PÁSALO
Urbanismo
Buena puntería la de Fomento premiando a Eduardo Martínez Zúñiga
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Iniciar sesiónLo que más me gustó de Eduardo Martínez Zúñiga cuando estuvo al frente de la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento es que, contra viento y marea, nadie pudo convencerlo de que el urbanismo no era solo un abrigo de visón al que tenían derecho las ... élites urbanas del centro de la ciudad. Sino que era una cuestión indispensable para adecentar los barrios, rescatarlos de su apartheid, para integrarlos de forma decente y digna en el mapa de Sevilla. Entonces nadie pensaba en la salvadora carta de llevar al Gran Poder a los barrios sevillanos de fuera de la muralla para intentar ponerlos en el escaparate de la atención política y mediática, dándole la oportunidad de salir de su torcido destino. Entonces existían profesionales que, tal vez por ser hombres forjados en la pelea contra los dinosaurios del viejo régimen, llevaban los principios de igualdad y justicia tatuados en su alma. A Martínez Zúñiga lo represaliaron en los años de la porra franquista en la facultad de Arquitectura, donde era pnn y había secundado una huelga de docentes por la que fue expedientado en 1975. Dejó la docencia y puso su conocimiento y vitalidad en otros afanes, llevando a Andalucía en su carné de identidad emocional.
A Martínez Zúñiga le acaban de reconocer su larga trayectoria al servicio de la ciudad premiándolo, de forma unánime por el jurado, con el galardón ‘Andalucía de urbanismo’ que concede la consejería de Fomento. Buena puntería. Porque si alguien no debería quedarse sin ese reconocimiento es este jovencísimo veterano, desbordante de vitalidad y determinación, formador de los primeros concejales del municipalismo democrático a los que impartió cursos de urbanismo. Arquitecto por la entonces superexigente escuela sevillana, Martínez Zúñiga aspiró a vestir nuestros barrios con decencia y dignidad, más allá de que el visón no pudiera entrar en el Cerro del Águila o Bellavista. Pero sí que entraron sus principios de dignidad, trabajo y presupuesto. Los barrios no se abrigarían con visón. Pero sí tendrían para el chubasquero y el anorak. Que no es moco de pavo si pensamos que, en la mentalidad de aquellos años, forjado por cierto fatalismo de clase, se daba por bueno que un barrio ya lo era con un asfaltado raquítico y una alcantarilla. La cultura de la exigencia aún no había prendido en el alma desnuda y desnortada de tantos vecinos como habitaban más allá de la Puerta Carmona.
Cuando nuestro hombre se enteró de que le habían concedido el premio, me cuentan que dijo algo parecido a esto: «Si es por ir de frente, currando sin mirar la cuenta corriente y repartiendo a diestra y siniestra, puede que el premio no esté mal dado». En una entrevista que le realicé un verano antes de la pandemia, mientras disfrutaba de un paseo mañanero por una playa andaluza atlántica, me habló de la necesidad de regular la avalancha turística, de la necesidad de cobrar la tasa y de que el puerto de Sevilla no fuera una república independiente de la ciudad. Hermano de la Amargura desde hace más de setenta años, solo practica el silencio blanco los Domingos de Ramos. Los demás días de la semana, sigue repartiendo a diestra y siniestra. Enhorabuena, señor.
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