Pasión nacida de la misma lluvia.
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