Más que una gripe
El coronavirus es también un estado social de miedo y de tensión, de ansiedad que puede derivar en angustia
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Iniciar sesiónEl coronavirus es algo más que una gripe. No solo por su voracidad a la hora de atacar a quien se le pone a tiro de epidemia. Solo hay que hablar con alguien que esté tratando a los enfermos que entran en las urgencias madrileñas ... para comprobarlo. No estamos ante un cuadro clínico formado por dolores de cabeza, fiebre y molestias repartidas por el cuerpo. Es algo mucho peor. Muchísimo peor. Puede ocasionar la muerte en cuestión de horas, y no solo de personas muy mayores con graves dolencias anteriores.
El coronavirus es algo más que una gripe. Es un estado social de miedo y de tensión, de ansiedad que puede derivar en la angustia que no nos deja vivir. Es una reclusión en el domicilio, una forma de parálisis del tiempo, una manera de experimentar un pánico que ojalá no se convierta en un asunto colectivo. Este virus ha traspasado las fronteras de la fisiología para adentrarse en la psique humana, en ese extraño territorio sin espacio concreto donde se alojan nuestros instintos más primarios. Ahí radica el otro peligro que acompaña a este maldito bicho que nos ha jodido la primavera y la economía, las vísperas y las completas, la calle y los abrazos.
Apenas llevamos cuatro días de reclusión y ya estamos viéndole la gravedad al asunto. Desde el Gobierno, nefasto en los inicios de la crisis, ya nos están previniendo. Habrá que acostumbrarse a unas cuantas semanas, quizá meses, de aislamiento en esos domicilios que pueden convertirse en cárceles para muchos. Dentro de poco puede estallar ese rumor sordo que se escucha en conversaciones privadas y que aún no ha salido de Internet. ¿Por qué unos pueden salir impunemente de casa y otros no? No hace falta ser un adicto a las películas apocalípticas para otear un escenario nada reconfortante en el futuro próximo.
Como no hay mal que por bien no venga -o eso pensamos los optimistas compulsivos, aunque lo disimulemos perfectamente- el coronavirus también está extrayendo lo mejor de la sociedad en la que vivimos. Empezando por el comportamiento más que ejemplar de ese personal sanitario que se entrega a su vocación en cuerpo y alma en lugar de plantear ahora sus justísimas reivindicaciones laborales, como hacen otros cuando llegan vacaciones y demás: ¿hace falta señalar? Ese personal de bata y mascarilla se está dejando la piel y lo que está por debajo del pellejo en atender a los enfermos que les contagian el virus. Sin protestar. Acumulando horas y turnos. Mostrándonos la mejor cara del ser humano.
El coronavirus lleva entre nosotros demasiado poco tiempo para tenerlo tan presente. Parece que siempre ha estado aquí, como el dinosaurio del cuento de Monterroso. Algún día se convertirá en un mal sueño, en una pesadilla. Pero sea como fuere, siempre será más que una gripe. Como el 11-S fue, y sigue siendo para los americanos, algo más que el derribo de dos rascacielos gemelos. Contaremos el tiempo con la c minúscula. A.c. y d.c. Antes y después del coronavirus, ese bicho que nos ha robado el mes de marzo y el mes de abril.
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