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tribuna abierta

La crítica de la razón sectaria

En algún momento de este último medio de siglo, el mundo académico pasó de ser el motor de una política entendida como servicio al ciudadano a convertirse en la correa de transmisión de otra forma de hacer política bien distinta

Antonio Benítez Burraco

IMMANUEL Kant, a quien están a punto de cancelar en los Estados Unidos por haber defendido la superioridad de la civilización occidental sobre otras culturas, es autor de una conocidísima sentencia, que dejó escrita en las conclusiones de su 'Crítica de la razón práctica': «Dos ... cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto a medida que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí». Hay que leer el resto del fragmento en que aparece para apreciar como merece la belleza y la profundidad del pensamiento kantiano. Porque lo que hace el filósofo es situarnos frente a la paradójica grandeza del ser humano: apenas una ínfima partícula perdida en un vasto universo, pero la única capaz de ser consciente de su existencia y, sobre todo, de tomar las riendas de su propio destino. Habrá también, con toda certeza, tantas interpretaciones de la sentencia de Kant como lectores tenga (no demasiados en la actualidad, por desgracia). He aquí la mía: alcanzar una comprensión científica de la realidad y usar luego dicho conocimiento para ayudar a los demás es un programa de vida mejor que cualquiera de los que nos ofrece la posmodernidad.

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